Revista Diario

* outsider

Publicado el 13 junio 2012 por Chinopaper

Rareza. Amplitud.

¿Qué es lo que convierte o cataloga a algo como raro? Pregunta inútil. Varía absolutamente todo, dependiendo de las varas que se usen para medir cada cosa. Por supuesto que también se considera a la cosa en su contexto, si no hubiera contexto no podríamos hablar de la calidad de “raro”, tendríamos que referirnos a su calidad de “único”.

Un superficial análisis de situación me indica que el “cuento único” es aquel que sólo puede ser escrito una sola vez. Cuando digo “ser escrito” marco una fuerte diferencia con el “escribirse”. Por “ser escrito” entiendo el acto personal y diferencial de un autor, una experiencia trasladada a una historia con una potencia y amalgamamiento tales que efectuar una división, una reproducción, una repetición o un desprendimiento de alguna de sus partes como generadora de un nuevo objeto – inclusive por el mismo sujeto –  se torna imposible. El cuento único es un acto imposible de dominar, de imaginar, de replicar; el cuento único es nuestra propia historia, la que nunca escribiremos porque permanece en constante desarrollo. El cuento único desaparece como tal en el momento en que el contexto lo absorbe, lo rodea de similares y lo despoja de su condición.

¿Cómo es esto posible? No es posible. El cuento único no existe. Y todo esto no tiene ningún sentido aparente, pues desde hace unos minutos sólo divago y divago creyendo que estoy pensando lógicamente, pero no es más que un experimento perceptual y creativo, con el cual pretendo dilucidar la otra incógnita que planteé al principio de este embrollo: la rareza. O mejor dicho, la rareza como cualidad de una “cosa”, en este caso un cuento. Buceo en ideas y palabras tratando de entender qué podría llegar a denominarse “cuento raro”, y no puedo avanzar demasiado, pienso que retrocedo y que no puedo disolver los modelos mentales que me obligan a hilvanar el mundo (mi percepción del mundo) de este modo. Percepción. Siempre la clave de todo es la percepción.

¿La rareza desciende de la forma o del contenido? ¿Qué percibimos primero? Sin duda la forma. La forma es instantánea, el contenido se extiende en el tiempo como una víbora que salta a mordernos en el momento justo en el que estamos por descubrirla. Ambos componentes construyen el sentido de la cosa, interactúan moldeando y rompiendo, definiendo la obra final o mutándola todo el tiempo. La “deformidad” o la falta de sentido no son atributos que sirvan como punto de referencia para encontrar la rareza. Lo raro inventa y genera su propia forma. Lo raro no carece de sentido. ¿Y si ese sentido estuviera vedado a nuestra percepción? Podría decirse que si tal cosa pudiera ser cierta entraría dentro de nuestros valores de imposible: lo que no se percibe no existe. Hasta que existe: ultravioleta, infrarrojo, ultrasonido. Llegamos entonces a la conclusión sencilla de que todos los márgenes y todos los límites y todos los encasillamientos y todas las denominaciones funcionan como instrumentos de seguridad perceptual y emocional. Todo es una incógnita. Estamos llenos de ideas pero ninguna certeza. Lo único no existe, lo raro es percepción.

Desconozco cuáles son las preguntas que debo hacerme a continuación, ignoro el objetivo, soy esclavo de una búsqueda infinita en la que no importa llegar a destino, simplemente transitar. Los interrogantes son los anzuelos que voy mordiendo sin temor, en algún punto sé que no hay otra manera de conocer que no sea el salto aleatorio de una pregunta a otra.

 

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