Revista Diario

Mi renacimiento

Publicado el 16 abril 2010 por Mariocrespo @1MarioCrespo
Parece que fue ayer cuando entré allí, hace tres años. Aquello parecía el trabajo de mi vida: qué gran sitio, de tamaño, quiero decir… Pero desde hace unos meses el gran sitio se me quedaba pequeño, me asfixiaba, me oprimía, me cortaba la respiración... pero no podía salir, estaba condenado a pasar mis días en ese agujero. 
Entonces, a pesar de la crisis, decidí empezar el siempre farragoso proceso de echar currículos. Una de aquellas ofertas en las que participé parecía perfecta para mí: un trabajo internacional, donde se habla inglés, donde convives con gente de más de 30 nacionalidades, donde comienza un nuevo e ilusionante proyecto, donde pagan dignamente, donde tienes dos meses de vacaciones, donde puedes crecer, ascender y desarrollarte profesionalmente, donde se puede, en resumen, vivir como a mí me gusta vivir: de manera expansiva. Sí, aquél era el trabajo perfecto para mí. Por eso, y aunque sin mucha esperanza, eché mi currículo.  Pasé el primer corte sin problema, mi inglés fue definitivo. Pero lo que estaba por llegar no podría habérmelo imaginado ni en mis peores pesadillas: seis entrevistas límite con un alto factor psicológico presidiendo todas ellas, cuyo fin último consistía en llegar a una hipotética final donde se decidiría el candidato definitivo. No, el trabajo no era para la NASA, sino para la cultura, pero los americanos son así, el extremo contrario a los españoles, quienes una vez me contrataron por teléfono, sin verme la cara siquiera. Tras toda esta fase de agotamiento e ilusiones que flotan en el aire pero que nunca se materializan como algo tangible, me llamaron por teléfono y me dijeron una frase que no se me va a olvidar jamás: "We really like having you here". Cerré el puño y grité: "¡Toma! I’ve got it. Yes I did". Y ahí empezó todo, el cambio, el renacimiento, la nueva vida que me espera y que, aunque está mal que lo diga yo, creo que me merezco después de tantos años de esfuerzo. Pero lo que realmente ha conseguido llenarme, aparte del éxito laboral, es que estando en territorio español he logrado algo que, por momentos, creí irrealizable: que la meritocracia se imponga al amiguismo (aunque algunos, no sé si por envidia, se empeñen en negarlo).

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