Revista Talentos

Los cuervos del señor marto

Publicado el 03 julio 2018 por Aidadelpozo

El señor Marto convive con dos cuervos. No están enjaulados sino que vuelan libres por toda la casa, que tienen como su castillo. Aunque el señor Marto abre las ventanas, los cuervos nunca han hecho intención de marcharse. El enjuto y huraño vecino me ha dejado entrar en un par de ocasiones a la que considera, según sus propias palabras, su nido. Me consta que soy la única persona que ha entrado en la vivienda, por lo que me han comentado algunos vecinos de la finca con los que he comenzado a hablar hace poco, pues cuando vivía con Alex, eran para ambos seres invisibles, fantasmas, espectros que formaban parte de las paredes del bloque y con los que nos cruzábamos por descansillos, rellanos y portal, sin tan siquiera rozarnos.
Cuando la muerte de Alex dejó de ser el tema de conversación de los zombis, algunos de ellos retomaron la forma humana y comenzaron a sonreírme; primero con timidez, después enseñando sus dientes de tiburón, víbora o rata de cloaca y mostrando abiertamente sus intenciones. A cada uno dibujé en mis cuadros y cada uno me proporcionó una buena cantidad de dinero tras extraer de ellos sus ruines almas. Mis cuadros comenzaron a venderse con tanta rapidez como la que se dieron ellos en regalarme sus fingidas sonrisas, con el único propósito de que les invitara a mi casa, a aquella casa en la que Alex y yo nos mostrábamos vosotros, oscuros y libres; en la que me pidió que la redimiera de sus culpas y pecados y convirtiera en azul su alma.
Comentan los vecinos más antiguos de la finca que el señor Marto recogió de un nido caído a los polluelos y los crió con una pasta que elaboraba él mismo, masticando con su desgastada dentadura amarillenta miga de pan e insectos que recogía del parque cercano a nuestro bloque, donde los encontró.
Por lo que cuentan, ahora compra alimento para aves exóticas que mezcla con lo que le sobra a él de su dieta diaria. No sé de dónde se habrán sacado tantos datos, pues Marto no habla con nadie y va siempre a lo suyo, con su sobrero de ala ancha y sus manos en los bolsillos, siempre cabizbajo y siempre murmurando, con un rumrumrum que puede llegar a molestar a cualquiera, aunque a mí me hace cierta gracia pues mi vecino es un tipo de los que me gusta, de los que si se observa bien, se sacan muchas ideas para cuadros, historias o habladurías varias. Sin embargo, reconozco que este singular personaje tiene pinta de haber masticado la comida a los cuervos, tal y como aseguran mis cotillas vecinos. Marto tiene pinta de eso y de hacer cosas más nauseabundas aún.
Comentan también que, habiendo pasado de polluelos a cuervos adultos, uno de ellos le intentó picar en los ojos mientras el anciano preparaba su comida. Protegido por sus gafas, Marto no sufrió daño alguno y espantó al ave de un manotazo. Acto seguido, cogió al traidor y con una aguja le atravesó los ojos. Después tomó al otro cuervo e hizo la misma operación. Luego curó las heridas de ambos y cuidó de ellos hasta que los cuervos se recuperaron. El castigo a su ingratitud fue la ceguera, pero no la muerte.
Desde aquel día, Marto sigue alimentándolos y, por lo que cuentan los vecinos, especulaciones todas ellas, claro está, pues ninguno ha estado jamás en la casa del anciano, los pájaros se han aprendido la distribución de la vivienda, de modo que, cuando revolotean, no se dan con las paredes y esquivan cual murciélagos los muebles y trastos que el señor Marto amontona en su nido. Tan vetusta como él, la casa huele a rancio y cuervo. Hace un par de semanas me invitó a tomar un té. Acepté encantada. Un cuervo se posó en mi hombro y le di de comer migas de madalena. Marto sonrió al contemplar la escena. Le pedí permiso para dibujarle y me lo dio. Comenzaré a hacer su retrato dentro de unas semanas, cuando acabe la obra que tengo entre manos. Me gusta Marto, me recuerda bastante a Alex...

LOS CUERVOS DEL SEÑOR MARTO

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