Revista Talentos

Olivo 01: Un mundo en medio de la nada

Publicado el 14 junio 2015 por Baurk @d3rbaurk

Tranquilidad. Era algo que necesitaba. Hay un punto, cada espacio de tiempo indeterminado en que necesito desaparecer del estrés de la sociedad, el estrés de las calles abarrotadas, el estrés de gente de un sitio a otro, como pollo sin cabeza, el estrés de los cláxones de los coches, el estrés de un mundo moderno, que no sabe contener el tempo y acelera el ritmo casi sin darse cuenta.

Sirenas de vehículos que van de un lado a otro, ya sean de policía o ambulancia, ante una emergencia, mientras los coches se tratan de esconder en cualquier resquicio para que la emergencia sea atendida en el menor tiempo posible, generando estrés, no solo al conductor incauto del vehículo de turno que se ve sorprendido por un vehículo que va esquivando obstáculos, sino al propio conductor de esa ambulancia o coche de policía, que quiere hacer todo lo posible para llegar a la emergencia y ayudar a quien ha acusado la emergencia.

Nada de eso cabe en este pequeño espacio, en este rincón, bajo este olivo, que alguien dejo olvidado aquí hace a saber cuánto tiempo. Siempre me ha parecido extraño, que casi en lo alto de estas pequeñas montañas, con tanto campo de olivo a su falda, exista un olivo perdido y olvidado aquí arriba, sin que nadie lo cuide, sin que nadie le ayude, el solo. Es el sitio ideal y cuando lo vi, me enamore directamente de él y sabía que existía una concatenación de casualidades que nos habían cruzado.

En verano, era un lugar agradable donde desaparecer y también, donde dar una cabezada relajante y despejante. No sé porque, pero en medio de esta nada, liberado de mi vida en ese otro mundo lleno de estrés, era capaz de perder todo, la noción del tiempo, del espacio y de los ciclos del día. Desaparecía todo, eran solo árboles, yo, el olivo y los pájaros, nada más podía existir, y como nada podía existir, el móvil se quedaba en el coche a unos kilómetros, para que nada interrumpiera.

Los primeros días lo llevaba, nunca sabe uno que emergencia puede suceder y de que gravedad, pero al poco me di cuenta del absurdo. Llevarlo no me dejaba ser libre, llevarlo supone un riesgo, llevarlo era una estupidez. Estaba a una hora más o menos del mundo y escuchar una mala noticia a través del móvil, suponía nada bueno, así que lo deposito en la guantera, en silencio, hasta que llego al mundo del estrés y lo consulto.

Parándome a pensarlo, fue una decisión racional e inteligente. Estaba lejos de todo, correr cuesta abajo unos kilómetros podría causarme la muerte, con un tropezón o un traspiés, caer de bruces y rodar por la ladera, podía suponer muerte o rotura de alguna parte de mi cuerpo, así que me vería en una situación problemática, generando dos emergencias de gravedad. Si no pasaba nada en el descenso y me sentaba al volante, lo normal es que condujera como un poseso, a toda pastilla primero por sendas en las que casi no caben dos coches y llenas de curvas, en caso de que eso no fuera mal y saliera de allí bien, tenía una carretera de doble sentido, sin arcén y en un estado nada positivo, así que existían más opciones de que pasara algo. Así que esconder el pilar de muchos males, era la mejor opción, si tenía que pasar algo, pasaría y era mejor un problema, que dos y estando tan lejos, nada podría hacer, para eso existía gente preparada que podía ir al rescate o ayuda.

Hecho es que estos ratos en ese sitio, aislado, lejos de sendas, me da la opción a una calma, a un relax, a una introspección que no podía encontrar en ninguna otra parte. Los primeros días, fueron interesantes, me permitieron descubrir nuevos planos de mi persona y abrir mi mente, además de limpiarla de la polución, con lo que, pronto se convirtió en un ritual, para pensar y tener ideas, así que siempre que iba, iba con una libreta y varios bolígrafos, para apuntarlo todo. Varios, porque si uno no iba, siempre tendría repuesto y no quería desperdiciar esos pensamientos, que quien sabe a donde podrían llevar.

Reconozco tener una suerte de la que no muchos son poseedores, como es el poder irme del trabajo un día cualquiera. Ser el dueño de una empresa ayudaba mucho. Solo una palabra, a mi pareja y a mi secretaria y ya está. Un simple WhatsApp, que dejaron de contestar pronto, una palabra esclarecedora, que indicaba que sería imposible localizarme hasta que yo quisiera. Desaparezco.

Sencillo, rápido y claro. No era más que decir esa palabra, para que supieran que no iría a trabajar y que no me verían hasta que yo quisiera. Cualquier llamada, correo o mensaje no sería respondido, hasta que volviera a la realidad. Ninguna de las dos preguntaba o replicaba, sabían que por muy importante que fuera la reunión o la cita personal, no iría con casi total probabilidad.

Idiota, es lo que se te ha pasado por la cabeza o alguna palabra similar. Seguro que piensas que algún cliente he perdido por culpa de esta práctica o alguna bronca de mi pareja, pero al contrario. Mi pareja sabe y entiende que esto es importante para mí y cuando las citas se suprimen y los cito otro día, si me preguntan por el cambio se lo explico y lo entienden o eso hacen ver. Me da igual, llega un momento, en que necesitas desaparecer o sabes, que terminaras explotando y las consecuencias serán peores.

Por seguro debes tener que esto solo es el inicio de un largo periplo. Sé que te falta algo, querido lector que estas al otro lado, pero tranquilo, las cosas llegan cuando deben. Nada es invisible en el mundo de hoy en día y lo sabes, todos tenemos rostro y nombres, pero no es el momento de que te lo cuente, llegara, cuando tenga que llegar. Solo disfruta del momento.


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