Revista Diario

#OrigiReto 2019: La verdad del primer vistazo

Publicado el 14 enero 2019 por Sassenach13
¡Hola, cazadores!:
¿Qué tal estáis? Yo encantada del alma, porque hoy os traigo mi primera participación en el OrigiReto 2019. Existen dos categorías: microrrelato (entre 200 y 1.000 caracteres, contando los espacios), y relato (entre 200 y 2.019 palabras). Yo esta vez me he decantado por esta segunda alternativa, aunque mi relato se queda lejos de las 1.000 palabras. Además de la extensión que se establece como obligatoria para una u otra categoría, cada escrito ha de contar con 1 ó 2 objetos de una lista facilitada por las organizadoras. Habremos de usar 1 en el caso de los microrrelatos y 2 para los relatos.
La verdad es que son muchos más los aspectos y normas a tener en cuenta, así que no seré yo quien os las cuente. Para eso lo mejor es que os paséis por cualquiera de los dos blogs organizadores. Bien por el de Stiby, bien por el de Katty. De hecho, al principio, el asunto de las bases es lo que más me intimidó, incluso más que el propio esfuerzo de crear un texto que cumpliera con los requisitos de tema, objetos a integrar en él, etc y poder participar cada mes en la convocatoria... De hecho, sigo estando preocupada por ello.
Pero bueno, preferí pensar en lo estimulante que resultaba, así que me lancé a la aventura y me inscribí. Y aquí estoy participando. Prometo que enseguida podréis leer mi propuesta. Pero antes, os dejo el logo de esta edición del 2019.
#OrigiReto 2019: La verdad del primer vistazo
Y bueno, ¿qué tal?, ¿os apetece leer mi historia? Pues aquí la tenéis.⇩⇩⇩⇩⇩⇩

