Revista Literatura

Liberación-2

Publicado el 20 febrero 2014 por Xabelg

Liberación-2
Terminaba la jornada de aquel día, sin apenas clientes ya. Los que habían venido antes, ya lo habían hecho con su compra decidida desde casa, sabían exactamente lo que querían, y no daban problemas. Nico sonrió al pensar en  la chica del Iphone, recordando  que los Iphones no tenían tarjeta de memoria, sólo funcionaban con la memoria interna, por la que la sonrisa se transformó en discreta risa al imaginarla estrellando el móvil contra el suelo, para buscar una tarjeta que no encontraría.
Alrededor de la una, Sergio, su jefe, emergió de la trastienda, de hacer sus cosas. En la trastienda, tenían algunos ordenadores propios, y otros que los clientes llevaban, para que les cambiaran el sistema operativo. Era habitual allí que se hiciera eso, puesto que tenían un servicio gratuito de migración de Windows a Linux para clientes, además de rootear dispositivos Android, lo que era legal si no se cobraba por ello. Allí lo hacían como reclamo para captar nuevos clientes.
Sergio miró su reloj y se dirigió a Nico:
-La una y cinco ya, hora de irse a casita, no te parece?
-Si, ya no hay nada más que hacer hasta por la tarde.
Sergio era su jefe, pero casi se podía decir que su socio. Nico había puesto todo su empeño en que el negocio fuera bien, y seguía haciéndolo, como si fuese suyo. Además, tenían casi la misma edad, lo que facilitaba la confianza entre los dos, creando un buen ambiente, y haciendo que todo marchara bien.
Nico se fue a casa, a comer, y a sentarse un poco en el sofá, estar un ratito ahí tirado le sentaba bien, mientras consultaba el correo. Pensó en si el golpe del día anterior le había soltado algún tornillo, se sentía algo distinto, quizá menos comprimido. Pero si había sido el golpe o no, no importaba mucho en realidad,puesto que no se estaba volviendo loco ni nada por el estilo. En realidad, se estaba volviendo cuerdo. Lo demencial, pensaba, había sido todo lo anterior, callar o dirigir palabras amables ante bravuconas tonterías a las que estaba expuesto todo el tiempo. Mejor así, hasta la fecha, no le había reportado nada especialmente positivo el ser educado. Solo le había servido para ir consumiéndose poco a poco  en sus cortesías y silencios, como un cigarrillo que se fuma el viento. Decidió que iba a seguir adentrándose por ese nuevo camino, que no podría ser peor que todo lo vivido. Con esos pensamientos, se fue quedando dormido en el sofá, con el móvil en la mano.
Se despertó  una media hora después. Además del móvil, tenía la tele encendida, con los concursantes de Saber y Ganar esforzándose por no quedarse atrás en la competición cultural que disputaban, que pena que en el día a día fuese todo lo contrario, se dijo a si mismo.
Se levantó, y se fue a tomar un café para despertarse del todo, antes de ir a trabajar a la tienda, para lo que quedaba casi una hora. Una dosis de cafeína, le animaría la tarde.
A esa hora, no había demasiada gente en aquel bar, con lo que podría tomar el café sentado tranquilamente en una mesa, en lugar de tener que hacerlo de pie en la barra. Mucho mejor, ya tendría horas para estar de pie.
Era el Imperial, una cafetería de barrio, con un pretencioso nombre. Un local no demasiado grande, y con una barra de madera. Era uno de aquellos lugares, en los que como tantos otros, sólo se llenaba por completo para los partidos de fútbol y poco más.
La camarera de ese mes, puesto que todos los meses parecían cambiar, tenía gesto entre aburrido y enfurruñado. Se notaba que no deseaba trabajar en aquel lugar, pero la necesidad obligaba.
Se sentó a la mesa con el café y el periódico, para hojearlo, y pasar un rato a solas consigo mismo, y con tranquilidad. Habían pasado apenas cinco minutos, cuando una voz interrumpió su inmersión en la prensa del día:
