Revista Diario

Obsesión:

Publicado el 10 mayo 2016 por Lauraps

Obsesión:
Abrí mis ojos azulados poco a poco, era la primera vez que dormía tan bien. Al instante me di cuenta de que no estabas a mi lado, te levantaste y te fuiste rápidamente, algo que suele suceder, me pregunto por qué pero nunca obtengo respuesta. Te siento tan cerca y, a la vez tan lejos, que no soy capaz de explicarlo, no puedo dejar de pensar cuál es tu plan para esta relación que está empezando a no tener ningún sentido. Me levanto pensando dónde habrás ido, es curioso que ninguna mañana pueda estar contigo, que cada vez que abro los ojos desaparezcas y que vuelva a sentirme tan sola.

Durante un largo periodo de mi vida no he tenido autoestima, he sido una pluma al viento, una vela que tan solo va de un lado a otro sin pensar cuál es su verdadero camino, cuál es la mejor forma de sentirme feliz; sorprendentemente, nunca he obtenido una respuesta razonable a ésto. Cuando Ryan empezó a estar presente en mi vida, el mundo grisáceo en el que vivía se iluminó en gran medida, me dio otra perspectiva, otra forma de vivir, me acabé acostumbrando a la compañía, a compartir algo más que los besos con otra persona. Fuimos teniendo más y más compañía cada día que pasaba, era una unión única y lo ha estado siendo hasta hoy, hasta las mañanas incomprensibles en las que desaparece sin más, en la que no responde a mis llamadas.

Decidí levantarme y sin dejar de pensar en él, tan solo quería verle y sentir su piel sobre la mía, así que, me vestí rápidamente y salí a la calle, caminando con fiereza, dirigiéndome al lugar donde trabajaba. Ryan estaba detrás de la barra de un bar en pleno centro, sirviendo cafés, a veces, copas y otras tostadas con mantequilla y mermelada. Sus ojos verdosos tenían un significado especial, era como si te llegara al corazón con una sola mirada penetrante y profunda; sus labios carnosos eran dignos de besar a todas horas, no podía apartarme de ellos y no podía dejar de pensar en ellos; su cabello de un color dorado y suave, corto y bien peinado olía a frutas, hacía que te acercaras tan solo por su buen olor, por la fuerza que desprendía, por el amor que florecía incluso de su cuerpo... cuando me di cuenta, estaba delante de él mirándole fijamente.

- ¡Aeris! Qué... qué sorpresa - dijo tartamudeando, parecía que no esperaba mi visita - No esperaba que vinieras, estoy trabajando.

- ¿Te molesto? - le dije algo cabreada, esperaba que se sorprendiera y quisiera verme -.

- Verás, estoy en el trabajo y mi jefe puede enfadarse si me ve hablando durante las horas de trabajo y necesito el dinero - me dijo, intentando que comprendiera su postura, su excusa barata -.

- Pues esta noche no hace falta que te pases por mi casa - me giré y me fui enfadada. Se quedó anonadado, allí plantado mirando mi espalda mientras me iba, pero no me giré -.

Mi cabeza trabajaba rápidamente, pensaba que había dejado de quererme, que no quería verme ni en pintura, que estaba cansado de mí... pero, ¿por qué? No dejaba de obsesionarme, me venía a la cabeza todo este asunto constantemente, me ahogaba, me desesperaba y notaba que necesitaba un respiro, pero no sabía cómo dármelo para ser sincera. Me sentía desamparada, totalmente abandonada y dejado de lado por aquel al que le estaba dando todo y el que no me daba nada, ni siquiera se sorprendía, ni le gustaba ver mi cara fileña, mis ojos azulados, mis labios finos pintados con un fuerte color rojo y mi cuerpo esbelto con una vestimenta a la moda, lo suficientemente guapa como para mirarme al espejo y no avergonzarme.

Cuando llegué a casa no sabía qué hacer, iba de arriba a abajo pensando una y otra vez en la gravedad del asunto. Ryan me llamó en su hora de descanso pero no cogí el teléfono, estaba realmente molesta y no quería que interrumpiera mi momento de reflexión, no quería que nada estorbara ese momento tan angustioso que me estaba haciendo pasar. De repente, sonó la puerta, alguien llamaba y quizá era él. Mis ojos se iluminaron y pensé que ponerme algo que le gustara le retendría conmigo, dependía tan solo de mí, de mi ansia por sentir su cuerpo sobre el mío, podría comprarle con ello. Sí, podría.

