Revista Talentos

Pequeñas cosas buenas

Publicado el 15 agosto 2018 por Sylvia
Tengo un cliente a quien le corrijo textos que usa en su trabajo. Su actividad laboral es completamente ajena a la mía, por lo cual, no tengo idea de gran parte de lo que está hablando -de lo que escribe, pues-. Eso hace muy entretenida mi labor.
Normalmente corrijo tesis, algunas veces otro tipo de trabajos académicos, así que: recibo el texto, acordamos una fecha, me organizo para trabajar, hago lo que corresponde y entonces, en la fecha acordada, envío el texto corregido. Este cliente, sin embargo, me manda textos cortos, a veces varios textos muy breves en un solo día. Y es evidente que los necesita en ese momento o al menos ese día.
Antes, me avisaba por WA cuando me había enviado algo. Ahora, como mi teléfono tiene complicaciones con la batería, mantengo el correo de trabajo abierto la mayor parte del tiempo para estar pendiente por si recibo algo suyo. Pero a veces no estoy en la computadora: qué se le va a hacer.
Esta tarde, B y yo fuimos a la ciudad a comprar sus uniformes para el kinder. Cumplida la misión, nos detuvimos en una nevería. Regresando a la casa, prendí mi teléfono: hacía apenas un par de minutos que este cliente me había enviado algo. Me ocupé.
Y esa es la historia. Llegar y que apenas me acabara de enviar algo -no haberlo hecho esperar- me parece como ganar un premiecito en los boletos de lotería instantánea :)
Silvia Parque

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