Revista Talentos

Llamada de whisky barato

Publicado el 26 septiembre 2015 por Baurk @d3rbaurk

Beneficios del whisky 2– Hay que hacer algo con la plaga del tabaquismo, debemos actuar, sigilosamente.

– ¿Que propones? – lanzo la pregunta con miedo, tratando de desentrañar los pensamientos del interlocutor al otro lado del teléfono.

– Las campañas no son suficientes y subir el precio no es soluciones. Los medios alternativos, son en la mayoría de los casos insuficientes, por no hablar de los fracasos alternativos al propio cigarrillo. Debemos actuar, de manera más proactiva.

– No te sigo

La confusión le asaltaba. ¿Más proactiva?, que puñetas quiere decir. Llevamos años trabajando en campañas y medidas para evitar esta plaga, hay una industria tras la industria del tabaco, que quiere acabar con el tabaquismo, pero todos sabemos que esto no tiene fin, debido a que la industria contra el tabaco se alimenta de la industria del tabaco y sobre todo, de la gente ‘yo-yo’, esa que deja el tabaco, recae en el tabaquismo y así, ciclo tras ciclo.

– Muy simple, si no hemos podido con campañas agresivas y menos, con alternativas al tabaco no nocivas, solo nos quedan dos opciones: matar a la planta o a la gente.

Enmudeció completamente. Conocía los asesinos en serie, conocía el genocidio, pero su interlocutor buscaba entrar en la historia negra, las más terrible, erigirse al lado de Joseph Mengele, Hitler, Pinochet o cualquier otro genocida que nos ha dejado la historia. Estaba loco, sin duda.

– Creo que se te ha ido completamente la cabeza. Podemos soltar plagas y mil historias para terminar con las grandes plantaciones de tabaco, pero…, pero… ¡cómo vamos a matar a nadie por el simple hecho de fumar!

– No es matar, es simple eutanasia, acelerar el proceso -dijo tranquilamente la voz al otro lado del teléfono.

– ¿Quién más sabe este absurdo plan?

– Muchos. No ha sido idea mía, evidentemente, pero detrás de esto hay mucha gente e importante. Solo te informo de los planes que barajamos. Pero, deberíamos dejar la conversación en este punto. Te contare los detalles, mañana, comiendo. Ya sabes sitio y hora.

– Si, como siempre

Colgaron los teléfonos. Sin decir nada, se levantó de su cómoda silla de despacho y fue a la repisa, donde tenía varias botellas de whisky y cogió la botella de los disgustos, como la solía llamar. Era un whisky horrible, baratísimo. Lo compro en un supermercado de bajo coste, era el más barato que vio, tan solo 4.99€. Quedaba fatal al lado de las otras botellas, cuya más barata era de más de 600€, pero la tenía ahí, para los malos momentos, para los amargos tragos de la vida, ya que pensaba que una información negativa se debía regar con un mal whisky, el más malo posible, ya que era como ingerir alcohol de curar heridas, pero este era para las penas.

Dos dedos de whisky de saldo en un vaso de casi 60€. Suena ridículo, pero era un ritual, su ritual, para enfrentarse a lo malo.

Matar. Le habían soltado por el teléfono hacer una limpieza en la humanidad, así por las bravas, como quien anuncia la compra de un coche nuevo o que espera un hijo. Su interlocutor no cambio el tono de voz, ni se inmuto, lo espeto.

Habían planeado muchas estrategias agresivas y controvertidas, que a pocos gustaron y que fueron efectivas, pero esto, se salía de cualquier escala que existiera en la tierra. Si alguien se enteraba de esta conspiración, terminarían durmiendo sobre una plancha de metal tras barrotes.

Ahora tenía un problema, más serio que el genocidio de los fumadores de tabaco, es, ¿cómo llevaría a cabo el plan su interlocutor? Maneras había miles, más o menos rápidas, pero conociendo al hombre tras la línea telefónica, lo tenía claro, iba a ser rápido, extremadamente rápido. Sin duda, era poner algún tipo de veneno en los cigarrillos. Durante el proceso, al tabaco mismo, añadirle algún tipo de veneno y dejar que matara, tranquilamente.

Apoyado en el mueble, donde tenía las botellas de whisky miraba a un punto en la pared, dándole vueltas a lo que pasaría si el plan seguía adelante.

