Revista Literatura

"París en pijamarama": "vestido de lentejuelas"

Publicado el 28 diciembre 2016 por Anabels @Reboig
París en pijamarama,
Michaël Leblond y Frédérique Bertrand
Kalandraka, 2016
No es la primera vez que, de la mano de Michaël Leblond y Frédérique Bertrand, nos asomamos a la técnica del "ombro-cinéma". Michael Leblond, en 2007, cuando visitaba un museo japonés, descubrió esta técnica, muy de moda a principios del Siglo XX, y, de ahí, surgió la serie Pijamarama, que tan buenos ratos nos ha hecho pasar desde entonces. Recordemos títulos como Nueva York en pijamarama, Luna Park en pijamarama o Mis robots en pijamarama.Consiste, como ya es sabido, en crear la ilusión del movimiento gracias a una pantalla transparente que, al girar, permite crear la ilusión del movimiento. En esta ocasión, nos vamos a París, la ciudad de la luz. Gracias a la "lámina mágica", incluida en el libro, la mirada que obtendremos de la capital de Francia no será nunca igual porque, a cada paso aparecen nuevas sensaciones.Nuestro niño protagonista, ya en pijama, se dispone a dormir. Su madre le dice que debe estar cansado y él lo acepta, pero pide si puede dormir con su torre Eiffel. Y entonces comienza la magia. Llegan los sueños y llegan los momentos lúdicos en los que la imaginación está más desatada y el niño viaja por la noche parisina, cual un diablo cojuelo. Descubre nuevas perspectivas, asiste a los fuegos articiales, se enamora de Notre Dame y se siente fascinado ante las líneas del metro. Mientras, el lector va moviendo su lámina y va descubriendo, como el niño, otros ángulos, colores, movimientos, luces, sombras, un auténtico festín en movimiento. Acaba el libro, cuando la madre del niño lo despierta. Atrás queda una noche maravillosa. ¿Imaginación o sueño? Que sea el lector quien lo decida.El libro va dirigido a los niños desde 3 años, pero, sin duda, fascina a cualquiera que se acerque a sus páginas. El texto, breve y jugoso y las ilustraciones, abigarradas y llenas de detalles ya serían, por sí mismos, apatecibles. Si le sumamos la "lámina mágica" ya son, sencillamente, irresistibles. 

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