Revista Literatura

Montaña (Paolo Cognetti)

Publicado el 19 septiembre 2018 por Enrique.arbe @enriquearbe
El hombre recogió un palito con el que trazó un círculo en el suelo. Le salió perfecto, se notaba que estaba acostumbrado a dibujar. A continuación, dentro del círculo, trazó un diámetro y luego otro perpendicular al primero, después un tercero y un cuarto a lo largo de la bisectriz, con lo que obtuvo una rueda de ocho radios. Me dije que, para obtener esa figura, yo habría empezado por una cruz, pero lo típico de un asiático era empezar por el círculo.-¿Alguna vez has visto un dibujo así? -me preguntó.-Sí -respondí-. En los mandalas.-Exacto -dijo él-. Nosotros decimos que en el centro del mundo hay un monte altísimo, el Sumeru. Alrededor del Sumeru hay ocho montañas y ocho mares. Ese es el mundo para nosotros.Al decirlo trazó, fuera de la rueda, una pequeña punta para cada radio, y luego una pequeña ola entre cada punta. Ocho montañas y ocho mares. Por último, hizo una corona alrededor de la rueda, que podía ser, pensé, la cumbre nevada del Sumeru. Examinó durante un momento su trabajo y meneó la cabeza, como si fuese un dibujo que ya había hecho mil veces pero que últimamente no le salía tan bien. De todas formas, apuntó el palito hacia el centro y concluyó:-Y decimos: ¿habrá aprendido más quien ha recorrido las ocho montañas o quien ha llegado a la cumbre del monte Sumeru?El porteador de gallinas me miró y sonrió. Yo también, porque la historia me parecía simpática y creía que le comprendía bien. Borró el dibujo con la mano pero yo sabía que no iba a olvidarlo. Bueno, me dije, esto tengo que contárselo a Bruno.
Montaña (Paolo Cognetti)
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Las ocho montañas
Paolo Cognetti (Milán, Italia, 27 de enero de 1978)

«Sea lo que sea el destino, habita en las montañas que tenemos sobre nuestras cabezas.»
Pietro es un chico de ciudad, solitario y un poco hosco, que veranea en los Alpes italianos. Bruno es hijo de un albañil de la zona, alguien que solo conoce los montes y que pastorea las vacas de su tío. Tienen apenas once años y un mundo entero les separa. Pero, verano tras verano, forjan una profunda amistad mientras Bruno inicia a Pietro en los secretos de la montaña. Juntos exploran y descubren casas abandonadas, glaciares y escarpados senderos hasta que, con los años, sus caminos toman rumbos distintos.
Esa misma naturaleza salvaje es la pasión que mueve al padre de Pietro, un hombre envuelto en la melancolía de una Milán gris que solo puede abandonar durante los veranos. La montaña se convierte entonces en el mejor lenguaje para comunicarse con su hijo, un legado que solo el tiempo conseguirá poner en valor.

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