Revista Literatura

Los girasoles ciegos

Publicado el 06 febrero 2011 por B
El ruido es como de cristales rotos. Cuando se rompe de golpe debe ser mucho mejor, aunque creo que a nadie le ha pasado. El corazón se resquebraja poco a poco, como un vaso de comedor de colegio. Primero aparece una dentellada en el borde, que se soluciona bebiendo por el otro lado, con cuidado de no rozarla, para que el labio no sangre. Pero luego ya es imparable. La grieta lo cruza entero, de lado a lado, y la sigues con el dedo hasta que te la aprendes de memoria. Hasta que ya no da para más, por el calor, por el frío, por todo a la vez y estalla; entre los dedos, las manos, la ropa, la cara, la cama. Estalla y el mundo estalla con él, y las esquirlas, tramposas, tramposas siempre, traicioneras, acaban en el estómago para subir poco a poco por el pecho, por la garganta y sólo salen por los ojos de ella, que se vuelven aún más azules, como el cielo de Madrid, pero también se vuelven tristes, muy tristes, como las canciones de Gardel. Para Ray Loriga las chicas guapas tienen el corazón roto desde hace muchos libros, cuando en realidad lo tienen roto desde siempre. Y Alberto Méndez se equivocó al centrarse sólo en 1936. En realidad, en cualquier momento, en cualquier minuto del día, si el corazón pensara dejaría de latir.
Para ella.

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