Avanzo hasta la ventana, del gran edificio donde tenían las oficinas centrales y miro a la ciudad. Intuyo desde la altura, a la gente pasear con cigarrillo en la mano, fumando tranquilamente, sin saber que él acababa de descubrir un plan mortal a corto plazo, para terminar una industria, que genera millones cada segundo. Sabían que se mataban, a cámara lenta, durante años, pero lo que no sabían es que esa cámara lenta se aceleraría muchísimo en cualquier momento y terminarían muertos en la cama de sus casas, en una cafetería o en la misma calle que estaban transitando.

Repuso el vaso, que se había bebido sin darse cuenta, aunque esta vez vertió algo más de cantidad. Se sentó mirando a la ciudad y reflexiono sobre las posibilidades que tenía en ese mismo momento. Había muchas, la primera, denunciar el caso, aunque lo más normal es que lo tomaran por tonto o alguna cosa así y la segunda es que lo desacreditaran públicamente. ¿Qué hacer?

Ni siquiera se fue a casa esa noche. Simplemente fue a un fast food de bocadillos, a unos pasos de allí y cogió uno, se lo comió solo en la mesa y se fue de nuevo a la oficina. Se quitó la americana y la corbata, desabrocho cinturón y camisa y con los pies, se quitó los zapatos. Tenía un traje completo de repuesto, en su mismo despacho, para las reuniones extraordinarias donde se debatía la estrategia empresarial y las cuentas. Duraban horas e irse a casa era algo impensable, así que todos dormían donde podían, allí mismo y al día siguiente más. No es presumido, pero tampoco le gusta ir mal, así que siempre se cambiaba, sencillamente, para ir bien. Lo normal era ver camisas, pantalones y americanas arrugados y las corbatas estaban colgadas de la silla.

No durmió apenas, dándole vueltas a lo que le habían contado por teléfono. De locos. Rondarían las cinco, cuando se puso los zapatos, abrocho el cinturón y bajo a por un café, a una cadena de cafeterías bastante reconocida. Trabajar en una zona donde habían bancos, abogados, agentes de bolsa y demás trajeados como él, tenía cosas malas, como el tráfico o la imposibilidad de aparcar, pero alguna buena, como las cadenas de alimentación y restauración, ya que desde el lunes a las 6 de la mañana hasta el sábado por la tarde, no cerraban ni un solo segundo, para atender a la clientela. Es curioso, porque siempre había gente, fuera la hora que fuera, incluso a esas horas, que bajo a por un café. Había dos delante suyo y cuatro en una mesa, mirando sus smartphone y a saber haciendo que. Era una zona, terrible y a la vez especial.

No había solamente zonas de restauración, cafeterías y demás, para comer o mantenerse despierto, habían dos sastrerías que tenían el mismo horario que las tiendas de alrededor, incluso, tenían servicio de lavandería. También joyerías y jugueterías, con los mismos horarios, ideales para novios, novias, maridos, esposas, padres y madres que trabajaban todo el día y debían comprar regales o detalles para parejas, amigos, familia o los hijos. Cuantas veces esas tiendas le habían salvado el culo. No sabían bien donde, pero también había un servicio de catering, que te hacia todo tipo de comida, cuando quisieras, tenían catalogo on line e incluso, hacían tartas, como tu quisieras y te lo llevaban. Era una ciudad aparte dentro de la ciudad, donde no se dormía y no se paraba de trabajar, desde el lunes bien temprano hasta el sábado por la tarde. Casi le gustaba aquello.

Dio una pequeña vuelta, con el café en la mano, su camisa arrugada con el último botón del cuello desabrochado. No destacaba, ni desentonaba, ya que no era raro ver a alguien, con traje, que parecía haber dormido en cualquiera esquina o bajo un puente, era lo más normal.

Tras una media hora de paseo, volvió a su despacho, donde dio vueltas, sin hacer nada, solo pensando en lo que le había dicho su interlocutor. Matar a gente. Era algo que le taladraba la cabeza.

Intento inútilmente centrarse en el trabajo que tenía, que no era poco, pero sirvió de poco, ya que se sentía inútil y le costaba pensar con claridad, como cuando estaba resfriado e iba a trabajar, por cabezonería, pero hacía apenas nada de trabajo y normalmente al día siguiente, le tocaba modificar un montón de lo realizado, porque estaba mal planteado, expresado o directamente, era una estupidez.

Como una hora antes de su cita para comer, se arregló, se puso desodorante y colonia, fue al baño a peinarse y se puso algo de colirio, para la rojez de los ojos y salió hacia el restaurante. Quería llegar pronto, para tomarse un whisky, esta vez, bueno, mientras esperaba a su interlocutor.


Llamada de whisky barato

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