Revista Literatura

La imagen del poema

Publicado el 02 mayo 2016 por José Ángel Ordiz @jaordiz

No hace mucho leí un artículo excelente, Escribir bien importa , que no dudé en compartir a través de las redes sociales (exiguos mis contactos, pero a quien da lo que tiene no debe pedírsele más, creo yo). En el artículo en cuestión, muy recomendable para escritores que quieran serlo de verdad (allá se entiendan antes o después con su don o su maldición, con su pasión o su enfermedad, con sus memorias y sensibilidades y realidades y fantasías, con sus límites creativos), se aborda uno de los males comunicativos de esta época: la tendencia a escribir mal, de cualquier modo, en las redes sociales (también al redactar un simple correo electrónico de mayor o menor importancia), indiferencias o urgencias o faltas de atención cancerígenas no solo para literatos y literatas.

Asunto más complicado es lo de escribir bien sin que se note demasiado, sin forzar el lenguaje, sin alardes, algo así como recordando el consejo que maese Pedro, en el Quijote, tal me pareció en su día (cuando aún no sabía leer con el respeto que merecen ciertos relatos) que le daba a mi segundo apellido: " Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala".

Voy con mi artista invitado, con JAVIER LASHERAS, en su Cuaderno tranquilo muestras múltiples de su arte.

LA IMAGEN DEL POEMA

Disculpa, poeta, tan prosaico introito, pero dicen de mí, quienes bien me quieren y por ello exageran, que no doy puntada sin hilo (no se fijan, no desean fijarse, en esas dispersiones mías que tú mismo padeciste y padeces). Exageran por lo común, hoy no tanto, que nadie me juzgue antes de que yo descubra el hilo de la desmedida (eso sí) puntada inicial.

Versos me regalaste, Javier, con una condición lógica, elemental en alguien que no se conforma con poco: la de salvaguardar la imagen del poema.

Cito tus propias palabras aclaratorias: Sólo se trata de respetar los márgenes e interlineados así como un tipo de letra que no disuene con los textos literarios en general.

Es decir, Lasheras aún va más allá de la ortografía y la gramática, ansía más, como debe ser: acabado está el creador o recreador que se conforma, que no ansía.

A ver cómo me las arreglo yo para que no disuene lo tuyo, Javier; buena voluntad sí pondré, pero no me conformo con eso, aún no.

I

OBERTURA

¿Cuánto darías por sabercuánto por no ser hierba de guadaña,Ven, abre los ojos y mira a ese hombreNo veo bien su mirada ni el traje de su alma:Y ahora, en qué crees que piensa. Claro,Mira, ya desciende su espíritu de nieve.Míralo, ya duerme, descansaEn fin, sigamos nuestro camino,
pero dime, ¿de qué estábamos hablando?
No sabía que acabaríamos convirtiendo el lenguaje en un badil de cenizas, ni que el mundo nos fuera a inundar de imágenes obscenas hasta dejarnos ciegos, idolatrando a héroes de juguete, deleitándonos con ejemplar estulticia en la miseria ajena. No creí que llegara el día en que viésemos las almas en la plaza a merced de los mercaderes del dinero, ni que fuéramos a despreciar la vida en idéntica proporción al desprecio por la muerte; que las democracias fuesen a solicitar el voto para los aliados de la amnesia y que los huevos de la serpiente anidasen tanto en el útero salvaje del pueblo como en los bolsillos sin fondo de un puñado de hombres tan tranquilos y correctos. No, todavía no sabía que el timón de esta historia estaría bajo el mando de unas manos asombrosamente diseñadas para la muerte, ni que todo este terror serviría para que este insomne acabara escribiendo, con un infinito desdén y un esmerado sosiego: "consérvate bueno, consérvate bueno." ¡Ah sí, ahora ya caigo! La vida...
la vida es una herida que no duerme.
en su humilde sudario de piedras y cantos:
dejemos ahora que los habitantes del mar
velen su alma y su memoria,
que en vida él mismo ya cuidó su cadáver.
¿Lo has oído? Sí, un golpe seco y veloz
como el recuerdo de los vencidos,
mudo como el grito de un ahogado.
en qué va a pensar, en su piel ya sin leyes,
en su corazón de granizo, su envite y su renuncia
o tal vez resuene en su cráneo como un disparo de fuego
el nombre de una mujer que bien pudiera ser el tuyo
y así, tú lo sabes, no hay forma de contar.
no sé, quizá no vea nada ni anhele
siquiera ese último deseo del condenado,
pero al menos podría encender un cigarrillo,
dudar un instante, aspirar hondo y contar.
¿Hasta diez dices? Qué más da,
que cuente su infierno pero gane el fuego,
que supure esa herida y grite cuanto deba
para saciar el precio que la vida cuesta.
que se arrima al último abismo,
míralo bien y dime si alguna vez
supiste de él, de su empresa y de su miedo,
pero... espera, ¿qué está haciendo?
puñal de soberbia o ira de tu vanidad?
que a una hora y en un lugar
sólo queda la leve ventura
de entregarnos al olvido,

Poema inicial del libro Fundición, Algaida Editores, 2008

Del mismo poemario:

Retablo de los duelos, 1990

Javier Lasheras (Don Benito, Badajoz, 1963) ha publicado, entre otros, los libros LA IMAGEN DEL POEMAPoemas (Premio Asturias Joven de Poesía, 1990), La paz definitiva de la nada de Martín Huarte (IX Premio Feria del Libro de Madrid, 2000) y El amor inútil (2004).

Viena, 2013.© Foto: CM.


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