Revista Diario

¿La sangre es ácida?

Publicado el 29 junio 2011 por Negrevernis
¿La sangre es ácida?
Me gustan las cerezas, y las picotas -que son como sus primas, pero sin rabito. Y no es por su cúmulo de sanísimas propiedades -dicen, porque, ya se sabe: si no le gusta a un niño, es que es sano-, su colección de vitaminas y antioxidantes, su valor depurativo, su ese de antioxidante, sus propiedades contra la artritis o el reúma. Ni porque, si yo tuviera un endocrino de vida normalizada, me diría que comiera muchas para atacar la celulitis, reforzar mis vasos sanguíneos y saciarme de una vez por todas sin mirar con ojos ansiosos la puerta de mi nevera -promesa constante de sabores prohibidos.
No.
Me gustan las cerezas -y sus primas, las picotas- porque en las bandejas del mercado brillan como rubíes bajo la luz artificial de la sección de frutería y adivino su tacto suave y redondeado bajo su poco ecológica banda protectora de plástico. Sé a ciencia cierta que un mordisco rápido dañará la piel suave, uno más lento hará que sangre entre lengua y paladar, líquido ligeramente ácido, crujientemente dulce.
Hoy me regalé medio kilo de picotas -no había de sus primas, las cerezas-, tal vez de las últimas ya de la temporada, hijas -no sé- no reconocidas de algún invernadero. Y me dedicaré a ellas con tesón y empeño meritorio mientras estreno mi segundo libro de la temporada de verano.
¿La sangre es ácida?

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