-Nico!
Esa voz... le resultaba conocida, desafortunadamente conocida. Era Igor, un pelmazo, un triste personaje fuera de la realidad que se dedicaba a contar sus penurias a todo dios. Algunos incluso le instaban a ello, lo que no era el caso de Nico. Igor siempre andaba tirando piedras en su propio tejado en un estúpido empeño de dedicarse a cosas para las que no servía. Como algunos burlonamente le alababan y animaban, Igor había acabado creyendo ser un gran artista polifacético. La realidad no podía ser más opuesta. Su aspecto no le ayudaba demasiado, con un pelo apelmazado y duro, igual que el de algunas razas de perros. El color de sus ojos no se distinguía bien, difuminados por  una mirada demente, y con un rostro aderezado con una perenne sonrisa bovina, como si estuviera fumado las 24 horas del día. Para rematar una perilla de chivo, larga y despeinada, apuntando en varias direcciones a la vez, toda una caricatura del ser humano.
Su personalidad, era la de un reprimido infantiloide, atributo que no inspiraba confianza, y menos cuando abordaba a alguna chica, que huían de el como de la peste, intuían que bajo su patética máscara, ocultaba un maniaco sexual en potencia, lo que hacía de Igor un onanista recalcitrante. Para el consuelo de Nico, al menos, ese día, no iba en chandal, como era costumbre en el, lo que le confería un aspecto de yonqui terminal.
-Nico, que tal va todo?- insistió Igor
Nico no pudo escaquearse y se giró, mirándole directamente, y maldiciendo mentalmente al plasta cabrón aquel.
-Pues nada, Igorcete, aquí tomando un café antes de ir a currar, como puedes ver.
-Ah, pues yo estoy metido en nuevos proyectos, que....
Ya estaba, otra vez, con el puto rollo de siempre, y eso que Nico, no le había preguntado ni que tal estaba, para evitarse el repertorio del cretino aquel. No tenía ganas de aguantarle un coñazo de media hora, y luego entrar a trabajar, y aguantar a algún cliente quisquilloso, de modo que lo frenó en seco:
-Oye, perdona que te interrumpa, pero cállate de una puta vez con esa mierda, tengo un proyecto espectacular para ti.
-Ah, si?... Cual? Dime, dime...
-El proyecto se llama buscar un trabajo para el que valgas, como camarero o albañil, ya que aunque te digan que eres bueno en lo que ahora haces, para descojonarse de ti, por supuesto, la verdad es que eres malo de cojones, tio. No tienes ningún talento para esas cosas, lo que escribes da ganas de vomitar, hasta un bebé lo haría mejor.
-Eh, no seas cabrón, de momento sigo adelante en...
-Ya se que sigues con eso, pero porque no cobras, porque lo que tu haces no vale un duro. Piensate bien si seguir así, porque ya pasas de los 30, y laboralmente estás de mierda hasta el cuello. Eres como un opositor a la indigencia con grandes posibilidades de obtener plaza. Como te digo, yo en tu lugar me lo pensaría muy bien antes de seguir haciendo memeces. Y me voy, que tengo trabajo que hacer, adiós, majete!
Nico lo dejó, sin esperar respuesta, tras liquidar el café de un trago, y dejando a Igor lloriqueando o rabiando, lo que le diera la gana, pues sabía que tenía razón en lo que le decía. Y además, estaba ya hasta los cojones de tener que contenerse, y dedicar palabras educadas a gilipollas que iban por ahí avasallando sin saber hacer la o con un canuto, capullos redomados que cavaban su propia tumba y encima querían ser aplaudidos públicamente por ello.
Al llegar a la tienda, sin saber bien por que razón, le entraron ganas de encontrarse con el próximo mongólico  al que fustigar con su lengua, pues experimentaba un indescriptible placer con ello. Ese día, para Nico, comenzó oficialmente su guerrilla privada. Volvió a reír ante la idea.

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