Noche de Facebook

Esto no es un poema. No quiero resignarme a perder ciertas cosas. A que vengas a despertarme y abras las ventanas para que entre luz a la casa. A que saltes a mi cama riéndote, para que nos riamos los dos. A pedirte que te quedes entre las sábanas para traerte el desayuno. A que me sorprendas diciéndome que soy lindo, acariciándome el pecho. A que los domingos no sean ese fino manto gris de ahogo. A pensar que es posible que el mundo vuelva a tener los colores que tiene cuando nos enamoramos. A la estupidez enorme y poderosa de una florcita. A Peinarte. A que me abraces cuando duermo. Y no es literatura. Es una sirena de auxilio en la noche anudada en la garganta, intentando nadar con los dedos sobre el teclado, buscando alguna costa a la que llegar y respirar, a oscuras naufragando ya sin desespero, buscándola, buscándote a vos, que todavía no tenés nombre o lo desconozco o lo repito cada vez que te saludo pero todavía no nos miramos a los ojos. Necesito una vida. Necesito saber que puedo ser la tuya. No espero, no puedo esperar. Necesito, y no sé si merezco. No voy a resignarme, no puedo perderme la sensación de mis dedos acariciando tus labios, sabiendo que adentro tuyo toco teclas, escribo cosas que se develan a través de tu sonrisa. El amor es cursi, mi vida, el amor no se muestra porque da vergüenza a los demás, a quienes no somos nosotros. "Ya va a llegar", me dicen. No sé si será así, pero si vas a allegar debés estar en alguna parte, viniendo. Decime dónde, decime que voy a buscarte. Decime que quiero traerte a cococho como un niño hasta mi vida de adulto. Decime que quiero inventar nuevos juegos, llevarte a lugares que no existen, ver qué encuentran tus ojos cuando miran los míos.