Revista Literatura

No basta

Publicado el 25 enero 2012 por Pilarrojas
NO BASTA

Idilio en el mar. Joaquín Sorolla

Pero no basta, no, no basta

la luz del sol, ni su cálido aliento.

No basta el misterio oscuro de una mirada.

Apenas bastó un día el rumoroso fuego de los bosques.

Supe del mar. Pero tampoco basta.

 

En medio de la vida, al filo de las mismas estrellas,

mordientes, siempre dulces en sus bordes inquietos,

sentí iluminarse mi frente.

No era tristeza, no. Triste es el mundo;

pero la inmensa alegría invasora del universo

reinó también en los pálidos días.

 

No era tristeza. Un mensaje remoto

de una invisible luz modulaba unos labios

aéreamente, pobre pálidas ondas,

ondas de un mar intangible a mis manos.

 

Una nube con peso, nube cargada acaso de pensamiento

estelar,

se detenía sobre las aguas, pasajera en la tierra,

quizá envío celeste de universos lejanos

que un momento detiene su paso por el éter.

 

Yo vi. dibujarse una frente,

frente divina: hendida de una arruga luminosa,

atravesó un instante preñada de un pensamiento sombrío.

vi por ella cruzar un relámpago morado, vi. unos ojos

cargados de infinita pesadumbre brillar,

y vi a la nube alejarse, densa, oscura, cerrada,

silenciosa, hacia el meditabundo ocaso sin barreras.

 

El cielo alto quedó como vacío.

Mi grito resonó en la oquedad sin bóveda

y se perdió, como mi pensamiento que voló deshaciéndose,

como un llanto hacia arriba, al vacío desolador, al hueco.

 

Sobre la tierra mi bulto cayó. Los cielos eran

sólo conciencia mía, soledad absoluta.

Un vacío de Dios sentí pobre mi carne,

y sin mirar arriba, nunca, nunca, hundí mi frente en la arena

y besé sólo a la tierra, a la oscura, sola,

desesperada tierra que me acogía.

 

Así sollocé sobre el mundo.

¿Qué luz lívida, qué espectral vacío velador.

qué ausencia de Dios sobre mi cabeza derribada

vigilaba sin límites mi cuerpo convulso?

¡Oh madre, madre, sólo en tus brazos siento

mi miseria! Sólo en tu seno martirizado por mi Ilanto

rindo mi bulto, sólo en ti me deshago.

 

Estos límites que me oprimen,

esta arcilla que de la mar naciera,

que aquí quedó en tus playas,

hija tuya, obra tuya, luz tuya,

extinguida te pide tu confusión gloriosa,

te pide sólo a ti, madre inviolada,

madre mía de tinieblas calientes,

seno sólo donde el vacío reina,

mi amor, mi amor, hecho ya tú, hecho tú sólo.

 

Todavía quisiera, madre,

con mi cabeza apoyada en tu regazo,

volver mi frente hacia el cielo

y mirar hacia arriba, hacia la luz, hacia la luz pura,

y sintiendo tu calor, echado dulcemente sobre tu falda,

contemplar el azul, la esperanza risueña,

la promesa de Dios, la presentida frente amorosa.

¡Qué bien desde ti. sobre tu caliente carne robusta,

mirar las ondas puras de la divinidad bienhechora!

¡Ver la luz amanecer por oriente, y entre la aborrascada

nube preñada

contemplar un instante la purísima frente divina destellar,

yesos inmensos ojos bienhechores

donde el mundo alzado quiere entero copiarse

y mecerse en un vaivén de mar, de estelar mar entero,

compendiador de estrellas, de luceros, de soles,

mientras suena la música universal, hecha ya frente pura,

radioso amor, luz bella, felicidad sin bordes!

 

Así, madre querida,

tú puedes saber bien -lo sabes, siento tu beso secreto de sabiduría-

que el mar no baste, que no basten los bosques,

que una mirada oscura llena de humano misterio,

no baste; que no baste, madre, el amor.

como no baste el mundo.

 

Madre, madre, sobre tu seno hermoso

echado tiernamente, déjame así decirte

mi secreto; mira mi lágrima

besarte; madre que todavía me sustentas,

madre cuya profunda sabiduría me sostiene ofrecido.

 

VICENTE ALEIXANDRE


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