Revista Talentos

No hablamos suficiente

Publicado el 27 mayo 2019 por Sylvia
Las familias esquizofrenizantes están aisladas. Crean un mundo que no va bien con el mundo de todos los demás y no salen de ahí, aunque las personas salgan de la casa.
Las niñas y niños que viven abuso sexual son aislados a través del secreto; la amenaza o simplemente la orden dada por alguien con autoridad traza una mordaza - prisión invisible.
El aislamiento se ha empleado como recurso para doblegar la voluntad de una persona. De hecho, puede ser una tortura.
Por eso no deberíamos quedarnos solas, nunca. A las mujeres nos hace mucha falta conversar porque el mundo social, en general, no está hecho de modo que nos convenga; más bien, nos oprime.
Creo que ya conté esto aquí, pero es lo que tengo en mente, así que ahí va:
Cuando B comió plátano por primera vez, su evacuación fue una cosa que parecía llena de lombrices. No recuerdo si necesité minutos, horas o días para entender que había sido el plátano. El caso es que mi abuela me contó que también se sorprendió con el primer pañal post-plátano de la primera de sus hijas. Ella sí se asustó y llevó el pañal sucio con el pediatra. Eso me dejó impactada. No que mi abuela mostrara el pañal al médico, sino que yo no me hubiera enterado antes del asunto, habiendo convivido con bebés en mi casa toda la vida; luego, además, vi que a mi abuela y yo no éramos las únicas. ¿Cómo es que algo así no lo sabe todo el mundo? ¿Cómo es que no nos enteramos de que es común y normal que en el embarazo haya una línea oscura cruzando el vientre? ¿O de lo común que es la incontinencia urinaria entre mujeres?
Es que no hablamos suficiente.
A muchos les sorprendió que hubiera tantísimas mujeres contando que habían sido acosadas, abusadas, violadas; pero muchas mujeres más bien encontramos muy familiares las historias: aquello igual que lo que le pasó a la prima, esto tal como me pasó a mí... Porque son cosas que han pasado generación tras generación y se han contado quedito, asfixiando la comunicación para proteger el estado de cosas. Como un secreto que sabe todo el mundo, pero se mantiene como secreto. Es perverso. Creo que hace falta hablarlo más y hablarlo en voz alta.
Muchas veces, callamos y nos aislamos por lealtad hacia otros; pero habríamos de ser leales con nosotras mismas, primero.
Nos perdemos de la perspectiva que nos abre el comentario de la amiga, del espejeo que puede darnos oír su experiencia o simplemente del efecto de verbalizar lo que estamos pasando y sintiendo.
Yo hablo cada vez más y estoy agradecida por las mujeres que me escuchan y por aquellas con las que converso.
Silvia Parque

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