Revista Diario

La sirena

Publicado el 31 enero 2011 por Julio
La sirena
Hoy es el último día que debe ir al psicólogo pero no quiere levantarse de la cama, no quiere explicarle los sueños que últimamente está teniendo, lleva varios días de terapia ocultándoselos pero teme que sufra una de esas “crisis” en la consulta. -No estoy loca.-Se repite una y otra vez, la misma frase que se repetía justo hace un año cuando empezó la terapia. Esa  es la razón por la que decide abandonar la última sesión, no quiere volver a encerrarse en aquel lugar, no quiere volver a vivir lo que todavía esta intentando olvidar. Su madre la internó en un “loquero”, como ella lo llama y siempre le ha gustado que lo llamen, por sus tendencias suicidas desde muy temprana edad. Se recuerda con catorce años cuando en un descuido de su madre, alcanzó el armario de los medicamentos y arrasó con todos los frascos que había allí guardados. Esboza una tímida sonrisa al recordar la risa que brotó de la boca de su madre cuando la descubrió tomándose decenas de pastillas para la tos y vitaminas.-Con eso lo único que vas a lograr es un dolor de tripas que te durará varios días-Le divierte el recuerdo pero sabe que desde aquello todo fue a peor, nunca se lo ha contado a ningún médico que ha llevado su caso, ese incidente la dejó marcada. Fue una llamada desesperada de atención, una forma de explicar sus miedos, su situación y lo único que recibió fue la risa burlona de una madre que se quedó impávida ante una joven que en un acto de rebeldía quería acabar con su vida. Siempre la dio miedo de explicar con detalle lo que la pasaba desde muy temprana edad.A ese intento le siguieron otros muchos cada uno más patético que el anterior, hasta el 12 de Agosto del año pasado, cogió unas tijeras y frente a toda su familia reunida alrededor de la mesa del comedor se rebanó el cuello. Estuvo catorce días en coma, catorce días que ella recuerda como los mejores días de su vida por el hecho que no existieron para ella, las voces de la cabeza por fin quedaron apagadas, no se vio sumergida en lo que todos llamaban los delirios de una chiquilla. Le diagnosticaron esquizofrenia, le encerraron en un psiquiátrico y le dieron descargas eléctricas durante dos meses, pero ella seguía viendo su mundo, ella nunca creyó que estaba loca, es más, siempre ha pensado que el mundo que todos vivían era para volverse loco, el suyo era cómodo, era el suyo.-No estoy loca, lo veo, lo siento, no estoy loca.-Desde muy pequeña veía cosas que los demás no veían, todo el mundo lo explicaba con una frase que no la gustaba nada, “qué gran imaginación tiene la niña”, por eso empezaron a llamarla Sonia la cuentista, e incluso la Sirena.Intentó muchas veces sin lograr ningún resultado, explicárselo a sus padres, a sus hermanos, pero todos le tomaban por loca, el diagnóstico le enterró toda esperanza de que volviesen a creer en ella.Su mundo se fue apagando poco a poco mientras se iba convenciendo de que todo lo que los demás decían era verdad, que ella no podía ver el mar inundar su cuarto, no podía sentir el agua rozar su piel, no podría trasformarse en un ser acuático, no podía, no podía, no, no,  no, tanta negación acabó por negar completamente toda su existencia.Se había calmado en el año que ha pasado de terapias, pero hace exactamente un mes, estaba comiendo en el salón de su casa junto a sus padres y de repente, todo se cubrió de una capa azulada, ella disimuló, cerró los ojos y al abrirlos nada había allí, lo dejó pasar, hasta que una semana después, caminando por la calle de vuelta de la sesión con el psicólogo, comenzó a ver crecer algas de la acera, algas que iban enroscándose en las piernas de los transeúntes, cerró los ojos y al abrirlos, nada estaba allí, pero algo extraño quedó de esa segunda experiencia, el sabor a sal, un sabor que aún hoy mantiene en la boca, un sabor que no se le despega del paladar.Se levanta de la cama y decide llamar al psicólogo para informarle que no se encuentra muy bien y que le