Me diste la fuerza, el alma, la incredulidad y el aliento, la fuerza -insisto-, y el desgarro.
La libertad sin castigos, las alas, el cimiento, la soledad y la instrospección.
El latido, la rebeldía, la copla y el pasodoble, el fútbol, la vida, la humildad con alguna pincelada de arrogancia, las astas de un toro, el desparpajo, la cultura, mi francés, la guitarra sin solfeos, el piano a medias, mi literatura y mis sueños, Roma, París, y los viajes que nunca me prohibiste.
Me diste un yo cargado de futuro y de presente prometiéndote no olvidar el pasado del que llegaste, y llegamos.
Quijotes desprendidos de un árbol cargado de realidades.
Sin golpes, y siempre cómplices de gacetillas y de radio. De los Ducados fumados a escondidas, de canciones cantadas a deshoras. Y de baños marinos a las 6 de la mañana, acompañados de bocadillos de calamares con all i oli. De mercadillos donde comprar cómics y libros, en los que me enseñaste a leer...
Hoy ya sin ti ese pan que me como no me sabe a nada cada día.