Revista Talentos

Monólogo: las romerías

Publicado el 13 mayo 2017 por Espe85

LAS ROMERÍAS
Durante los meses de abril, mayo y junio toda la geografía española se cubre de innumerables fiestas rurales más conocidas como romerías.
Teóricamente, el fin de una romería, es celebrar y mostrar la devoción de un pueblo hacia su correspondiente santo, santa, cristo o virgen. Digo teóricamente porque prácticamente se convierte en la excusa perfecta para que los que están fuera vuelvan al pueblo, y pegarnos todos un día rural a base de barbacoa y regado por las típicas bebidas que alegran esos días.
Estas romerías tienen también una función sentimental, concretamente la de ayudar a los mozos/mozas del pueblo a buscar pareja, dada la afluencia de gente en esos días en el pueblo y los estragos que provoca los exceso del alcohol.
Bien es cierto que a veces, en las televisiones locales, se pasan un poquito anunciando la gran afluencia de gente que va a las romerías, con titulares como: Durante este fin de semana de romerías Villazarcillo duplica su población. ¡Hombre! Si Villazarcillo tiene 200 habitantes pues han ido 200 personas más, tampoco es para tirar cohetes, lo jodido es duplicar la población de Madrid pero en un pueblo lo tienen más sencillo, aunque como alguien diga eso de: ¡A que no hay huevos a duplicar la población de Madrid en San Isidro! Lo mismo se anima la cosa, que con eso de "A que no hay huevos" no se juega.
La rutina de una romería suele ser la siguiente: El día de antes quedas con los amigos para comprar las viandas que cocinaras y las bebidas, a poder ser vino y cerveza, que tomarás. El día de la romería hay que madrugar, para coger buen sitio, pero antes hay que pasar por la churrería del pueblo para coger los churros y el chocolate del desayuno de rigor. Lo que ocurre es que a todo el pueblo, y parte de fuera, le ha dado por ir a por churros a la misma hora, lo que hace que el madrugón para coger buen sitio no sirva de nada.
Después de coger los churros y el chocolate te lo vas comiendo de camino al lugar donde se celebra la romería, normalmente no se va por carretera, si no por caminos, con sus correspondientes baches, lo que significa que llegarás de chocolate hasta las orejas, que si lo unes al polvo del camino, se forma una masa más resistente que el cemento.
Al llegar debes escoger el sitio donde pasarás el día, eso lejos de parecer difícil es muy sencillo, no te queda más remedio que quedarte con el sitio que te hayan dejado. Una vez aparcas comienzas a colocar una pequeña carpa improvisada con lo que tenías en casa, que te ayude a pasar el día sin que el sol te abrase. Una vez terminas es hora del aperitivo y ahí empiezan a salir las ricas viandas del pueblo y los fantásticos vinos, en circunstancias normales con eso ya comías, pero como estás de romería, no te vas sin probar los chorizos asados que hace el carnicero del pueblo, porque después de ese aperitivo comenzamos la barbacoa, y detrás del chorizo va la morcilla, van la panceta, el lomo, etc, etc, etc... todo ello acompañado con su cerveza o vino y su ración de pan de pueblo.
Cuando terminas son como las 5 de la tarde y llega la hora del café y los dulces, que como en nuestros pueblos dulces no hay....otras cuantas calorías a sumar. Una vez terminamos con el café, alguien saca las pipas, y comienzan las sobremesa marcándose un Sálvame en toda regla criticando a todo el pueblo, aunque no los conozcas.
Durante esta instructiva conversación alguien dirá: Bueno, ¡habrá que cenar!... que claro, como llevamos pasando hambre todo el día... entiéndase la ironía, pues hacemos otra barbacoa de esas que son una oda al colesterol. Una vez terminada la cena toca recoger y volver a casa. En ese momento entrarás en la ducha a quitarte las doscientas toneladas de mierda que llevas encima, y cuando salgas de ella tendrás la sensación de haber corrido una maratón, no podrás moverte del sofá, y terminarás diciendo aquello de: ¡qué bien se vive en los pueblos!... pero yo me voy a la capital. Cómo siempre el ser humano y su creciente incongruencia existencial.
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