- ¿Sí? - dije mientras abría la puerta y alargaba esa palabra de forma sensual, con mi camisón rojo de encaje. Ryan se quedó anonadado pero no hacía buena cara, estaba más bien triste, no entendía por qué -.

- Tenemos que hablar - entró en mi casa como si tal cosa, no le importaba si estaba o no ocupada - Estás obsesionada conmigo, ésto no puede seguir así.

- ¿Obsesionada? - le pregunté anonadada, no entendía por qué me decía aquello con tanta despreocupación - ¿Qué crees que es nuestra relación? ¿Una aventura?

- No es una relación, tan solo nos acostamos y lo pasamos bien, jamás dije que ésto fuese algo serio. Acabo de romper con una chica con la que he estado más de cinco años, no pretendas que empiece algo contigo - me quedé parada, fue como si mi respiración se cortara, acababa de ser una sustituta de aquella mujer a la que quería realmente. Mi rabia se fue apoderando de mí - Deberíamos dejar de vernos.

Salió de mi casa sin decir una palabra, estaba con una ira incontrolable y no sabía hasta qué punto iba a aguantar. No podía dejar de pensar en él y en lo que había dicho, no podía creerme que me dijera que yo tan solo había sido una distracción, aquello me había roto por dentro y me daba la sensación de que el amor tan penetrante que sentía por él, Ryan no lo había valorado para nada, siendo que lo había hecho todo por él y me había entregado totalmente en cuerpo y alma.

De repente, me desperté de mi letargo. Mis ojos intentaban acostumbrarse a aquella habitación blanquecina, aquel lugar que parecía tan incoherente para mi mente, tan difícil de creer mi sola existencia allí, siendo todo tan borroso e inapropiado, sin entender en absoluto qué sucedía. Mientras reflexionaba sobre ello, una enfermera irrumpió en la habitación comprobando mis constantes vitales, observándome con curiosidad, todavía no sabía por qué me había quedado inconsciente.

- ¿Qué ha visto? - me preguntó, de lo más interesada -.

- Estaba realmente enfadada con Ryan, me había ignorado durante todo el día - le respondí con una voz suave y tranquila, lo cual, me extrañó - ¿Me puede explicar qué estoy haciendo aquí?

- Está internada en un hospital psiquiátrico por doble personalidad psicótica - mis ojos desorbitados volvieron a la realidad, recordando por qué estaba allí con un remolino de emociones saliendo a borbotones de mi cuerpo - Su personalidad obsesiva se está haciendo cada vez más fuerte y cada vez que se desmaya vuelve a aquella joven que se vuelve loca por un joven al que no puede alcanzar, que la frustra y la vuelve loca, un joven del que ella está totalmente obsesionada.

- ¿Entonces quién soy? - pregunté desconcertada -.

- Eso ya debe averiguarlo usted - respondió con total certeza y convicción - Yo solamente hago mi trabajo - me dedicó una sonrisa incómoda, intentando parecer simpática en aquel momento de desesperación -.

Empecé a entender mi estancia allí en el momento en el que me levanté de la cama en la que me encontraba. Había sido internada en aquel psiquiátrico desde hacía unos cuatro años, los médicos intentaban que me sintiera cómoda ante todo y querían que mi obsesión psicótica sobre aquel joven del que me enamoré y al que maté por ella, asesiné a mi ex por dejarme, por querer tener su propia vida fuera de la mía, no podía soportar mi paranoia. No respeté en absoluto su decisión y quería que fuera mío, tan solo mío y de nadie más, no dejaba que hablara con otras, no quería que se relacionara y que estuviese conmigo constantemente. Ésto desató mi estado obsesivo con él, por lo que, mis padres decidieron enviarme aquí con la finalidad de que me curara, los Tribunales no me condenaron, ya que, el primer psiquiatra al que fui para mi evaluación consideró que no me encontraba bien psicológicamente y, finalmente me analizó con profundidad sabiendo qué era lo que ocurría en mi mente.

Todo cambió para mí en el momento en que crucé la puerta de este lugar y, cada vez que me desmayo vuelvo a ser la Aeris obsesiva, la que mata por aquello a lo que quiere aferrarse. Los profesionales intentan que supere la muerte de Ryan, pero cuando me desmayo todo vuelve a ser como era antes, mi letargo define la obsesión que sentía por él, el momento en el que perdía el control, el lugar en el que se suponía que pertenecía en este mundo, las horas de locura que yo misma me creé...

