Revista Talentos

Menudeces.- A través de la mirada de un muchacho...

Publicado el 04 septiembre 2016 por María José Luque Fernández @sonrisasdecamaleo
Menudeces.- A través de la mirada de un muchacho...Hoy se levanto el día gris, estaba triste como su amigo Daniel, no sabía por qué, miraba hacía lo  lejos por la ventana,  las nubes bailaban al son del viento que soplaba adagio, a veces más rápido andante, y otras muy lento Moderato, llegando a parar, silencio.
Me encantaba el sonido del viento cuando se metía por las grietas de la ventana de madera de color marrón, casi rojo al brillar el sol, sacudía los geranios, como diciendo ¡Despertad!!  El día ha llegado.
Cuando golpea la puerta de madera azul envejecida por el tiempo, debía tener ya muchos años, al menos tanto como la abuela, por qué cuando cuenta alguna historia dice que ella nació aquí, suenan como chillidos, esos ruidos que hacen los gatos cuando les engancha Daniel y se los quiere comer.
Daniel es mi perro y es muy bueno, no tienes nada más que mirarle a la cara. A que tiene cara de buenos amigos. Pero cuidado, no te pases tirándole del rabo o las orejas, que se despiertan, los leones, ja, ja, ja… ¡Si! Eso dice el abuelo, la abuela susurra que son las malas pulgas que tiene.
Por cierto, ¿ Cómo es una pulga? Yo no he visto nunca ninguna. Voy a mirar bien a Daniel a ver si encuentro alguna. ¡Uy! Esta medio dormido, mejor le dejo tranquilo. Luego quizás, y si no le preguntare a la abuela que lo sabe siempre todo.
La música lo llena todo, abuela dice que soy un poco pesado a veces, pero es que me encanta escuchar los ruidos y compararlos con la música. A mi me saben a música, y entonces empieza con su retaila, hijo, a ver cuando se te quitan los nubarrones de la cabeza, la música en todo caso se escucha no se come.
Pero eso no era cierto, y quien se lo decía a ella, que lo sabía todo.
Yo olía la arena de la playa, los granos finos y los más gruesos. Comía los ruidos, la música, el viento, la rueda del molino que gira chirriando. Bebía el aire que golpeaba la pelota. En esas estábamos, si ya lo decía mama, que un poco raro si era yo.
Ahora os quiero decir una cosa, no todo es culpa mía, digo yo, que mis papas algo habrán tenido que hacer, si no que pinto yo aquí.
Cuando era más pequeño me llevaron a visitar a una doctora muy guapa, rubia y alta, con unos zapatos de tacón muy grandes. Por qué será que todas quieren ser rubias y altas, para que ponerse esos zancos que las hace andar como la bisabuela, con una chepa tremenda.
A mi me gustan bajitas y morenas y con los ojos verdes como las peras o mejor azules como las olas del mar, bueno que más da si son marrones como la arena también me gustan. Yo quiero tener una novia que sea simpática y que entienda eso de que a mi gusta como huele la arena….
Lo tengo difícil,  ¿Verdad? A ver si poco a poco como dice la abuela se me van los nubarrones de este cerebrito mio. Aunque no creo, la doctora dijo que  yo era muy especial, y que no tenía que avergonzarme de ser así, pero mi maestra en el colegio me mira raro cuando a veces  me pregunta  que siento si me abrazan y le contesto que me huele a manzanilla.
Intento explicarle por qué, pero me manda sentar y pregunta a otro, pero estoy seguro que se queda con las ganas de saberlo. 
Tú ¿Quieres que te lo cuente? Cuando era un bebe, y lo recuerdo, ¡Sí! Mi mama me acunaba para dormir y su pelo olía a manzanilla. Ella siempre cuando se ducha, prepara primero una infusión de manzanilla, pero no de esas de ciudad, que ya vienen empaquetadas, ¡No!, Coge las flores del jardín de la abuela, o en el alto junto al acantilado cuando vamos de paseo. Me encanta ayudarla, pero sabéis lo que más me gusta, subir al zaguán con ella y extenderlas todas en una sabana blanca que tiene la abuela allí, y soplar, es ese olor……
Por cierto, la abuela chismorrea a veces mucho, en voz baja, yo digo que relata, y siempre cuenta a las vecinas, que esos médicos de ciudad están locos, que ellos son los que tienen que tratarse, y no dedicarse a  manejar la mente de los chiquillos, esos nubarrones que dice tengo.
Parece que quiere llover, ahora podré asociar cada gota a un color según el ruido que produzca al chocar contra cada cosa. Si ya se que parece una tontada, pero es muy divertido. No me digas que no te gusta ver llover, o mejor aún, salir a la puerta y chapotear en cada charco que te encuentres, mientras los mayores te regañan. ¡Cuidado! Te vas a poner perdido….
Y que más da, luego se lava, ¿No?, pero cuidado no le digas eso  a la abuela, se niega en rotundo a comprar una lavadora, y todavía va al  río que pasa al otro lado del pueblo, a lavar la ropa, aunque yo no me quejo. Me apunto y me divierto bañándome mientras ella lava, yo salto de un lado a otro como un cabrito buscando mariquitas o lagartijas a las que quitar la cola. No, no soy un niño malo. Es que es divertido, y no pasa nada, les crece de nuevo. Si no, yo no se la quitaría. Pobrecitas.
