Revista Literatura

MiniCuento XXVI: La llegada a casa

Publicado el 28 abril 2014 por Anilibro @anilibro

Hoy un MiniCuento que es el día a día de mucha gente en este país. El apoyo en más importante de lo que parece. Es la mejor forma de seguir adelante. Espero que os guste:

MiniCuento XXVI: La llegada a casa

Cerró la puerta tras de sí. Se quitó la americana y la corbata. Las dejó sobre una de las sillas del salón y se sentó en el sofá. Volvía de otra entrevista infructuosa. Era la número 35 en casi siete meses. En esta la razón de su rechazo había sido de las del tipo “no das el perfil que necesitamos, lo sentimos”. La oferta de trabajo estaba clara. Cumplía una por una todas las exigencias. Se sentía algo deprimido.

La puerta de entrada se abrió. Su mujer y su suegra entraban con la compra.

– ¡Hola cariño! ¿Qué tal la entrevista? – dijo ella con una sonrisa, que se quedó congelada al verle la cara. – ¿no? – El negó con la cabeza – No te preocupes, ya verás como la próxima es la definitiva.
– Hola Juan – dijo con cara de pocos amigos la suegra.
– Hola Virtudes – respondió el con una educación que le habría gustado saltarse. – Carmen, voy a darme una ducha.
– Ah, vale. Mientras yo guardo la compra.

Se encerró en el baño y abrió los grifos para que circulase el agua y llegase caliente. Se dio cuenta de que había olvidado meter una camiseta para cambiarse, así que salió del baño de nuevo. Escucho sin querer la conversación que había en la cocina.

– … no me lo puedo creer. Seguro que hace mal las entrevistas a posta. Se está muy bien sentadito en casa jugando a la consola y viendo la tele. De verdad que no entiendo como lo aguantas.
-Hace lo que puede mama. – su voz cansada chocaba con la que le había dirigido a él cuando había entrado por la puerta.
– ¿lo que puede? ¿Cuánto lleva? ¿Un año así?…
– Siete meses mama…
– ¡Lo que sea! ¡es un vago! Te lo digo yo. Deberías hablar con él, deberías…
– ¡Ya basta, mamá! Tú no lo entiendes y no lo podrás entender nunca. Lo que necesita es apoyo, no que le hundan más. Parece que solo quieres que se sienta peor. Así no ayudas.
– ¿Qué dices? ¿Yo? ¿Qué yo quiero que se sienta peor? Solo te digo que es un vago, no me negarás eso…
– No tienes ni idea de lo que hace, tú crees que está sin hacer nada, pero se esfuerza en mantenerse a flote. Hecha montones curriculums, hace cursos, escribe, aprende cosas que ni te imaginas.
– ¡Tonterías! ¡Eso es porque estás atontá con él y no piensas con claridad!
– ¡Ah! ¿Cómo puedes decir eso? El me apoyó cuando estuve dos años sin trabajar ¡DOS AÑOS! ¿me has oído bien, mamá? El me apoyó cuando tu solo tenías palabras de reproche.
– … mira es tarde, – se le oía insegura ahora- y tengo muchas cosas que hacer. Además me voy para no discutir contigo.
– Muy bien. Hasta luego mamá.
– Hasta luego.

Se oyó la puerta. Pasaron unos segundos hasta que Carmen empezó a hacer ruido de nuevo. Había estado templándose, tras la conversación. Él volvió corriendo al baño, para que ella no supiese que había escuchado la conversación. Se estaba enjabonando cuando ella entró en el baño.

– ¿Cómo estás? ¿te encuentras bien? – preguntó ella.
– Si – afirmó desde el interior de la ducha. Abrió la mampara- acércate un momento.
– ¿Qué pasa?- dijo ella mientras se acercaba.

El abrió de golpe la puerta y la cogió en brazos metiéndola en la bañera. El era un hombre fuerte y ella bastante menuda. Le dio un largo beso. Ella quedó empapada en segundos por el agua de la ducha. Cuando separaron sus bocas él la miró a los ojos.

– Te quiero cariño.
– Y yo a ti.

Se volvieron a abrazar, sin importarles que el agua corriese por todo el suelo del baño.

FIN

Nos leemos en el siguiente capítulo.

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