Revista Talentos

Olivo 02: El color de una pintura

Publicado el 29 junio 2015 por Baurk @d3rbaurk

CapturaAquel día, no sé cómo, me di cuenta de algo que no había sido capaz de ver hasta el momento. No pocas veces me había preguntado que hacia ese olivo en medio de la nada, no tenía sentido, era como si en el proceso de traslado hasta la finca de destino o quién sabe si a escasos metros de la de origen, el porteador decidiera tomar un descanso. Después de descargar el árbol de su espalda, decidió beber y buscar una sombra en la que descansar la vista y al volver al mundo real, se le hubiera olvidado el árbol y se hubiera marchado de allí, dejándolo a su suerte.

Como un valiente aventurero que sortea cualquier imprevisto hasta salir del embrollo, el árbol parecía haber intentado sobrevivir como fuera a la espera de que llegara el rescate, cosa que no fue así. Difícil decir el origen de este olivo, solo sabía que estaba ahí.

Recordé unas palabras que me dijo alguien en algún momento pasado de mi vida ‘las cosas pasan porque así debe ser, pero si las observamos en conjunto, veremos que forman una composición extrañamente hermosa’

Así era, aquí lugar tenía una extraña composición, con un extraño origen, pero que formaba una composición armónica que sería incapaz de explicar. Es como un cuadro de un gran pintor, como pueda ser Van Gogh, del cual, si no eres entendido, solo denotaras la capa superficial, la extraña armonía que rodea sus cuadros, pero sin entender el mensaje que esconde.

Me había llegado la revelación, así, sin más. Algo movió una pieza en mí que me hizo ver la armonía del lugar. Era como si en realidad alguien hubiera plantado allí ese árbol. Lo curioso era lo cuidada que estaba la zona. No había malas hierbas cerca del tronco, parecía estar cuidado a la perfección, con la poda en el momento adecuado, los arbolillos y las plantas de la zona, tuvieran unos cuidados específicos, para que conformaran un cuadro vivo.

Sé que es ilógico que alguien se ocupe de este árbol, lo cuide y lo mantenga, pero es la sensación que da, hasta tiene un radio completamente libre de cualquier vegetal que le pueda molestar. Extraño incluso la pequeña senda que te lleva a él. No es muy perceptible al principio, tienes que fijarte bien, pero tras unos metros de una senda de unos diez centímetros, llegas a una fabulosa senda, que parece incluso una alfombra entre la vegetación, que te lleva de cabeza a ese rincón.

Llego como una revelación, prácticamente di el último paso en la senda y me llego a la mente todo aquello. Esto me permitió comprender algo mas, que la belleza la tenemos más cerca de lo que podemos imaginar, pero estamos tan ciegos, mirando al frente, que somos incapaces de mirar lo que nos rodea, parar un instante y mirar. Vamos de un lado a otro, perdiéndonos detalles esenciales de una composición global. Era absurdo.


Olivo 02: El color de una pintura

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