Revista Literatura

Mi Sevilla.

Publicado el 08 enero 2012 por Marga @MdCala

 

Mi Sevilla no es mía, aunque yo haya nacido en su Macarena. Sevilla no es de nadie, por mucho que nos dejemos la piel, la boca, los ojos y las manos hablando de su infinita virtud; pero aún así, todos los hispalenses la sentimos como nuestra y nos duelen en el alma sus pesares, como si de una madre abierta, generosa y sufrida se tratase.

 

Mi Sevilla, que no es mía pero la quiero como si lo fuese, me abrió los ojos en el parlamentario Hospital de las Cinco Llagas, foco vergonzoso de miseria cuando corría el final de los sesenta, y me alojó en mis primeros años de vida en la entonces novedosa Ronda de Pío XII, tan cercana al entorno de la única Esperanza que yo venero en mi agnosticismo:  Ésa que tiene carita de muñeca y gesto de dolor eterno…

 

La ciudad de la Giralda -allí donde sólo se sestea- me consiguió un trabajo a bien temprana edad, y me lo conservó hasta que un parto de dos niñas en el renovado lugar donde nació su madre, imposibilitó otro quehacer que su cuidado y crianza. En ella, en mi Sevilla, he vivido toda mi existencia y me he sentido tan feliz como pocos, sin añorar otras tierras más ricas o más bellas… si es que hubieran de existir.

 

De modo que permitid que me ponga en jarras -a la típica manera- y perdonadme todos si me indigno, cuando se le falta de algún modo a esta tierra del río Betis, pero la que os habla no se considera ciudadana del mundo, que tan bien queda y tan poco significa, la que os habla se siente sevillana de pura cepa y macarena de corazón… que la Esperanza es tan grande que ni siquiera hace falta creer para quererla.

 

Ojalá algún día los tópicos que pesan como una losa de ignorancia sobre mi Sevilla -que no es de nadie porque es de todos-, sean borrados de su agraciada faz, a base de seguir trabajando, de esfuerzo, de unidad y de dignidad colectiva, que quizás sea lo que más nos falta cuando dejamos pasar lo intolerable, por asumido.

 

La Esperanza es lo último que se pierde y lo primero que se gana al nacer en mi Sevilla. Que no es mía, pero yo la quiero -¡tanto la quiero!- como si lo fuese…

 


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