- ¿Cómo te sientes? - me preguntó el doctor después del desmayo y de haberme monitorizando durante las cuatro horas en las que estuve inconsciente - Esta vez has estado menos tiempo ahí dentro - señaló a mi cabeza con el dedo, de una forma cariñosa, comprensiva y positiva -.

- Me suelo sentir algo apenada, no puedo entender cómo le he podido hacer algo así a alguien a quién he amado tanto... - bajé la mirada a mis manos con desilusión, no me explicaba cómo había podido llegar a aquel preciso momento - He pasado algunas horas sí, pero no fueron tranquilas.

- Debes tomártelo con calma, te mereces volver a tu vida normal y nosotros vamos a ayudarte - me dijo de manera comprensiva y con voz suave para no alterar mi estado de ánimo - Ánimo Aeris, puedes pasar por ésto y debes.

Entendía sus palabras, de verdad que lo hacía pero no creía que hubiera un bonito final para mí, terminaría siendo alguien que no puede controlar su mente tan fácilmente, que no puede controlar sus impulsos y nunca voy a tener un sano juicio, e incluso, al buscar trabajo ésta va a ser una mancha lo suficientemente grande para no poder acceder a ellos. Tenía verdadera dificultad para expresar aquello que sentía, no sabía si la familia de Ryan terminaría perdonándome o me odiarían el resto de sus días y quizá, yo fui lo peor que le pudo ocurrir a Ryan.

Todavía podía recordar cómo me miraba, cómo acariciaba cada parte de mi cuerpo, cada palabra, cada... Volví a mi piso, a aquella joven obsesiva que buscaba a su novio muerto en la realidad, intentando luchar contra aquel sueño que mi mente pretendía formar. Veía a Ryan desde el otro lado de la calle y lo único que pensaba era en matarle por todo aquello que me había hecho, aunque intentaba combatir contra ello, intentaba que esa idea dejara de fluir por todo mi cuerpo, quería evitar que él muriera. Me acerqué a su casa poco a poco, deslizándome con sigilo, llamando a su puerta al fin y viendo su increíble pelo dorado y aquellos ojos que penetraban en cada parte de mi cuerpo sin cesar, embriagándome con aquel perfume que olía cada noche. Me miró sorprendido al verme en la puerta, apesadumbrada y con los labios prácticamente paralizados.

- ¿Qué haces aquí? - me preguntó con aquella boca perfecta, la cual, me encantaba besar y que había dejado de hacerlo para siempre -.


- He venido a disculparme - respondí, con mi mente a punto de estallar, ya que, parecía que estaba cambiando el pasado, haciendo algo que no iba acorde a lo ocurrido - No debí hablarte de aquella manera, no debí obsesionarme por algo que no teníamos, lo siento mucho.

- Ah... - todavía se quedó más asombrado, no esperaba aquella disculpa por mi parte. Mi cuerpo se resquebrajaba por dentro, estaba a punto de estallar, a punto de dejar de vivir en aquel plano, en aquel preciso momento... - Acepto tus disculpas, por supuesto.

Bajé las escaleras de su casa en cuanto me despedí de él con una sonrisa incómoda, a lo que, de repente caí al suelo hecha totalmente añicos, dejando que mi mente dejara de formar parte de mí, alejando de mí a mi físico sin poder volver a la vida, dejando atrás a aquel médico optimista que siempre intentaba que yo mejorara, aquel hombre que ahora mismo observaba mi cuerpo inerte en su despacho y el que no pudo revivirme. Al haber cambiado el curso de los acontecimientos del pasado, mi vida se terminó dejando paso a la de Ryan, de hecho, le vi en mi mente casado con otra mujer y con dos niños preciosos a los que querría con locura y nunca dejaría de amar; fue un intercambio de vidas, era el precio que debía pagar por mi perdón, por mi redención, por una de las vidas más importantes que había apreciado en mis manos dejando atrás cualquier tipo de obsesión con mi muerte.

Morí como una mártir quizá, pero me siento orgullosa de haberlo hecho, de haber podido sentirme aliviada al conseguir alejarme de la obsesión y saber pedir disculpas, dejar de lado toda la rabia dando mi vida a cambio de la de otro, el cual, fue arrebatada de él por mi culpa. No es que su vida fuera más importante que la mía, sino que, necesitaba conseguir sentirme mejor, necesitaba tener la oportunidad de cambiar las cosas y de que Ryan pudiera seguir adelante. Al fin, todo salió bien, ¿verdad?


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Lauraps 15 veces
compartido
ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta

Revista