A veces me lleva la abuela una naranja que huele divina, y mientras me la tomo, las mariposas revolotean y se acercan, incluso a veces se posan, es un olor, casi tan bueno como el néctar de la mandarina.
De vuelta a casa, casi siempre nos paramos en la única tienda que hay en el pueblo, es muy chiquita, pero me encanta. Me vuelvo loco allí dentro, la abuela me advierte cuando entramos. Ojito con no tocar nada y solo te voy a comprar una cosita. Y yo como si no fuera la eterna canción de siempre, le hago caso a medias, ojeo todo y a veces toco algo, pero poco, que si me ve la abuela me da un cachete en la nuca.
La señora que atiende debe ser mayor que mi abuela, tiene la piel más arrugada, me gusta mirarla, sus ojitos son muy chiquititos, parecen de una muñequita. Mi papa a veces dice que la arruga es bella y creo que tiene razón, aunque a veces se contradice, pero creo que eso lo hacen todos los mayores, por qué cuando la arruga esta en la camisa de la oficina, reniega contra la señora que plancha la ropa en casa.
Siempre me pide un beso, y yo no tengo  problema, me gusta sentir el olor de un beso. Dice mama, que cuando sea mayor y tenga novia, voy a tener que pensar antes de hablar, por qué, a veces, hay besos que huelen, de que manera…….
Su vestido negro, la verdad, casi todas las mujeres de este pueblo lo llevan de ese color. Yo preguntó a la abuela y dice que el negro es más limpio. Yo no lo entiendo, en el negro se ven las manchas iguales. Ella dice que son cosas que entenderé cuando sea mayor,  lo sabre sin más, sin preguntar siquiera, eso no me gusta mucho. Las sorpresas o las respuestas,  a veces, no son buenas y si encima hay que esperar tanto tiempo para saberlo, no se.
Un amigo mio dice que el negro es de luto, y es que parece que en este pueblo, o eso cuenta el abuelo, murió mucha gente, primero por una guerra y después por una enfermedad, una epidemia o algo así. Y yo le pregunto cual, por qué este próximo año ya tengo una asignatura en el colegio que habla de la historia de nuestro país, pero él se enreda a contarme cosas y no me dice cual.
Cuando le preguntó a mama algo y no sabe o no quiere contestarme, se escabulle, se anda por las ramas, debe ser de familia, igual que su madre, o sea, mi abuela. Dicen eso, al menos, “de tal palo tal astilla”, mira que gustan esos refranes a los mayores.
“Cuando el viento vuela sobre techo seguro has de estar”, así que hoy no podré salir, me tendré que quedar jugando aquí dentro, o mirando desde la puerta como hace mi querido amigo Daniel. Si ya se que es un nombre extraño para un perro. Pero es mi perro, es mi amigo y yo le llamo como más me gusta, o sea, Daniel.
Hay un ruiseñor que por las mañanas, en cuanto el sol asoma un poquito, te da los buenos días, a veces, es pesado, aunque me gusta sentir su trino, es una melodía, si ya lo se, ya estoy con mis rarezas. Pero en serio, lo es.
Parece como si tuviera un muelle y cuando sale el sol en el horizonte, que esta relindo, entonces se activa y nos deleita el sentido. Sí, abuela, ya lo se. Te gusta más que te despierte el gallo.
Menos mal que se escapo el gallo, el abuelo últimamente tiene muy mal genio, y le gusta dormir hasta tarde en la mañana, el dice que no, que solo descansa, como lo llama, dormita, pero no veas como ronca.
Digo yo que se escapo, por qué de repente un día no estaba, y las gallinas se quedaron un poco tristes, dejaron hasta de poner huevos, eso decía el abuelo. Pero yo creo, casi estoy seguro de  que el abuelo le puso en un brete, vamos que algo tuvo que ver con su desaparición, aunque él se hace el tonto.
Hay un zorro que a veces, cuando la luna esta muy grande, toda redonda, chilla mucho, parece que estuviera cantándole a ella. Yo tengo un libro de poemas, si soy un niño, ocurre algo por que me gusten los poemas, me gusta mucho leer, también tengo pelota, claro que si, y juego al fútbol, no me gusta mucho pero juego. Soy un niño normal o acaso no te lo parece.
Como te iba diciendo tengo un libro de poemas que habla de la luna llena y dice que los lobos la cantan, por qué le han robado el alma. Eso no lo entiendo muy bien aún, y este es un zorro, pero bueno, seguiré leyendo y pronto lo encontrare, si ya se que en internet, pero yo prefiero los libros. Si, tranquilo, tengo Tablet, ordenador, game play y todo lo que tienen todos los niños. Bueno todo no. Yo tengo un piano, creo que tu no, ¿Verdad?  No a todos los niños les gusta tocar el piano, ¡¡Ah!! Y una guitarra. El abuelo y yo tocamos juntos muchas noches, en los escalones de la puerta nos sentamos a tomar el fresco y ver atardecer mientras los acordes de la guitarra aúllan. El abuelo dice que las notas que desprenden sus dedos al rozarla rasgan el viento, convirtiéndose en música. Si ya lo se, para algunas cosas el abuelo es aún más raro que yo.
