Elegí bien. Cuando el pasado 31 de agosto, día de mi cumpleaños, me animaron a regalarme algunos títulos, elegí bien. Vi unos abrazos. Me percaté de que eran oscuros. Y no lo pude resistir: tenía que leerlos. Luego, sentirlos. Más tarde, reseñarlos.
Es la novela de Julia Montejo (Pamplona, 1972), otro de esos chutes de literatura bien construida que tengo por costumbre introducirme en el cuerpo. Adictiva. Apasionante. Sensual. Sexual. Familiar. Oscura… Transcribo su sinopsis: “Vista desde la media distancia mientras camina por las calles de Madrid o desayuna en la cocina de su casa, Virginia parece una mujer confortablemente asentada en una vida que ella misma eligió después de años de aventuras; ahora tiene a Álex, un marido estupendo, dos hijas pequeñas que la adoran y un proyecto profesional que llena sus días.
Hay que acercarse un poco más para descubrir en su mirada una hambre extraña, que no se sacia con besos y caricias al uso. Daniel, un hombre que lo esconde casi todo detrás de unas gafas de concha y un traje de corte impecable, intuye que las ganas de Virginia vienen de lejos, y sabrá cómo domarlas. Sus métodos quizá parezcan insólitos, pero las cartas están sobre la mesa y el juego nos llevará lejos, hasta la infancia de Virginia en un barrio obrero donde las casas parecen cárceles y quien huye siempre paga un precio”.
Sin desvelar nada, advertiré de que en una de sus páginas finales hay tal golpe de efecto que yo aún no me he recuperado. Brutal. Tremendo. ¿Tienes hijas? ¿Tienes hijos? Cuidado.
“Los abrazos oscuros”: una gran novela de Lumen que merece todas las luces. Enhorabuena, Julia.
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