Revista Literatura

¿Necesidad de elecciones?

Publicado el 26 marzo 2012 por House

Leía el viernes en un periódico asturiano que PIT II (Paco Ignacio Taibo II) había declarado desde México, tras conocer el pacto entre ‘su gente’ y el Ayuntamiento de Gijón: «Y, ahora a trabajar».
   Hoy, ahora, en esta noche post electoral es lo que pedimos los electores de Asturias que nos hemos quedado con cara de bobalicones creyendo como idiotas que las cosas van a cambiar, y que en dónde hace unos meses unos y otros se retaban a muerte en una más que evidente imagen tercermundista, vergonzosa, pusilánime, y pringosa, ahora tras el manoseado 25M, viene resultando que no ha pasado nada, y que unos y otros se guiñan un ojo y se echan a suertes quién cambiará las sábanas del colchón y quién entrará al dormitorio palangana en mano. 
   Está visto y comprobado. El anticipo electoral no era necesario. ¡Qué bien venía el dinero invertido en la cita electoral para que, por ejemplo,  autónomos y Pymes recuperasen la confianza! Pero no. Resultaba más cómodo enfrentarse a sus antiguos compañeros de partido, alegando un lema patético y vergonzoso: «El orgullo de ser asturianos». No soy de Asturias, pero me siento asturiano por diferentes motivos que no detallaré, y tengo que reconocer que ese lema a mi no me dice nada. Como dicen la Biblia, no sólo de pan vive el hombre. Y hemos estado casi un año en el que en Asturias sólo se hablaba de lo bueno que era uno y de lo terriblemente malvados que eran los demás. 
   Si hay algo grande en un Estado de Derecho es el hecho de que los ciudadanos puedan, con su voto, premiar o castigar a sus políticos. Y hoy los ciudadanos asturianos hemos castigado a quién convirtió esta tierra, que destila olor a sidra, en un cortijo privado en el que nadie podía hacerle sombra, a quién creyó que aquellos proyectos que estaban funcionando eran chiringuitos de su antecesor, a quién estaba convencido de que, convocando un adelanto electoral, iba a iniciar una nueva Reconquista, ésta vez a golpe de payasada y de estupidez. Y se equivocó. Los ciudadanos le castigaron; quizás no tanto impulso como debieran, pero lo cierto es que le dieron un toque de atención, un aviso a navegantes en esta tierra serpenteada por una costa que zigzaguea y se revuelve alrededor de sus curvas marítimas.
   De verdad. Necesito una explicación razonable. Hoy, en el canal 24 horas de TVE, Fernando Jaúregui fue contundente: ¿Qué sentido tienen unas elecciones y unos pactos con respecto a la primavera pasada? ¿En qué se diferencian? ¿Por qué entonces no se pudo pactar, lo que hoy es un pacto a voces? ¿Qué ha cambiado? ¿El escenario? ¿Los personajes? Lo cierto, es que la estupidez del protagonista principal de esta película sigue aumentando. 
   Para este camino no necesitamos alforjas. De verdad. 
   En política, como en otros muchos escenarios de la vida, hay que ducharse cada mañana con el agua de la ética y del sentido común, procurando echar al desagüe aquellas aguas fecales que nacen en el ego de cada hijo de vecino? Y aquí hay demasiado hedor, excesivo odio, desmedido sentimiento de venganza, colosal necesidad de protagonismo, y, sobre todo, un magnánimo deseo de poder.
   No va a cambiar nada. Todo seguirá igual, a pesar de que los ciudadanos se expresaran de otra manera bien diferente. El día de hoy fue una farsa, una obra de teatro en el que apenas cambiaron personajes: se introdujo alguna novedad, pero aquellos que ya peinan canas en el escenario, antes que marcharse a su casa y dejar que nuevos aires circulen, se agarran al telón intentando que la función realice una sesión continua, importándole un rábano todo lo que sea diferente a su ego personal y a su necesidad vital de poder y de mando. 
   En política hay que ser responsable, hay que ser consciente de que nada es eterno, pero algunos, que llevan en el candelero de los albores democráticos, sería prudente que dieran un paso atrás definitivamente, y se quedasen en sus casas. Un gran favor harían a la ciudadanía. En primer lugar, serían conscientes de que una retirada a tiempo es muy válida y productiva. En segundo lugar, no devaluaría la imagen de su región, en guerras trivales que no conducen a nada: Sólo al desánimo y al descontento de los ciudadanos, que han expresado, una vez más, la irracionalidad, la estupidez y el descrédito político en las urnas. ¿El resultado? Una más que evidente y latente abstención. ¿Acaso no es lógico?

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