Daniel se tumba a nuestro lado y hasta se duerme, empieza a bostezar y se le cae la cabeza, así de repente, mi amigo es muy especial también.
Hoy no pude acercarme a la playa, por el dichoso viento, vendaval lo llaman, dicen los abuelos que hace ya mucho tiempo, un niño un poco más pequeño que yo estaba jugando en la orilla con su pelota de colores y el viento se la llevo, y el niño corrió detrás de ella, se fueron los dos. Nunca se les volvió a ver.No se si será verdad o una de esas historias que se cuentan en los pueblos.
Un día en el camino que lleva al acantilado, entre los juncos, oímos un ruido, y nos dio un poco de miedo, era una serpiente, el abuelo me dijo que no me acercará y que pasará más lejos de los juncos despacito, y así fue, se marcho de nuevo, dice el abuelo que a su nido, que seguro habría puesto allí los huevos, y no quería hacernos daño, pero como todas las mamas protegen a sus hijos.
¿Sabes? Es cierto, lo vi en la enciclopedia grande que tiene la abuela en el zaguán. ¿Sabes que cuando iban a la escuela solo tenían ese libro? Y la verdad, para que más, si tiene muchas letras y cuenta cosas muy interesantes que en los libros que yo tuve el curso pasado, no aparecían. Me gusta más este, seguro que la escuela era más divertida antes.
La abuela ya esta con la retaila, “Cuando el sol se esconde a dormir cerrando postigos que la noche nunca trae amigos”. Abuela, si ahora es cuando mejor se esta, y yo no tengo nada de sueño.
Que suerte tienes Daniel, tú puedes quedarte ahí en la puerta, en la entradita bajo la palma seca. Fíjate, siempre me he preguntado por qué esta ahí, si da sombra, pero tapa las plantas que hay colgando alrededor de toda la puerta, esas campanillas azules tan bonitas. Le preguntaré a la abuela si la puede quitar, pero ya mañana, no me vaya a salir con otro refrán.
Un vaso de leche fresquita de la nevera, me gusta la leche del pueblo, sabe a leche. Si, no me preguntes a que sabe la leche, no sabría explicártelo, por ese problemilla mio de olores, sabores, tacto, pero es distinta, a esa que tomo en casa, en la ciudad, sabe casi a agua. Esto es una delicia.
En el congelador guarda la abuela, la nata y por las tardes cogemos unas galletas y nos tomamos un poco, esta riquísimo. Mama dice que no se debe comer por qué podemos enfermar. Que hay que beber la leche y los helados de caja como en la ciudad. Yo no la entiendo. Si ella nació aquí y vivió hasta que se fue a estudiar a la universidad, lo tomaría así, ¿No? Luego me dicen que si nubarrones en la cabeza.
Mi cama es de hierro, me gusta cuando me acuesto y me río mucho cada vez que me muevo, los abuelos se quedan dormidos enseguida y no se enteran de nada, pero cuando esta mama, dice que la pongo nerviosa, que me quede quieto de una vez.  Ni dormir le dejan a uno.
A mi me gusta, a veces, he escrito alguna canción y luego la he tocado en el piano, son ruidos curiosos los muelles del colchón, depende de la forma en que te gires, te levantes o te tumbes, es genial, y lo a gusto que se queda uno hay enrolladito en el agujero que la lana hace.
Papa viene poco, pero cada vez que llega, se queja, que si la espalda, que mejor tirar ya todo esto que es muy viejo y comprar nuevos. Menos mal que la que manda es la abuela, si no, seguro que hasta el zaguán había desaparecido, con todos los secretos que tiene guardados.
Un día me encontré unas trampas para cazar pajaritos, eso no me gusto mucho, cuando el abuelo me dijo para que eran me disguste, pero después, un día comimos pollo, pero que va, era pajarito, y la verdad, todo hay que decirlo, estaba muy rico. ¡¡Pobres!!
Cuando vi por primera vez al abuelo traer un conejo muerto, recuerdo que llore mucho, yo era muy pequeño, pero Daniel venía todo contento moviendo su rabo y ladrando, él quería su parte de la caza también.  A todo hay que acostumbrarse, luego alguna vez fui de caza con abu, la verdad es que es emocionante y ves muchas cosas, se aprende, pero pobres animalitos…..
La abuela era más fuerte, ella no necesitaba una escopeta para cazar. Iba al granero, cogía una gallina, la retorcía el cuello y a la olla. Como era eso que siempre decía entonces….”Ave que vuela a la cazuela”, aunque volar, volar, yo creo que las gallinas no volaban mucho. Me estaba quedando dormido cuando escuche a la abuela trajinar en el salón, que raro, si ella se queda dormida enseguida. Y si no era la abuela, ¡Anda! Me dije a mi mismo, no seas tonto, si hubiese entrado alguien en la casa, Daniel ya habría montado una buena escandalera.
Me levante raudo y veloz por si le pasaba algo a la abuela.  Estaba cogiendo unos plásticos, me había quedado tan dormido, que no había oído la tormenta, menuda se había liado, estaba justo encima del pueblo. Los relámpagos iluminaban el cielo, vaya de que manera, era entre hermoso y terrorífico, una mezcla de ambos, y el ruido del trueno, aquí mismo estaba sobre nuestra casa. Menos mal que hace unos días arregló el vecino el pararrayos que se había caído al oxidarse los clavos que le mantenían firme en el tejado. Los años, claro, “no pasan en valde” dijo el señor Vicente y lo dejo como nuevo.
