Revista Diario

La Médium

Publicado el 31 agosto 2019 por Eli Rodriguez @elirodriguez07
Constanza llegó a la edad del poco tacto con las personas sentimentales, poca paciencia con la humanidad en general y cero ganas de aparentar simpatía con la gente que le caía mal, que eran muchos y aumentaban cada día; había desarrollado una intolerancia al drama que su Doctora de cabecera denominó gastritis; podía sentir desde el primer contacto humano la mentira, la ira, la envidia y la vanidad en las personas, no tenía filtros, veía la verdad en todas las cosas sin anestesia.

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No siempre fue así, hubo un tiempo en el que podría decirse que era una persona casi normal cuya máxima aspiración era tener un novio con auto, viajar con las amigas a Cancún en las vacaciones de verano, tener siempre 50 kilos, eso y una familia con esposo, hijos y perros; al final su peso subía y bajaba sincronizadamente con la cotización del Dólar, a lo más lejos que llegó fue a Salvador de Bahía de Todos los Santos con sus amigas y fue en ese viaje cuando su vida dio un giro copernicano, su amiga Carolina sobornó al guía turístico para que desvíe el itinerario oficial hacia los templos yorubas.Fueron a parar a un *Terreiro, un extraño lugar con enormes señoras vestidas de blanco que se movían siguiendo el ritmo de los tambores fue lo último que recordó de aquel lugar, sus amigas le contaron que habló horas con una Mae hasta que perdió el conocimiento, se despertó en el hotel de 3 estrellas al día siguiente y desde ese día nunca más pudo vivir una vida filtrada, los siguientes años fueron una sucesión de sacerdotes, novenas y psiquiatras que la medicaban para no ver y sentir nada, era lo único que funcionaba para mantenerla alejada de los muertos y los vivos, hasta que comenzó a trabajar en el Banco y dejó las pastillas para no sentir ya que necesitaba tener todos sus sentidos alerta, pero con el tiempo su intuición se había vuelto tan precisa que su consejo era requerido para cualquier toma de decisiones de los directivos de aquel prestigioso banco, sabía con exactitud quién era quién, quién andaba con quién y quién quería con quién, aprendió entonces a utilizar su don a su favor con el único objetivo de supervivencia laboral y funcionaba bastante bien, aunque no era feliz y lo sabía.Así fue como aquel inolvidable Martes 13 la encontró como todas las tardes sentada en el mismo banco de la plaza enrejada donde tomaba mate todas las tardes con frío o calor, era su momento Zen que consistía en sentarse y pensar en nada, mantener la mente en blanco hasta que termine el agua del mate, pero ese día el ambiente estaba inusualmente cargado de euforia que disonaba  con su ensimismamiento por lo que forzosamente comenzó a observar la caravana que seguía a la Selección Nacional que iba raudamente al Estadio de Fútbol y del otro lado los universitarios que planificaban nuevos escraches a sus directores acusados de corrupción; pensó que tal vez no fuese el mejor día para tomar mate en la plaza, pero de todos modos volver a su departamento del séptimo piso donde lo único que la esperaba eran cálculos aburridos de la oficina la disuadió de abortar su ritual del mate.Una yuyera que volvía del Mercado 4 se sentó a su lado a ordenar sus bolsas antes de regresar a su casa, cuando terminó su menester le dijo en guaraní: Che rajy rejapova'ekue ne rembiapo ko yvy ape ári, revy'a hagua (hija tenés que cumplir tu misión en este mundo para ser feliz) y se levantó con sus bultos mirando la parada del bus, metió su mano libre en el bolsillo de su viejo delantal y sacó una hoja de laurel, la miró a los ojos llenos de infinita ternura y le dijo: mi hija, poné esta hoja debajo de tu almohada, vas a soñar y acordarte de todo. Constanza se quedó mirando el laurel fijamente y decidió hacer caso a la yuyera por si acaso; pasó una noche, dos noches y nada, no se acordaba de ningún sueño llamativo, tal vez su espantosa alarma asustó los sueños proféticos, en fin, la rutina siguió implacable, no volvió a ver a la yuyera y la plaza enrejada volvió a ser el espacio silencioso en el que su alma encontraba algo parecido a la paz.Después de 2 lunas dejó de torturarse con la hoja de laurel, en un arrebato le prendió fuego y miró las chispas que saltaban de la hoja seca, en ese momento aceptó su Don y recordó su misión. No dejó su trabajo en el Banco ni fue al Himalaya a buscar respuestas, tampoco colocó un anuncio en el periódico ofreciendo sus servicios de Médium, no hizo falta; comenzó ayudando a sus amigos y familiares con sus penas y enredos con el más allá y con el más acá, su trabajo era discreto y sin pretensiones; en su caminar conoció muchos Maestros que la ayudaron en su proceso de servicio, algunos eran unos chantas, otros muy sabios, de todos aprendió algo y vivió el resto de sus días ayudando a las almas de todos los planos. *Terreiro: templo de religiones afrobrasileñas como la Umbanda y el Candomblé.

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