Revista Literatura

La piel líquida

Publicado el 21 noviembre 2011 por Teorema

LA PIEL LÍQUIDA
Si estuviese ante un lago golpearía la piel del agua para hallar respuestas pero no me gustan las aguas quietas ¡a saber qué habrán hecho para estan tan calladas! Mejor que suba en mi la marea como en la playa. Siempre el mar. No logro desprenderme de esos movimientos marinos que liberan sombras. Y las sombras, ya se sabe, sólo producen sed.
Tampoco ninguna ola se asemeja a otra aunque descanse en la misma orilla. No quiero preguntar. No suelo hacer muchas preguntas. En mi mundo nunca se interroga a un hombre conmovido.
Yo estaba en el apartamento de mi madre probándome una camisa blanca aún sin planchar. Mi madre dijo:
- Ese barco lleva en el agua más de dos horas, flota, chapotea, y se sumerge con las olas. ¿crees que debo llamar a los bomberos?
Miré y sólo ví el mar que debía estar muy salado a esa hora de la mañana, mar cobalto y arenas blancas.
- No es un barco. Es un cuerpo joven, un muchacho.
¿Muerto acaso? mi camisa blanca aún sin planchar y yo muerto de calor, pero al menos no muerto en ese mar tan yodado y salobre. ¿Y si fuera un barco? si verdaderamente es un barco o un cuerpo ¿quién me lo envía? Yo me baño a menudo en ese mar sin respuestas pero hoy sólo he venido a que mi madre me planche la camisa. Ella es minuciosa con la plancha y el barco-hombre.. ¿se está muriendo minuciosamente? ¿por qué frente a mi?
- No debí decirte nada, dice mi madre sin levantar la vista de la plancha, te oigo respirar y no son las olas.
Y luego acaba su labor, y me ayuda a colocarme la camisa y me besa, Y me besa porque percibe por el cuello aún desabotonado de la prenda un aroma a pan recién hecho. Como si ella misma me hubiese amasado y horneado.
- No tomes mucho el sol, Teo. Somos de piel muy blanca, mejor un tono dorado.
- Tienes razón, es un barco.
Pero sigo mirando por la ventana. No consigo apartar la vista de ese cuerpo-barco cuya presencia en el mar convierte este hecho en un simple y liviano juego de existir. Veo su sexo en proa rasgando con un escalofrío la superficie verdosa y azul. Así nace el deseo... como filo cortante sobre la seda inmóvil.
El cuerpo regresa a la arena. Pero nada digo. Está desnudo y brillante de agua y de sal, y de sol. Ha superado un reto. Un desafío tan humano como el propio existir. Como esa piel de agua que respira a sus espaldas.
- Voy a avisar a los bomberos para que te quedes tranquilo.
- No hace falta. Ya se ha ido.
Mi madre imperturbable me pregunta si la camisa debe ajustarse tanto. Le respondo que sí, que la camisa debe verse ajustada. En ese momento mi cuerpo se sentía vacío de brazos y abrazos. Estaba atónito por ver a ese barco convertido en cuerpo saliendo del mar. Pálido en mi camisa blanca recién planchada.
- Qué guapo estás. Pareces un novio.
ILFRITT



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