Allí mismo cayó uno. Como olía a quemado.
La abuela empujó a Daniel para que entrará en la casa, no es que le gustará mucho, pero le había cogido cariño, no era cuestión de dejarle fuera con la que estaba cayendo. Cerró los postigos de todas las puertas y ventanas. Antes protegió los geranios y margarinas con unos plásticos, yo no le dije nada pero creo que con la fuerza e intensidad que caía el agua no iban a servir de mucho. “llueve a mares” dijo la abuela, como no.
Venga abuela vete a dormir, ya no pasa nada. Pero yo sabía que a la abu le daban miedo las tormentas. Contó una vez que cuando era muy pequeña y estaba nuestro país en guerra, caían las bombas desde el cielo, las lanzaban los aviones, claro. Y desde aquellos días siempre se pone a temblar cuando truena el cielo. Es lógico. Hay cosas que nos suceden que hacen que siempre tengamos miedo, aunque hay que ser listo y no dejar que las neuronas que mueven nuestra mente nos confundan, no hay que tener miedo, todo se soluciona de una u otra manera.
Pero este no era el caso. Comprobé que la abuela había cerrado todo bien, subí al zaguán, de repente recordé haber dejado los ventanales abiertos para que se secara la manzanilla de mama. Y baje rápido para ayudar a la abuela a dormir.
Me acosté con ella y Daniel a nuestro pie. El abuelo no había enterado de nada, estaba roncando. Yo creo que esta un poco sordo, aunque el no lo reconoce, le he dicho que vaya al medico. Le he explicado que ahora hay unos aparatos que se ponen en el oído, llevan pilas, y te permiten oír mejor. Como si fuera un altavoz. Pero ya sabes, como no le interesa, se evade y me cuenta otro rollo o se escaquea a dar una vuelta el solo. Creo que a veces le parezco un poco pesado y necesita un rato de andar el solo, sin que nadie le de charla ni le maree la cabeza. Que le vamos a hacer, que tenga su rato libre, aquí dicen “rato de asueto”.
La abuela se quedo dormida en seguida y yo me quede pensando en algunas tonterías. Menos mal que Daniel estaba a mi lado y haciéndole caricias me debí quedar dormido, por que se que estaba soñando. Si, no os ha pasado algunas veces, estar soñando con algo y notar que estáis dentro de ese sueño, que lo estáis viviendo. También mola, dicen que siempre es así, pero la mayoría de las personas no lo recuerda cuando despierta.
Daniel empezó a ladrar como si algo le hubiese asustado, abrí los ojos, me costo un poco, no recordaba haberme quedado con la abuela, pero allí estaba. Alguien llamaba a la puerta golpeándola con fuerza, ya había luz, ¿Qué hora sería?
Me asome a la puerta, me tuve que subir a la silla para ver quien era. Era el señor Vicente, seguro que no ocurría nada serio. Le abrí la puerta y me pregunto por los abuelos, le dije que aún dormían que la tormenta no nos permitió dormir hasta tarde.
Y entonces me dijo que teníamos que irnos de la casa, Que despertará a la abuela, hablaba muy rápido, se le notaba preocupado.  Fuimos todos a despertar a la abuela y al abuelo. Y el vecino nos explico que pasaba.
La tormenta de anoche ha sido tan fuerte que ha levantado olas muy grandes, todavía estaba el mar enfadado, y las olas saltan por detrás de la muralla levantada, sólo una vez había ocurrido aquello, hace muchísimos años, nadie había avisado de que podía pasar.
Los abuelos empezaron a cubrir todos los muebles con plásticos, después el abuelo fue a por la escopeta y la mochila de casa. Hizo que nos pusiéramos todos las botas de agua y los chubasqueros grandes, no esos bonitos de la ciudad, los que llevan los pescadores, son fuertes y abrigan.No tenía miedo, parecía una aventura, aunque me preocupaba que nuestra casa no estuviera bien y los abuelos también.  
Vicente les ayudo a cerrar los postigos de las puertas y ventanas, colocaron varias hileras de piedra delante de la puerta de la entrada y taparon toda la ventana con plásticos y piedras también. Hoy no llegó el pajarito a darnos los buenos días, claro era de entender. El cielo estaba muy negro, y las nubes corrían, mejor dicho galopaban como lo hacen los caballos. El viento no te dejaba a penas moverte y te empujaba.  Creo que esto se esta complicando mucho. Podían estar papa y mama, cogeríamos el coche y nos iríamos a la ciudad, nos llevaríamos a los abuelos claro.
Yo soy valiente, así que respiro y después de todo esa retaila que mi cerebro ha soltado, respiro con calma y estoy pendiente sobre todo de los abuelos y Daniel.
El agua del mar estaba muy cerca, en los escalones de la casa. Espero que no la destruya. Dicen que cuando el mar se enfada, puede entrar muchos kilómetros en la tierra y destruir todo lo que encuentra a su paso, lo sumerge y mata a todos. Pero eso no va a ocurrir, esos son tsunamis y ocurren en otros países y además cuando hay un terremoto, cuando la tierra se mueve.
