Revista Talentos

Las altas sombras de las montañas

Publicado el 12 febrero 2012 por Franciscogarciajurado
Las altas sombras de las montañasUn joven muchacho estudia latín en Ginebra (en la fotografía) durante los años de la Primera Guerra Mundial. Esa mañana fría de enero ha comenzado a estudiar y a memorizar la primera bucólica de Virgilio. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
Dos cosas le han llamado la atención, y ahora las va recordando al tiempo que camina de regreso a su casa, cerca de la Iglesia rusa. Ha leído un verso, "lentus in umbra", y el profesor le ha comentado que aquí el adjetivo significa "relajado". También le ha conmovido el final de la obra:
Et iam summa procul villarum culmina fumant
Maioresque cadunt altis de montibus umbrae.
Recuerda de memoria estos dos versos, al tiempo que los traduce para sí en castellano: "Y ya humean a lo lejos las chimeneas de las casas, y grandes sombras descienden desde los altos montes". Desde Ginebra, el niño puede ver esos mismos Alpes que Virgilio evoca en su égloga. Ahora comprende mejor la belleza de las tardes, con una luz dorada que a menudo le causa una rara sensación de tristeza. Qué bello final, piensa para sí, cuántas sensaciones. Al cabo de unos años, este adolescente será ya un prometedor poeta, y publica "Fervor de Buenos aires". Allí seguirá pensando que "lentus" no siempre es "lento", y no olvidará las altas sombras que caen de los montes al atardecer. En el poema “Rosas” dirá:
"Como la sombra de una montaña remota" (v. 12),
y no contento con esta mera imagen, en su poema “Jardín” hablará de:
"Los estériles cerros silenciosos
Que apresuran la noche con su sombra" (vv. 10-11)
Y el "procul" latino ahora se convierte, en su poema “Caminata”, en pura "lejanía":
"Olorosa como un mate curado
La noche acerca agrestes lejanías" (vv. 1-2)
La tarde, la lejanía y la sombra. Virgilio se convierte aquí en algo más que una mera referencia literaria. Ahora somos los lectores los que encontramos la felicidad al reconocer a Virgilio tras estas imágenes poéticas. Descubrimos también la exquisitez de la lectura atenta y vivida. Nos vamos a convertir en algo más que meros lectores. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO

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