Revista Talentos

Las apariencias engañan

Publicado el 01 diciembre 2014 por Isabel Topham

Paseaba por la ciudad con prendas de vestir viejas, mugrientas y rotas a la par llamativas para todo aquel que pasase por su lado. Sin embargo, no apestaba ni desprendía un fuerte olor que su alrededor tuviese la necesidad de hacer alguna mueca con tal de no percibir su higiene. Llevaba una melena prácticamente por la cintura, y portaba una barba desaliñada desde hace semanas. Siempre iba solo, y nadie tenía intenciones de entablar conversación con él ni parecía importarle. se consideraba tímido y de personalidad introvertida, e incluso en la mayoría de las veces su locura lo llevó a hablar solo por la calle, a la vista de cualquiera. Mantenía conversaciones agradables e interesantes consigo mismo, y señalaba con el dedo a todo cuerdo que se sorprendiese de su realidad. Aún así, aparentaba no estar preocupado por las reacciones de los demás y siguió su propio instinto; a pesar del miedo que padecía en su interior. En cambio, en el fondo sentía la inquietud de tener un amigo, a alguien en quien confiar y compartir largas noches entre penas y alegrías. Nunca antes ha tenido nada parecido, pues su físico creó bastante dificultad a la hora de crear un vínculo de amistad o cualquier otro tipo de relación. Llegaba a casa siempre en silencio y sin formar ruido para no molestar a su familia, a la cual se unía al cenar y, una vez terminada la cena, se iba a dormir, cabizbajo e impotente, con lágrimas entre sus ojos y confesando al tiempo su necesidad de querer ser como los demás, maldiciendo sus palabras. Vivía en un chalet de dos plantas y en cuyo interior portaba todo tipo de lujos que no pasaba desapercibido ante nadie, ni vislumbraba a la vista.


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