Revista Literatura

Lobos cansados/sabios/enamorados

Publicado el 08 mayo 2016 por Jonhan



Juanma Tobaruela

http://www.juanmatobaruela.com/galerias/animales/
Video:   Ara Malikian - No Surprises (Radiohead Cover)  
 


Partí cubierto por el manto de la noche. Todas las estrellas parpadeaban a mi paso. Ninguna de ellas se parecía a ti. Es fácil bajar la montaña cuando piensas en volver. Amparado en las sombras, mi paso era valiente. El hambre por vivir siempre da valor. Sentía el aire y el aroma húmedo de la tierra que levantaban mis pies. Sin perder la atención porque, cuando el silencio se llena de ruidos extraños, hay que estar concentrado. Justo al pie de la montaña el suelo pierde su amabilidad natural y la huella que el hombre deja abrasa a cada paso. Entre el aroma a quemado de los humanos pude oler nuestra comida. Hacia allí fui. Mi pequeña presa estaba presa. Dormía en una cárcel de maderas y alambres. Darle libertad para cazarla, es la ironía salvaje con la que me encontré mientras esperaba el momento adecuado. Agazapado en un matorral podía ver las luces de los humanos bailando entre las copas de los árboles. Parecían soles. Pensaba en ti. Cuando los hombres duermen se oyen sus sueños, aunque estén refugiados tras cristales. Pasado un rato aparecieron más luces, más humo, más hombres que se acercaban no tan despiertos como creían. Ya lo había vivido en otras ocasiones, es cuando la cordura de los hombres se desata en locura. Cuando su ruido les supera y pierden el control de su alegría. Aproveché la confusión para saltar sobre la cárcel de mi presa. Con el peso de mi cuerpo rompí algunas maderas, destrocé la celda. La noche despertó. Más ruido, más gritos, más guerra. Corrí con mi caza en la boca y una pequeña estaca clavada a mi pecho. Los hombres me perseguían en manada. Corrí sobre el huraño suelo de piedra, veloz hacia la montaña. La sangre de la presa me resbalaba por la boca cuando encaraba la ladera.
   Es difícil subir la montaña cuando te persigue la mala sed. Esa que guía a los hombres a cazar por placer. Pero yo, que cazo para ti, sé que me esperas, generosa para curarme la lucha que llevo sobre la espalda. Y, cuando me limpias con tu lengua sin tregua o me mordisqueas hasta sacarme la estaca, le devuelves el sentido al viento del amanecer.
   Pero debes saber que el tiempo no para, y que estoy cansado. Tú y yo estamos solos en una montaña a la que poco le queda por ofrecer, salvo el amparo de una casa donde yacer a tu lado. Y es por ello, porque tú eres mi hogar, que te pido que nos vayamos. Te pido que sigamos la ruta de los que se marcharon en busca de tranquilidad. Vayámonos al país de los animales cercados. Allí donde la comida tenga un horario. Donde haya cobijo en invierno y cielo raso en verano. Donde pueda devolverte todos los lengüetazos que me has dado. Este lobo descansado y tú, la más brillante de las estrellas, a su lado.
 

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