la residente...

La luz crepuscular, comenzaba a filtrarse sin entusiasmo, entre el lino artesanal de la ventana, hasta rozar tímidamente sus pies descalzos.

Triste, apagada y sola, ya no le quedaba nada del valor residual, para continuar conviviendo con sus fantasmas. Desde el cercano pueblo de Deià, el bronce de la torre del vetusto campanario, sonó seis veces. En menos ocasiones- pensó – de las oportunidades que he desperdiciado en mi vida hasta hoy.

Su pupila, se recreó por un instante, en admirar las imágenes que se superponían entre el horizonte azul y el verde de los límites del pequeño hotel donde se hospedaba. Únicamente la sacó del trance , el norme gato marrón y blanco que parecía, la hubiese adoptado desde que llegó la noche anterior.

Simulaba feliz pese a su presumible castración, arrullándose con deleite y verdadera devoción por si mismo, hecho un ovillo sobre la hamaca de la terracita contigua. Mientras le observaba, sus ojos se encontraron y por un segundo creyó ver en la mirada del felino, la voluntad que a ella le faltaba… De improviso, con un ágil brinco, desde el muro de marés, se precipitó hacia el mundo exterior.

Ángela, estiró el cuello en un impulso, para poder ver más allá, pero el frondoso macizo de hortensias y la rapidez con que las sombras reclamaban su espacio, no se lo permitieron.

Decidió darse un respiro e intentar disfrutar mínimamente, lo que quedaba del día. Hoy gatito - dijo en voz alta- creo que voy a aceptar tu invitación y bajaré a cenar.