gustaría dejar la consulta para otro día o que si él lo cree oportuno, dar por concluida la terapia, ya que él mismo ha escrito informes muy favorables de su estado de salud. Para su sorpresa, consigue que el psicólogo le dé la razón y le diga que en breve recibirá el documento con su alta médica.Decide salir a pasear con su madre, en mitad del camino, comienza a sentirse extraña, es como si comenzara a deslizarse, no pesa, le dice a su madre que se vuelve a casa, que no se encuentra bien, corre a resguardarse de las miradas de los demás en un parque cercano, corre, casi vuela, mientras siente que todo se inunda de agua, agua que atraviesa con fuerza los árboles, la arena, las flores, todo se tiñe de azul y ella siente que puede volver a respirar, siempre se sintió cómoda rodeada de agua, al menos de lo que ella siente como agua. Nada, bucea, curiosea, la gusta ver las cosas cotidianas bajo su propio mar, los coches, las personas que siguen caminando en su fondo marino mientras ella les sobrevuela en una danza hipnótica con el agua, baila con el mar, sube con fuerza a la superficie y de puntillas comienza a dar vueltas enroscándose las olas a su cuerpo, elevándose, mezclándose con la brisa para acabar rompiendo y convertirse en espuma.Abre los ojos, todo sigue en el mismo lugar, vuelta a la realidad, al menos a la que le dicen que debe ser.Corre a casa, no quiere repetir la experiencia y correr el riesgo de que alguien la vea y se lo diga a sus padres, no quiere volver a encerrarse ahora que puede lanzarse de cabeza a la vida y bucear a contracorriente. Mientras camina a su casa decide que no quiere vivir más encerrada en la realidad que todos quieren para ella, necesita vivirse en libertad.-Mamá, quiero irme a vivir a casa de la abuela, nadie vive allí, me gustaría empezar de cero, demostraros, no, demostrarme que puedo vivir sola.-Pero hija, ¿no crees que es un poco pronto? Hoy mismo te han dado el alta médica, ¿no crees que deberías esperar un par de meses?-¿No confías en mí?-No estoy loca, naufrago en mi profundidad, nunca más volveré a cerrar los ojos.-Se lo dice mirando fijamente a la persona que la mira en el espejo, es preciosa, admira su piel verdosa con brillos dorados y plateados, el pelo se enrosca en el viento, queda suspendido, ondeando en la nada, danzando en el vacío, los ojos son profundos, inundados de un azul cielo que iluminan toda la habitación, de sus labios nace una sonrisa magnética, no puede parar de mirarse, se da la vuelta y por la ventana del salón ve el mar, por eso la gusta la casa de su abuela, apartada, lejana, incrustada el final de un bosque y en el principio de la playa, allí puede ser ella.Se acerca a la ventana y comienza a sentir la sal en el aire, al fondo el sol va siendo engullido por un mar voraz, un mar en calma que le llama en cada marea, pronuncia su nombre, la arrastra. Es liviana, no camina, se mueve por la atracción de su hogar, las olas juegan a recibirla, cada vez más grandes, cada vez más fuertes, son gritos que a ella la hacen olvidar, cierra los ojos pero esta vez es para sentir con más detalle la fuerza de las olas que rompen en su cuerpo, ríe, baila, gira, grita, vuelve a abrir los ojos mientras poco a poco va introduciéndose en un mar que la recibe con un abrazo cálido, que crece inundando toda la realidad que a ella le parece tan irreal, respira hondo y mira a la superficie sintiendo que allí arriba sólo hay oscuridad, cierra los ojos  de nuevo hasta que siente el abrazo profundo de la luz, se deja llevar a su interior, por fin naufraga en ella misma, convertida en marea, zarandeada hasta las profundidades de su propio ser.No la volvieron a encontrar, la sirena ahogó su voz, ya no canta, quedó varada en el silencio, eternamente danzando con las olas de su propio mar. Magnífica ilustración de "La Iguana" , todo el relato es inspirado por ella, gracias por dejarme escribir con tus ilustraciones. Si quieren saber más sobre ella:

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