Revista Talentos

Mundos para crear historias

Publicado el 04 noviembre 2014 por Lachicadelasonrisa

Paseaba por las calles de Madrid con los aires de una artista reprimida y la inspiración pisándole los talones. Ella huía de los bares de siempre y buscaba las cafeterías más escondidas de la ciudad, escuchaba Björk en su reproductor mp3 de la manzanita. El Retiro se le hacía pequeño y soñaba con viajar a Praga. Volvía con mil dudas a casa mientras cogía el metro en la estación de Atocha sin pensar ni un instante que en ese momento el resto de su vida cambiaría. No sabía cómo iba a escribir su futuro solo con un cuaderno a medio acabar y un bolígrafo al que le quedaban tres palabras y media. ”Quizás debería cambiar de cuaderno, y de bolígrafo” -se decía. Amaba demasiado su bolígrafo y su cuaderno, pero era hora de guardar ese pasado y ese cuaderno de tapas verdes en el tercer cajón de la mesilla, al fondo, detrás de los calcetines y las braguitas. Era hora de estrenar los gorros de colores que jamás se había puesto pero que eran tan coquetos como ”poco glamurosos” según la revista que hay cada mañana en la sala de ‘esperar a que empiece otro día más y desear que termine’ donde se pasaba media hora cada día. Había dejado de ponerle pasión a las cosas y por suerte, un día reaccionó y se dio cuenta de que vivir así era la pérdida de tiempo más absoluta y desaprovechada.-Entonces me dispuse a ir a comprar un bolígrafo y un cuaderno nuevos, y fue lo más complicado que he hecho en mi vida, no porque me diera pena deshacerme de mi cuaderno verde a medio acabar (que también) si no porque había tantos cuadernos y tantas combinaciones, tantos colores y formas, tantas texturas que era imposible decidir cuál me vendría bien en la nueva etapa de mi vida. Vi multitud de bolígrafos, diferentes puntas y colores, tipos de tinta y algunos incluso se podían borrar (lo que está a bolígrafo nunca se borra, es una regla de la vida) y cosas así de extrañas pero a la vez sorprendentes. Tengo que reconocer que me enamoré de cada cuaderno, de cada color pastel que adornaban las portadas de esos ‘mundos para crear historias’ (eso son los cuadernos en blanco). Como no me decidía y la chica de la tienda me estaba metiendo prisa a causa de mi embobamiento en esas vitrinas de cristal que tenían el material como si de un museo se tratase. Así, compré un cuaderno blanco, de 21 cm x 13 cm, con las dos tapas en blanco y las páginas igual. ”Así podré escribir mi vida empezando por la tapadera”, pensé. Pagué los 12 euros que me costó el cuaderno (ya puede ser bueno e inspirarme) y corrí a coger el autobús que me llevaba a casa. Abrí la puerta y nerviosa me senté en mi mesa de trabajo, apoyé mi cuaderno nuevo en mi tablero enorme donde tengo mucho espacio y a la vez muchas cosas, y escribí en la tapa con la letra más bonita que pude: ” Mundo para crear mi historia”.

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