La abuela estaba tranquila, el abuelo un poco más nervioso, pero se nos olvidó coger algo de comida, bueno, ya sabes que en los pueblos todo es de todos, así que tampoco había por que preocuparse.
Recorrimos el camino que lleva a los acantilados, Daniel corría mientras ladraba, estaba asustado por el ruido del viento que allí era aun más fuerte, sobrecogedor, habría dicho papa.
Los abuelos y el señor Vicente caminaban despacio. Nos asomamos un momento solo, para ver la furia del mar. La abuela estaba llorando, yo la vi, aunque ella miraba a otro lado, para que no se dieran cuenta los demás. Y entonces me di cuenta de que aquella casa era toda su vida, eran sus recuerdos, su pasado, su presente y su futuro, el mar no podía ser tan malo, no podía llevárselos……..
Volvimos sobre nuestros pasos para dirigirnos al pueblo, allí estaban en la plaza todos los que vivían en las cercanías del mar, todos preocupados, “su vida pendiendo de un hilo” como decía la abuela…
Se abrieron las puertas del ayuntamiento de par en par, los salones esperaban a todos los que quisieran descansar, dormir, comer….
La gente de los pueblos es buena, son solidarios, todo es de todos,  es cierto, no es una frase sin más. Y se ayudan y animan, no como en la ciudad que si te caes, te miran raro, pasan a tu lado y ni te preguntan que te ha pasado ni si estás bien, siquiera.
Hubo Juegos también en la plaza y en el río, todo para entretener la mente de los miedos que los mayores sin darse cuenta nos contagian, cuando la realidad es que pasará lo que tenga que pasar, cuando depende de algo que tu no puedes controlar. Pero ya lose, los miedos son inevitables, todos tenemos miedo de algo.
Dormimos en casa de la tendera, algunos prefirieron quedarse en el ayuntamiento, pero yo sabía que la abuela estaría más tranquila en casa de su mejor amiga.
Fue larga la noche, no cesaba el viento fuerte y la lluvia volvió a caer entrada la noche. Yo prefería no pensar en nuestra casa, ni tan siquiera quise llamar a mama, histérica hubiese cogido el coche para venir, pudiendo tener un accidente, total para no poder hacer nada. Habrá que esperar a mañana, tal vez cambie el tiempo.
Y así fue, la mañana siguiente amaneció como si nada hubiese pasado, radiante el sol miraba a todos mostrando su color amarillo allí sentado en su trono, ese cielo azul precioso.
Sonaron las camapanas de la iglesia, era domingo había misa, pero no tan temprano, era la manera de llamar a los vecinos a reunión. Estaban todos allí, el alcalde Juan, el padre Manuel, y el amigo Vicente claro.
Habían llegado vecinos y amigos del pueblo contiguo para ayudar a limpiar y reparar lo que fuera necesario. Lo primero de todo, pidió calma, y que con precaución cada cual se llegará hasta su casa para ver la situación en que este pequeño vendaval, el Padre Manuel, hablo en algún momento de huracán. Había sido tremendamente fuerte, había dejado todo.
Después se volverían a juntar todos para  evaluar los daños y pedir  al gobierno una ayuda para arreglar las casas. Y entonces se asignarían las tareas a cada cual para empezar pronto. El pueblo debía volver a la rutina lo antes posible, la vida no se detiene, hay que continuar asumiendo si es necesario lo perdido, eso es lo que dijo el alcalde.
A mi me parecía que exageraban todos, no pensaba que fuese tanto el daño que el mar hubiera causado, en la cara de todos la tragedia. Bueno, ahora lo veriamos.
Daniel iba en cabeza como no, agitando su cola,y ladrando, hoy sonriente por que iba de paseo temprano y por que había desayunado un buen hueso que la tendera le dejo por la noche.
Al pasar junto a los acantilados, todo estaba tranquilo, sin duda ya no estaba el mar furioso. Hoy estaba el agua azul verdoso y transmitía calma, no había ni siquiera olas, estaba manso. La abuela decía  que “Tras la tormenta llega la calma”, y parece ser que tiene razón.
La abuela andaba muy despacio, parecía cansada, pero yo la conocía bien, sabía que no quería llegar, ¿Qué se encontraría? Era difícil…Mi mano se entrelazo en la suya, le dije al oído una chorrada y sonrió, ¿Qué chorrada? "Abuela te quiero mucho”  y su paso se aligeró también.
La palabra es importante, ¿Sabes?  Mama siempre dice que es un arma muy poderosa, y creo que es cierto. A veces cuando te enfadas, dices cosas feas que no sientes y haces daño. Si, es así. Mejor provocar una sonrisa no crees amigo.
La casa se vislumbraba tras la curva, parecía estar bien, al menos no estaba derruida. Según nos acercamos, el corazón fue latiendo más tranquilo, la respiración también era menos agitada, también por el paseo, claro, desde el pueblo, había un paseíllo.
Había barro mucho, ramas, trozos de cajas, muchas piedras, El lodo llegaba hasta la misma puerta de la casa. La palma ya no estaba, las campanillas tampoco, sólo trozos de ramas, ya no tendría que decirle a la abuela que quitará la Palma.
