Revista Talentos

Los propósitos en la educación

Publicado el 16 noviembre 2018 por Sylvia
Escribí "Preparar a niñas y niños" y Ojo humano, del blog Palabra breve, comentó que le gustaría que ampliara la reflexión. Así que seguí pensando...
Dicen que todos queremos lo mismo para nuestros hijos, pero no es cierto. No puede ser cierto porque no tenemos la misma escala de valores, a veces ni siquiera tenemos los mismos valores figurando en una escala.
Evidentemente, la mayor parte de las personas queremos lo que consideramos "bueno" para nuestras criaturas. Así tenemos el famoso inicio de Mateo 7:11: "Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos..." Pero lo bueno se explica y se expresa de diferentes maneras. Nuestros valores van a hacer que nos dirijamos fundamentalmente a la consecución de "algo", de modo que "lo otro" tal vez esté presente, pero no dirigirá las intenciones.
No todos los caminos son iguales ni llegan al mismo sitio.
Si una mamá tiene como propósito de la educación de su hija hacerla una persona feliz, no quiere decir que no quiera que sea una persona honesta, capaz o libre; sin embargo, que el propósito sea la felicidad sí significa que todas las otras cosas que quiere, se configuran alrededor de la felicidad, están permeadas por ese propósito o se subordinan al mismo. Sus decisiones, discurso y actos no serán los mismos si su propósito es que su hija sea una persona plenamente consciente de sí misma o autónoma o materialmente exitosa. Por supuesto, no es tan simple; un propósito puede ser una especie de perfil configurado por una serie de valores relacionados entre sí. Pero nunca "cabe todo": no queremos lo mismo para nuestros hijos.
En el mismo sentido, cada modelo educativo tiene su propósito. Todos pueden pretender "cosas buenas"; pero entenderán de diferente manera qué es "lo bueno" y cómo se vive. Los lemas de las instituciones de nivel superior pueden dar una idea de esto. No es lo mismo "Espíritu emprendedor con sentido humano" que "Educo en la verdad y en el honor" o "Luchar para lograr, lograr para dar".
Según yo, en general, el sistema cultural hace que en la mayor parte de los casos, las experiencias en cualquier modelo se ajusten a los supuestos culturales dominantes en relación con "género", "vida", "sociedad", "educación", etc. Por eso hay, por ejemplo, muchas menos escuelas que verdaderamente siguen el método Montessori, en comparación con las que llevan "Montessori" en el nombre -y faltaría ver qué tanto las familias realmente viven la educación Montessori-.
Considerando lo anterior, para mí está claro que la educación formal en México, tanto como la educación informal -que parte de la socialización-, en general se encamina a hacer que niñas y niños sean obedientes y por tanto sumisos, lo que termina en mujeres y hombres acríticos, alienados. En tanto personas sometidas, niñas y niños aprenden a acomodarse en un sistema jerárquico que les adiestra para participar en relaciones verticales donde la violencia es el recurso usual para sobrevivir, a veces literalmente; se les enseña a manipular, a engañar, a aparentar, a complacer. Está gacho.
Nótese que el propósito suele sonar bien: un niño educado es un niño obediente; por tanto, gusta: es aprobado.
Esta es una de las cuestiones sobre la que más hemos necesitado hablar, el papá de B y yo. Él quería que B obedeciera. Yo quiero que "haga caso". Parece lo mismo, pero es completamente diferente. Las personas pueden usar las frases como si fueran intercambiables, pero el concepto de obedecer, como lo conocemos, implica someterse; otra cosa es dar su lugar al otro, prestándole atención para valorar lo que nos está diciendo y actuar como corresponde.
Hay mucha tela de dónde cortar con este tema...
Silvia Parque

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