Revista Talentos

La màs maravillosa de las maravillosas historias de amor (capítulo 3)

Publicado el 22 octubre 2014 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro
Llegamos al tercer capítulo, clave. Ustedes estarán decidiendo si seguir adelante o comprar un libro de autoayuda. “Este pibe es un plomo 3 capítulos y ni siquiera atisbos de que avance”.  Paciencia, recuerden que lo importante es el cómo y en ese cómo las primeras semanas son siglos, los años del medio pasan volando y las noches del final llevan una carilla cada una.  Si usted es ansioso, como aquel que le aburre un partido de futbol si no hay goles, ponga este libro en la biblioteca, repisa o donde prefiera y hágase el que lo leyó. Total si le preguntan como termina ya sabe que Virginia me dejó. Si elije esta opción le pido que sea consecuente y no vea el crecimiento de sus hijos, que pague prostitutas , que abandone su trabajo y busqué uno de gerente. Para usted los caminos no significan nada.
Insistí. La palabra quedó flotando en mi cabeza durante los dos ultimos días (en los que terminé el primer escrito de mi autoría, ese que estoy buscando todavía). ¿Cómo insistir sin ser un pesado? ¿Como insistir si ni siquiera había dado el primer paso? ¿ Cómo superar la verguenza que le había generado a la vir? El consejo de mi Tito no fué de ayuda. Tal vez si le hubiera explicado mejor, si le hubiera robado cinco minutos de conversación a Racing. Cinco minutos menos no le iban a cambiar la vida a la Acadé, creo que ni un exorcismo podría cambiar a ese club meado por elefantes.  La búsqueda de respuestas fue infructuosa, lo mejor que se me ocurrió fue regalarle un ramo de flores. Jamás lo iba a hacer, las flores las regalan los infieles y los culposos según repetía mi tío Alfredo cada 21 de septiembre en el bar de la plaza donde pasaba sus tardes ahogándose en caña Legui.
¿Dónde encontré la respuesta? En la biblioteca de la abuela. La tenía el amigo Milan Kundera con su levedad y su peso. Cabe aclarar que para mí lo deseable era el peso , estaba enamorado. Quería todo el peso de Virginia sobre mí. Y si para mi lo deseable y lo bueno era el peso, para que nos complementáramos Virginia debía tener la levedad. A este razonamiento sumé argumentos incontrastables como que la mujer quería ser libre tras tantos años de opresión cuidando a los chicos y que cuanto más leve más flaca cosa que para las mujeres era lo más deseado en tiempos de barbies y capitalismo salvaje. "Flaco lo que planteás es una falacia" me gritan desde la tribuna académica y me tiran con de todo: con Nietzsche, Kant, Hegel y hasta con Weber que andaba dando vueltas por ahí. Les pido que me disculpen, sólo terminé el secundario y muchas cosas de las que me dicen suenan difíciles y deben tener razón pero en ese momento la falacia que ustedes marcan me pareció tan salvadora como la idea de pedir consejo a Tito. Cuando uno se ahoga en un vaso de agua, cree que un barquito de pan sirve para zafar.
¿Cómo obtendría Virginia la levedad?  ¿Como haría yo eso? ¿Partiendo de una mentira, como parten el 80% de las relaciones felices?. Con lo que sea era la respuesta a todo. Estaba enamorado y si hay algo que nos han enseñado las películas de Hollywood es que un hombre enamorado puede más que mil armas nucleares. Lo más probable iba a ser la mentira. Si fuera con la verdad no tendría chances ya que yo , como Tito cuando joven, no tenía mucho que ofrecer. Ahora me quedaba por averiguar sobre Virginia y su peso. Quién podía saber más sobre Virginia que alguien que fue amiga de chiquita: Noelia, la nieta de Ana María.
Me fuí a la casa de Noelia con la excusa de que la jovata me cosiera un disfraz para Carmela. Ah, la vieja era costurera. Llevé una bolsa de arpillera, una pluma y retazos  de tela de colores que había en una valija en el fondo de casa para hacer un disfraz de Indiecita.  En el camino pasé por la puerta de lo de Macías que me gritó “para eso sí tenés, pero los bombones los dejás de araca”. Sonreí  de punta a punta y seguí caminando . Entré en la casa y le conté junto a un vaso de jugo Carioca lo que necesitaba a Ana Maria. Le dije que era urgente, rezongó y arreglamos un plan de pago: $ 50 a través de un pago semanal de $5. Carmela debería dejarse de joder con los dientes por un mes o mas, espero que el disfraz la convenza. Acepté y mientras la vieja se iba para la maquina de coser aproveché para salir al patio, donde Noelia estaba lavando ropa, para fumarme un cigarrillo en la espera. 
Noelia estuvo contenta de verme. Me preguntó por Carmela, la Abuela y Papá. Hablamos del calor, de los que se habían mudado y finalmente me dió pie para hablar de la Vir. Solita dejó escapar la clave:  “Hace mucho que no la veo a la Vir  desde que sale con Matías que no se junta con las amigas, la ultima vez que me la crucé estaba con los ojos tristes. Igual que cuando le atropellaron al michifuz panchuli”.
La respuesta me dejaba servido el plan en bandeja. Debía sacarle a Matías de encima. No mentiré, pensar que el sucio mecánico la tocó me dió mucha angustia. Esa angustia que hacen que los brazos se sientan livianos y la respiración se alargue.  Estuve en una nube o algo gomoso por un minuto. Me devolvió a tierra el grito de Ana María. “Pibe Venite mañana, que empieza Johny Allon y no tengo más ganas de coser”. Encaré para la puerta, ya tenía la información necesaria. Le dí un beso a Noelia y la mano a la vieja, si hay algo que repetía Tito era que a las viejas no se les daba beso.
La tarde se puso dulce, yo tenía una esperanza.

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