Los geranios no estaban, ni siquiera las macetas vacías, espero que nuestro amigo el ruiseñor despertador, estuviera bien.
La ventana estaba totalmente rota, trozos de cristales quedaban. Las puertas cuyo color tanto me gustaba, estaban abiertas de par en par, tenía muchos trozos rotos y ahora era negra como la ropa de la abuela.
Daniel fue el primero en entrar en el interior de la vivienda, y yo detrás. Les dije a los abuelos que esperaran ahí, En seguida volví con ellos. No había nada que temer, solo mucho que limpiar, todo estaba bien. En la cara de los abuelos una sonrisa y ganas de comenzar a limpiar, la noche llega pronto y ya sabéis, como es la abuela “Cada polluelo a su mochuelo”. Así que manos a la obra.
Subí al zaguán quería ver si todos aquellos secretos allí guardados seguían bien, y si.
Todo estaba bien, había un poco de agua, las flores de manzanilla de mama se habían estropeado, pero no importaba, cogeríamos más. Mire bien el tejado, el agua tuvo que colarse por algún lugar, y así fue, faltaban tres o cuatro tejas rojas que el viento debió llevarse en su compañía.
Me dijo el abuelo que me acercará al pueblo con Daniel, mientras ellos comenzaban a limpiar, así, vendría también alguien a ayudarnos.
Por el camino de vuelta me encontré al señor Vicente que me preguntó como estaba todo y se alegro muchísimo, dijo que ya pasaría a arreglar el tejado y las puertas y la ventana, que se lo dijera a la abuela para que estuviera tranquila.
El señor Vicente tuvo peor suerte, las gallinas y los conejos se murieron todos y la puerta de su casa que no era tan fuerte como la de abuela, no estaba, en su sitio, sólo quedaban unos trozos de madera.
Al final del día, la tragedia había terminado y entre todos más o menos solucionado los problemas, tenían que dar gracias, al menos el mar no se había llevado a ninguna persona. Pobres animales, pensé yo, nadie hablaba de ellos.
Aquella noche dormimos pronto, estábamos muy cansados, yo me asome un momento a la puerta para llamar a Daniel, quería que durmiera conmigo, había sido un día muy largo y difícil, necesitaba a mi amigo a mi lado.  

Mire al cielo y estaba como acostumbraba, e incluso mucho más lindo. Todas las estrellas, la vía láctea se distinguía perfectamente, que no sabéis que es, pues, como una estela de estrellas que marcan un camino en el cielo. No tienen nada que ver la leche, aunque se llame láctea.


Nunca la habéis visto, pues chicos, no sabéis lo que os perdéis, o no sabéis mirar al cielo o no tenéis pueblo, en la ciudad también se ve, aunque se distinguen mucho menos, dicen los mayores que es por la contaminación lumínica, vamos, que  hay demasiadas farolas encendidas en la calle.
Busque las constelación de sagitario, pero no la encontré, la verdad se me cerraban los ojos, mañana será otro día.  Ahora a dormir .
No tuve que insistir mucho, tras una caricia Daniel marcho conmigo y se enrosco a mi lado en la cama.
Hoy seguro que nuestros sueños se darían la mano mientras dormíamos.
La abuela llamo a mama, debía contarle lo ocurrido, sino, cuando llegaran el fin de semana y se enteraran, por que tarde o temprano lo iban a saber, la regañaría y mucho.  Aún así la regaño por no avisar, aunque la abuela se apartaba el teléfono y así no tenía que escuchar sus retailas y las de papa, cuya voz se oía al fondo. Sin duda, de tal palo, tal astilla, ahora si estaba seguro,
La abuela vio que me reía y se echo a reír ella también. Cuando se cansaron todos de hablar, me puse yo y dije que había sido toda una aventura, que no se preocuparan, Daniel y yo habíamos cuidado bien de los abuelos. Y mi abuelo, me peino la melena rebelde que tenía con una sonrisa, y me dijo, vamos niño, el señor barbero tiene tarea.
¡Jo! Yo no quería cortarme el pelo, me gustaba llevarlo un poco largo, molaba cuando el viento lo llevaba de un lado a otro, a mi no me molestaba. Pero quien manda manda, así que al barbero.
El señor barbero era muy simpático, como casi todos los del pueblo. Cuando llegamos estaba afeitando la barba al señor cura, que la verdad, estaba ya muy larga. Decían las vecinas, en los pueblos se sabe todo, que el señor Manuel se había dejado crecer la barba para cumplir una promesa que había hecho a Dios.
Me coloque detrás en los asientos junto al grande ventanal, me gustaba ver a la gente pasar y saludar a todos, pero la verdad, es que hoy quería ver como le quitaba la barba al cura.  Le lleno la cara de una espuma blanca, entraban ganas de meter un dedo y darle un chupetón, parecía nata, pero ya sabía yo que era jabón. Y con mucho esmero y concentración le fue dando vueltas a la navaja por toda su cara, limpiando de vez en cuando la cuchilla en una toalla blanca, que llevaba colgando del bolsillo.
Madre mía, si parece otra persona, menudo cambio. Esta claro, que uno puede esconderse para que no le conozcan dejándose barba, una vez, vi una película en la que un ladrón de joyas, se cambiaba el pelo de color y se dejaba barba, y pasó sin problema delante de toda la policía. Es como si fuera magia.
