Cazó al peluche de una oreja, lo sacudió y lo azotó impiadoso con su cinturón. Por suerte para el minino, sólo pudo utilizar la mano izquierda, que era la menos hábil, pero la única que le quedaba sana.
Revista Talentos
—No intentes escabullirte, maldito gato —susurró el niño, mientras avanzaba cojeando penosamente.
Cazó al peluche de una oreja, lo sacudió y lo azotó impiadoso con su cinturón. Por suerte para el minino, sólo pudo utilizar la mano izquierda, que era la menos hábil, pero la única que le quedaba sana.
Cazó al peluche de una oreja, lo sacudió y lo azotó impiadoso con su cinturón. Por suerte para el minino, sólo pudo utilizar la mano izquierda, que era la menos hábil, pero la única que le quedaba sana.