Revista Diario

Lo que no nos dicen

Publicado el 16 agosto 2014 por Anaesther
La formación. Ese bello camino que se prolonga a lo largo de décadas, durante toda la vida. Comienza con años de colegio, a los que siguen los de instituto, e inmediatamente después centros de formación, universidades, etcétera. La formación, ese paroxismo de nervios, hormonas y relinchos a modo de queja por no querer hacer las tareas. La formación, esa etapa de encuentro con el mundo, de tanteo con los demás, de entendimiento con las ideas, de madurez personal y profesional, de descubrimiento de la pasión por una actividad. La formación.

Formación. Qué bonito término. Nuestros colegas los miembros de Real Academia Española de la Lengua definen este concepto como la crianza, la preparación de un individuo. ¿Para qué? Para poder desenvolverse en el mundo como ser social que es de la manera más cívica y honesta posible. Qué bello es formarse. Qué lindos estos años de colegio en los que nos arrancamos a gatear entre las ideas. Aprendemos a ensalzar a Marx por su socialismo utópico y terminamos con Bakunin y ese marxismo que con quince años no entendemos muy bien, pero que parece que nos permite cumplir con la premisa de hacer lo que nos dé la gana. Comenzamos a colorear y terminamos por dibujar objetos a través de la escuadra y cartabón, con un compás y muchas láminas destrozadas hasta conseguir el objetivo. Averiguamos qué son las proteínas, los nucleótidos, traducimos a Cicerón, César o Jenofonte, nos pegamos con los verbos irregulares en inglés, con la pronunciación de la "u" en francés, y con las declinaciones en alemán. Todo esto en apenas 18 años de vida, en los cuales nos socializamos con los compañeros de pupitre. La formación. La amistad. Los valores. La etapa de colegial es una maravilla. Es tal su majestuosidad que se anexa a continuación, a modo ilustrativo, una  pequeña imagen con los valores a través de los que se orquesta la formación. Lo que no nos dicenEnmarcado con triple ribete, a modo de consigna napoleónica. ¿Quién no querría así regresar a esta fascinante y preciosa etapa? Este precioso cartel pertenece a mi querido colegio. Un colegio en el que me crié y malviví durante 15 de los casi 22 años de mi vida. Un colegio en el que cada año supuso un verdadero infierno. Un colegio que pregona el respeto, un respeto que no existe. Un colegio en el que se permiten las mentiras, los insultos, el acoso, el maltrato físico y psicológico hacia niños que no tienen más culpa que el estar ahí, niños que sufren al ir a clase. Sufren.Sufren cuando recorren los 200 metros hasta llegar a la puerta. Sufren al subir el primer escalón. Sufren al subir el segundo, al dar el primer paso, al abrir la puerta y entrar. Sufren al esperar a que sea la hora, bajo la atenta mirada del resto. Sufren al subir las escaleras para llegar al aula, al entrar, sentarse, y tener que agachar la cabeza y agazaparse para esperar el primer insulto del día. Sufren al ver cómo los que fueron sus amigos durante muchos, muchos años, se reúnen en corro con el resto para insultarle de la forma más despiadada. Sufren al tener que responder a una pregunta o a un ejercicio en voz alta y recibir la respuesta del compañero del fondo en forma de un "hijo de puta" o simplemente "puta".Sufren cada vez que el profesor agacha la cabeza y da tiempo para resolver los ejercicios. Sufren cuando este tiempo se utiliza para seguir insultando y el profesor no dice nada. Sufren por entrar en el vestuario del gimnasio y recibir un tortazo, un puñetazo, un empujón. Sufren cuando les ponen la zancadilla en el patio, cuando les dan un balonazo en el recreo, cuando les quitan el bocadillo, cuando les roban cosas de la mochila, cuando destrozan sus cuadernos y pegan los cachitos de sus hojas a lo largo y ancho de las paredes de la clase. Sufren cuando les caricaturizan en el encerado con los dibujos más aberrantes. Sufren cuando empiezan a dejar de comer, de tener ganas de vivir.Sufren cuando no pueden contarlo.Sufren cuando les queman los deberes. Sufren cuando les amenazan y amenazan con matar a su familia. Sufren con el segundo golpe. Y con el tercero.Sufren cuando saben que no pueden quejarse. Sufren con el "son cosas de chavales". Sufren cuando después de un tiempo se arman de valor y se dirigen a la ejecutiva. Sufren con el "no me consta nada de eso, la clase es estupenda".Y entonces, dejan de sufrir. No duelen tanto los golpes físicos como los psicológicos. Golpes que podrían haber denunciado, y que no lo hicieron por miedo. El niño entonces, sin saber muy bien cómo, termina esa etapa. Y empieza la universidad, deja todo atrás. Hace lo que quiere, como mejor sabe, y sale adelante. Y es entonces cuando las garrapatas del colegio aparecen de nuevo buscando sangre e interés. Y es entonces cuando el niño, que ya es un hombre, levanta la mirada y se ríe. Porque lo ha conseguido.Y mira al pasado, y se carcajea y se compadece a partes iguales por la deformación a la que muchos parásitos hoy en día están sometidos.

Lo que no nos dicen en nuestra formación es que el maltratador no es solo quien pega, sino quien hiere de forma injustificada y desproporcionada a quien no tiene derecho a herir. Maltratador es quien luego, lo acaba pagando. Sobre todo cuando la víctima descubre que no tiene por qué callarse. 


Pero ya se sabe, es más importante no llevar el móvil a clase que intentar ayudar a un niño que lo necesita a ser mejor persona. Viva la deformación.



Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog

Revistas