¡¡Ah!! Se me olvidó contaros, hace unos días llego al pueblo un mago, era una auto-caravana, si una casa de esas que se llevan a cuesta, como los caracoles, pero con ruedas claro, vaya chorrada, ¿Verdad?
Bueno pues estuvo dos días en el pueblo y realizó un montón de números de magia, todo el mundo aplaudía, las caras de asombro de los mayores fue lo que  más me gusto ver, por que ellos son ya tan adultos, que dicen que no pueden comportarse como chiquillos. Yo se que sí. La magia es para todos, grandes y chicos. Y la diversión también.
En la ciudad, yo creo que la gente se vuelve estirada y poco comunicativa, van de casa a la oficina, al cole, al medico, a la compra y ya esta. Así cada día, Pasan mucho tiempo sin ver a los amigos o salir a divertirse. Siempre están cansados no tienen ganas de hacer nada divertido. No me gusta mucho la ciudad, pero es lo que hay, menos mal que tengo el pueblo y me puedo venir siempre en vacaciones.
Aquí hay tiempo para todo, duermo la siesta, juego, me baño en el mar, cogemos flores de manzanilla para mama, hacemos la compra, vamos al río a lavar y jugar, claro y hablamos con todo el mundo con el que nos cruzamos.
La gente de pueblo son muy educados, siempre saludan, y preguntan como va todo. En la ciudad te cruzas con la gente que va mirando al suelo, o al teléfono o a la tablet, entran en el ascensor empujando para no quedarse fuera.
Mama dice que yo sea educado y salude siempre al entrar y salir de los lugares, incluido el ascensor, pero a veces, me entran ganas de no hacerla caso, tienen todos cara de estreñidos. Si he dicho estreñidos, cuando estás varios días que no puedes ir al baño a hacer caca, y te duele mucho la tripa, y se nota hasta en la cara, pues eso.
Hoy nadé mucho, el abuelo para ser tan mayor, se mantiene en forma, se va muy lejos nadando y vuelve todos los días, al menos dos veces, dice que el mar es su vida, que siente como la sal le cierra los poros y se siente bien. El mar es la mejor medicina que nunca podrá tomar.
Y debe ser verdad, por qué nunca le duele nada, y camina muchísimo, a veces, voy con él, pero entonces vamos más cerca, me lleva a muchos lugares interesantes.
Hay una pequeña montaña, en la que esta escondido un túnel que lleva a una sala enorme, el abuelo dice que esta hecho de hormigón, que se construyo en la guerra y ahí se escondían los soldados. Yo leí un libro que hablaba de algo parecido, lo llamaban búnquer. En la historia narraban que cuando llegaban los aviones con las bombas, sonaba una sirena y todos se escondían allí.
Le quería preguntar a la abuela, si cuando ella era pequeña también se escondían en ese túnel, pero no quiero que se ponga triste, así que no le pregunto sobre ello, se que aún le da mucho miedo.
Acabamos de bajar del campanario de la iglesia, le hemos pedido permiso al señor cura para subir. Es muy divertido, escaleras de caracol, van haciendo círculos subiendo y subiendo, parecen querer llegar a tocar el cielo. Hay dos nidos de cigüeña, y el abuelo, vió el otro día que ya habían nacido las crías, yo nunca las había visto así de cerca, mola un montón. Son tan chiquitos y su mama me miraba muy sería con ese gran pico rojo, cualquiera se atrevía a acariciarlos. Nos conformamos con mirar.
Algunas tardes se les oye, cuando llega el macho de buscar comida y se saludan, hacen ruidos con el pico, es como si lucharan pero se están dando un beso. ¿Qué complicado, No? Con ese pedazo pico.
A la vuelta hemos encontrado unas charcas que se debieron formar el día del vendaval, sobre unas piedras que tienen una pequeña hendidura, dice el abuelo que se hacen profundas como si le pasaras cucharadas por encima, por el aire y la lluvia, que se desgastan, como las cosas de usarlas.
En las charcas había una sorpresa, yo mira que llevo años viniendo al pueblo, y es la primera vez que lo veo. Había crías de ranas, como se llaman es un nombre muy raro. Larvas de renacuajos. Son transparentes y se ven como puntitos, me recordó la cola de Daniel, se mueven de un lado a otro sin parar. Si sigue el calor, posiblemente se mueran antes de ser renacuajos y poder llegar a ser ranas.
En el río junto a los juncos están los nidos de los patos, hay muchísimos, mira que hay ruido, que las mujeres van todos los días a lavar la ropa y los niños chillan y saltan, pues hay están tan tranquilos. Algunos son preciosos, a veces no salen hasta que cesa el bullicio y se empieza a ir la gente.
Ánades se llaman unos, lo leí en la enciclopedia de la abuela. El año pasado hubo un cisne pero solo se le vió unos días, dicen todos, que es muy raro verlos por aquí, que tal vez se había perdido, y marchó.
