Revista Diario

Mi lado femenino (III) – Jane Austen

Publicado el 28 enero 2013 por Fernando

Lo que tiene esto de haber sido lector pertinaz de novelas decimonónicas, cimientos de mi posterior vicio de escritura, es que nunca se corre el riesgo de ignorar la ruta a seguir en dicho territorio literario, al comprender éste una red de caminos y una extensión inabarcable que confluyen siempre en el mismo destino. Además, el lector con cierto grado de salvajismo, inquieto en sus intereses y travieso en sus elecciones, encontrará un aliciente adicional para recorrer esos caminos, cual es la de hallar sorpresas placenteras allá donde menos lo espere.

Quizá no sea el ejemplo más instructivo, pero quien esto escribe tuvo que terminar Crimen y castigo por uebos, no flipó con Rojo y negro, hubo de marcar límites y pausas en Dickens, Galdós o Hugo y nunca se deshizo en elogios para con Balzac, aún disfrutando de sus lecturas y reconociendo los canónicos méritos de todos ellos; pero encontró una mina que ni la de los enanos de Blancanieves al abrir la portada de Orgullo y prejuicio, puerta de entrada principal al universo austeniano, y toparse a bocajarro con la siguiente reflexión en el primer párrafo:Es una verdad universalmente reconocida que al hombre soltero, poseedor de una fortuna cuantiosa, le hace falta casarse. Cuando un hombre de esta categoría fija su residencia en una localidad, las familias vecinas, que llevan grabada esa verdad en su inteligencia, le consideran como legítima propiedad de alguna de sus hijas.
A poco conocedor que sea uno de la perceptividad británica respecto de la ironía satírica, no puede dejar de frotarse las manos y zambullirse de patas en las páginas subsiguientes para gozar como un gorrino en un maizal.

Mi lado femenino (III) – Jane Austen
A quien en sus lecturas busque tormentosas pasiones, retorcimientos expresivos, psicopatías apremiantes o desgracias inacabables, el nombre de Jane Austen le resultará generosamente emético. A quien no le importe encontrar delicadeza sentimental mezclada con mordacidad despiadada (aunque sutilmente escrita), constancia en los afectos e inestabilidad en las aversiones, fortaleza de caracteres y profundización en las bases de la sinceridad y la amistad entre hombres y mujeres, no podrá oponer un pero a formas y contenidos de Orgullo y prejuicio, Emma, Persuasión, Mansfield Park, Sensatez y sensibilidad o La abadía de Northanger (por citar sólo sus novelas extensas).

Austen construía sus mundos literarios basándose en los pequeños detalles con la minuciosidad que más tarde haría famoso a Marcel Proust, con la equilibrada sencillez de un cuarteto de cuerda clasicista, con la pulcritud expresiva de su estilo y con la profundidad de su consideraciones sobre las relaciones humanas. Aspectos éstos que me engancharon a su mundo tanto como su antirromanticismo militante.
Pero es otro aspecto el que interesa destacar en estas líneas. Veamos:Estar bien informado implica que no podremos satisfacer la vanidad de los demás, cosa que una persona sensible siempre deseará evitar. Especialmente las mujeres, si tienen la desgracia de saber algo, deben ocultarlo lo mejor posible.
Las ventajas que reporta para una joven bonita carecer de juicio han sido ya destacadas por la brillante pluma de una colega novelista, y a su tratamiento del tema sólo añadiremos, para hacer justicia a los hombres, que si bien para la mayor parte, los más superficiales, la necedad en la mujer supone un gran realce de sus encantos personales, hay también otros lo bastante sensatos y bien informados para buscar en la mujer algo más que ignorancia.

Bien pudiera ser que la lectura de párrafos como el precedente indujera a Virginia Woolf a opinar de ella que «es la mayor escritora, porque no intenta escribir como un hombre. Todas las demás mujeres lo hacen; por esa razón yo no las leo». Sólo un incisivo punto de vista femenino puede dar lugar a afirmaciones tan rotundas y válidas a finales del siglo XVIII como a principios del siglo XXI. Punto de vista femenino, que no feminista; la ridiculización de arquetipos de jovencitas de aquel entonces aficionadas al naciente romanticismo novelesco no podía implicar por sí misma la rebelión abierta (aunque sí encubierta) contra los códigos socio-morales de la época.
Así, teniendo en cuenta la naturaleza esencial del ser humano, inmutable en el tiempo, nunca se podrá describir de manera más sutil y elegante el doble filo de la feminidad, sin excluir el vampirismo entre mujeres (porque en sus escritos la estopa se repartía casi a partes iguales para hombres y mujeres):Resultaría humillante para los sentimientos de muchas damas si les hiciera comprender lo poco que en el corazón de un hombre influyen el precio o la novedad de sus vestidos, lo poco que se deja influir por la textura de las muselinas y el mínimo afecto que despierta en él el hecho de que tengan lunares, puntillas, o que el tejido sea fino o grueso. Si la mujer es refinada, lo es sólo para su propia satisfacción; ningún hombre la admirará más, ni ninguna mujer le tendrá mayor simpatía. La pulcritud y el estar a la moda bastan a los primeros, y un poco de pobreza o de descuido resultan sobremanera atractivos para las segundas.
Aunque mordaz y satírica, afirmó con poco más de veinte años que «la sabiduría es mejor que el ingenio, y a la larga tendrá sin duda la risa de su parte». Aunque acérrima crítica de la novelería sentimentalista de la época, no renunciaba, en buena lógica, a la exaltación de las cualidades de una novela bien concebida.«Y ¿qué usted leyendo, señorita?» «Bah, ¡no es más que una novela!», replica la joven dejando a un lado el libro con afectada indiferencia o momentánea vergüenza. No es más que “Cecilia”, “Camilla” o “Belinda”. En resumidas cuentas, no es más que una obra en la que se manifiestan las más nobles facultades del espíritu, una obra que transmite al mundo el más profundo conocimiento de la naturaleza humana, la más acertada descripción de sus variedades, las más animadas muestras de ingenio y de humor con el lenguaje más escogido.
En definitiva, con la prolongada compañía lectora de Jane Austen desarrollé, como puede hacerlo cualquiera otro hombre, una cierta “inteligencia”(*) femenina respecto de caracteres literarios así como una predilección por los personajes que concibo en mis relatos.
Por suerte, no podemos lamentar que una muerte prematura aun para la época nos haya privado del genio vertido en sus obras. Y hoy, día en que se cumple el bicentenario de su buque insignia, Orgullo y prejuicio, es un excelente aunque no único motivo para rendirle nuevamente homenaje como ejemplo de la falta de límites para el alma humana cuando en ella confluyen encanto y lucidez.(*)D.R.A.E.- 1. f. Capacidad de entender o comprender.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas