Revista Literatura

Necedades

Publicado el 14 febrero 2015 por Javier Juste
Cae la tierra sobre la tumba y la gente se marcha. 
Siempre supe que todos íbamos a morir, pero nunca imaginé que cada uno de nosotros, con nuestros nombres y apellidos, nos apagaríamos, pasando a formar parte de esas líneas torcidas que nunca serán escritas en el libro del olvido.
No es un día de lluvia. 'Por suerte los tópicos también mueren con el tiempo'. Hace sol, como el día en que me enteré de la noticia. Un sol suave, que acaricia a la vida a lo lejos; con la delicadeza con la que una madre acaricia a su hijo, la justa presión para que no se mezclen emociones. Porque el amor no es pasión, y el odio no es indiferencia. Las manos de una madre saben eso, el sol sin embargo, no sabe nada; pero la naturaleza es sabia sin serlo, y sus caricias son suaves.
Les he visto llorar a todos, pero yo no he llorado. Nunca hago las cosas a derechas. Ni siquiera sé llorar cuando se debe. He visto los trajes negros y no he podido evitar cuestionarme esa costumbre social absurda una vez más; en vez de dejarme cautivar por el respeto que intentaban transmitir.  El ataúd ostentoso, la corona de flores: 'tristemente algunos tópicos nunca mueren' eso fue lo que pensé.
Soy un necio. Nunca entendí nada. Nunca imaginé que tal vez detrás de esas costumbres aparentemente estúpidas se esconden verdaderos sentimientos que la mayoría de la gente no se atreve a manejar sola; que la cultura es el refugio de los cobardes y que los valientes somos unos locos inadaptados. 
Que por querer sentir despreciamos al que siente; que por querer vivir saltamos desde los puentes.
Ahora que al fin he muerto me siento vivo. Pero sigo llorando a destiempo, y ahora nunca sabré por qué.

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