A mi me gusta ver volar los gansos, no es que sean muy bonitos ni coloridos, pero son muy fuertes. Forman bandadas grandes vuelan en formación, todos juntos, hacen una forma de ”V”, y no se pierde ninguno. Todos saben perfectamente hacía donde deben volar en cada momento. Y vuelan muy rápido, parecen no cansarse nunca, dicen que es por qué el ganso que va en cabeza, el primero, va rompiendo el aire, permitiendo que sea más ligero el vuelo al resto, y al formar la “V” se desplazan más rápido, pudiendo recorrer una distancia mayor que si fuera un solo ganso volando. Se van turnando para no morir en el vuelo de agotamiento, todos pasan por el primer puesto, piloto a la vista, me gusta llamarle.
Cada año vuelan muchos kilómetros para volver hasta el lugar donde nacieron, allí ponen sus huevos y nacen sus crías para después volver a marchar juntos a otros lugares donde el tiempo más cálido  les permita vivir.
Dice mi abuelo, que los seres humanos tenemos mucho que aprender de los animales, en concreto, de estas aves. Y en este caso, le quita el puesto a la abuela y dice que hay un refrán que los define perfectamente “Si quieres llegar rápido, viaja solo, si quieres llegar lejos, viaja en grupo”.
Pero por una vez, yo le contesto, que no todos tienen que aprenderlo, en el pueblo la gente es así. Y entonces me dice “A veces olvidamos aquello que aprendimos, cometiendo muchos errores”. No, si va a ser cierto eso de que los abuelos son las personas más inteligentes que habitan la tierra.
El señor Vicente ha venido muy temprano a arreglar el tejado, yo quiero subir con él, espero que me dejen. ¡Ah! ¿Sabes? El ruiseñor se salvo de la tempestad, hoy ha vuelto, ayer pusimos tiestos nuevos de geranios y margaritas de muchos colores, está preciosa la ventana, de momento hasta que traiga mama el cristal el fin de semana, le hemos puesto un plástico para que no se cuelen demasiados bichos, aunque si hiciera caso, para bicho ya es bastante mi presencia.
A mi no me importa que me llamen bicho, se que lo soy, pero no por que sea malo, enredo mucho, y soy muy curioso, y me gusta ver y saber y si puedo estar en el centro de cada cosa que sucede para verlo bien, pues mejor. Yo creo que eso no es malo. Así que bicho soy.  Seguro que tu te enfadarías, si te lo llamaran…..
Echaba de menos la melodía de nuestro amigo el ruiseñor. Bueno voy a probar a subir al tejado a ver que sucede.  ¡Eihh! Te han dado permiso para subir, niño, por tu cara diría que te has colado sin preguntar, no es cierto. Venga anda ven aquí con cuidado y me ayudas a arreglar el tejado.
Mira esto de color gris es cemento, hay que mezclarlo con agua hasta que se haga un poco espeso. Se hecha entre los bordes que rodean las tejas que vamos a colocar y listo. Luego echaremos un poco por encima de las tejas, para que no quede ninguna rendija y se cuele el agua cuando llueve, dichosas goteras, que luego son muy difíciles de encontrar por donde entra.
No habías visto nunca el cemento. ¡Ven! Haz tu la mezcla, cógelo, sólo te mancharas un poco. Así, muy bien y ahora, ¿Quieres colocar tu la teja? Pero ten cuidado no se te caiga es que es muy difícil encontrarlas ya por aquí, y no tengo muchas y me quedan aún algunos tejados más que reparar.
Ja,ja,ja, se reía Vicente, veo que te gusta, quieres venir mañana conmigo a arreglar el tejado de la panadera. Claro que quería, como no iba yo a meter las manos en aquella faena. Venga, vamos para abajo, ten cuidado ahora con las manos húmedas puedes resbalarte al bajar por la escalera y antes de nada pide permiso a la abuela, no quiero que luego se enfade conmigo.
Por cierto, crees que nos dará un poco de esa nata tan rica que guarda en su nevera, con esas galletas que hornea con la leña que saben a gloria.  Y claro, como no, yo le pregunto ¿A que sabe la gloria? "Con la iglesia hemos topado" dice el señor Vicente escaqueándose como tienen costumbre los mayores.
Mama se hubiese puesto enferma, tiene vértigo, dice que eso es miedo a las alturas, que se queda parada y no puede moverse. Por lo visto, en un documental que vimos juntos en la televisión, decían que era muy normal, que había mucha gente a la que le pasaba. Es como el que tiene miedo a la noche, un miedo más.
Después de deleitarnos un rato en la merienda, yo me quede jugando con Daniel y la pelota, pero una ola se la llevo y yo aunque no soy miedoso, me acorde de lo enfadado que estaba el otro día el mar y me quede quieto mirando como se la llevaba, mi pelota de colorines y entonces Daniel se metió a por ella y en un pis pas la trajo de vuelta, empujándola con el hocico.
Vaya  muchacho eres muy valiente amigo, sigamos jugando, aunque ahora mejor  nos quedamos al borde de las escaleras.
La noche llegó y el abuelo y yo nos sentamos bajo las estrellas a contemplar la vía láctea y algunas constelaciones como la del triangulo, aquello era maravilloso. 
¡Daniel! No pude evitar suspirar, mientras un pensamiento voló por mi mente, mañana vendrá mama, se acabaron las vacaciones, toca regresar a la ciudad, en unos días empieza el colegio. 
Menos mal pensó que algunos fines de semana regresaré y mis abuelos estarán esperándome y ese cielo, y ese mar.............
Marijose Luque Fernández.

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