LA VERDAD DEL PRIMER VISTAZO


A pesar de mi juventud, por aquel entonces me había convertido ya en un auténtico experto, identificando al primer vistazo, cuál era el mal que aquejaba a cada uno de mis pacientes. A menudo me bastaba con observar fijamente sus ojos y, sin mediar palabra, extender la consiguiente receta con total acierto. Pero no siempre era tan sencillo asomarse a la verdad de la que me hablaban esos ojos. Y sinceramente, más de una vez quisiera haberme equivocado en mi diagnóstico. Sobre todo si el enfermo grave que me traían era un niño. En aquellas ocasiones ahuyentaba mi congoja releyendo de nuevo su informe médico, en caso de disponer de uno, y pidiendo mil y una valoraciones de otros colegas de profesión. Esfuerzos inútiles ambos, puesto que desde mi primera impresión sabía que el padecimiento del niño resultaba terminal.Invariablemente en esas situaciones, procuraba tranquilizar a los familiares del pequeño con una teatral sonrisa, y procedía a hacer uso de una jeringuilla, que yo bautizaba como mágica, para que actuase a modo de placebo inicial y calmase también (por unos instantes), el llanto de la criatura. Por supuesto, la jeringa en cuestión no tenía en su interior más que agua. Otras veces, en lugar de a la jeringa, recurría a una inofensiva cataplasma o a una infusión. Sé que mi proceder puede parecer absurdo e irresponsable. Sin embargo, esa actitud siempre mitigaba en parte, el pesar de los que acudían a mi consulta. Señal inequívoca de que el hecho de saberse tratados, aunque por medios tan rudimentarios, cumplía perfectamente con su cometido a nivel psicológico.Sea como sea, puedo prometer que en todos esos años en que ejercí la medicina, nunca concebí que ese don como sanador me estuviese arrebatando poco a poco la vida. Los síntomas, si es que hubo alguno para advertirme sobre ello, llegaron demasiado tarde. Cuando mi cuerpo ya no era más que un liviano sudario que envolvía mis órganos internos.Y así es como, con poco menos de treinta y cinco años, acabé enterrado en este camposanto de mi amada Toledo, convertido en apenas un guiñapo. Lo curioso es que esta ciudad, —tan religiosa en épocas pasadas, y en la que tanta relevancia tuvo la Santa Inquisición antaño—, aún siga creyendo en brujerías, y que ahora se atreva a hacerlo de forma más o menos abierta.Menciono esto, porque el lugar donde reposan mis restos —lejos de hacerlo en paz—, se ha convertido en una pequeña feria de mentiras, en la que no faltan, por supuesto, los oportunistas que se autoproclaman videntes o médiums, insistiendo en hacer negocio a mi costa, vendiendo —a los más crédulos que les escuchan de manera incondicional—: una supuesta falange de mi mano derecha, un molar o uno de mis cabellos. Es más, no faltan tampoco los que dicen ser descendientes míos. Todo una vulgar patraña que sale de sus bocas con pasmosa indiferencia. En el extremo opuesto se hallarían, precisamente, los pobres infelices que caen como borregos en las tretas de esos vendedores de falsas esperanzas. Es decir, quienes se acercan a mi tumba, sobre todo en las noches de luna llena, rogando que regrese de entre los muertos y les brinde las palabras de ánimo que tanto anhelan o que les prescriba algo para su malestar. Hecho que, desde que llegué a este lugar, no ha sucedido jamás, obviamente. Pues no soy en absoluto, un resucitado, ni ningún Dios venido a menos. De todos modos, aunque no se haya producido en ningún momento el milagro de mi aparición, resulta asombroso, y conmovedor a la vez, descubrir cómo fe y ocultismo se aúnan todavía en pleno siglo XXI. Supongo que el ser humano es en esencia, mucho más complejo de lo que se percibe a simple vista. Y en el fondo es más fácil fabular y creer en lo imposible que prestar oídos a la realidad, en vez de aceptar que la muerte nos acecha a todos, sin excepción, a la vuelta de la esquina.Licencia de Creative CommonsFirma_nueva_y_moderna_m_s_peque_aLa verdad es que al principio la historia iba a transcurrir en otro lugar muy distinto. Pero en cuanto me puse a escribirla caí en la cuenta de que había leído mal la lista de los objetivos principales. Así que reescribí las pocas líneas que llevaba hasta el momento. Sea como sea espero que os haya gustado mi propuesta, con ella pretendo cumplir con el OBJETIVO 9 de la lista propuesta por las organizadoras: utiliza un cementerio como escenario para un relato. Y recurrido como objetos ocultos para mi historia: la jeringuilla y el informe médico. Así mismo, el total de palabras, prescindiendo del título, es de 666 (cifra curiosa 👿👹😀).
Como siempre que comparto por aquí uno de mis escritos, os dejo, bajo estas líneas este certificado que acredita que acepto críticas constructivas para mejorar mi estilo como escritora. ¿Me ayudaríais en ese sentido?
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Por supuesto os animo a que leáis a los demás participantes. Seguro que hay relatos formidables. De hecho, os garantizo que es así, porque he tenido la maravillosa oportunidad de leer ya algunos. Así que si os apetece disfrutar de más relatos de los inscritos al reto, podéis hacerlo a través de Twitter buscando el hastag: #OrigiReto2019.
Por mi parte, esto es todo por hoy. Volveré, de nuevo a publicar un nuevo post el lunes día 17. Os espero aquí, entonces.
Nos leemos. Un besazo.Separador-de-secciones-en-Cr-nicas-1-minHace años, cuando escribía, casi con la misma rapidez con que llegaba el aire a mis pulmones, te invitaba a que paseases también por este rincón. Pero, por un tiempo, las letras me abandonaron y me refugié en el scrap, la bisutería y el mix media. Producto de esa etapa nació: Afortunadamente, las letras han regresado a mi vida y no pienso renunciar a ellas.Te lo contó Rebeca.

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