Revista Talentos

¿Por qué no detenemos el maltrato infantil?

Publicado el 09 marzo 2018 por Sylvia
Llegué a ESTA entrada del blog de CarlosMxAx, en la que habla sobre el asesinato de una niña pequeña. Según cuenta Carlos, la mató el padre. El colmo es que antes del crimen final, la niña había ido a parar catorce veces al hospital. Así que la mató su padre, pero otros tantos tienen responsabilidad por no haberla puesto a salvo. Tristemente, la historia no es única; de tanto en tanto se conoce algún caso por el estilo. Siempre sorprende que nadie haya intervenido a tiempo: sobre todo, el personal de salud o los profesores que debieron notar indicios de lo que estaba sucediendo.
En la recta final del año pasado, mi sobrina, un año mayor que mi hija, se quebró un brazo. Mi hermana contó que en el hospital les preguntaron una y otra vez cómo pasó, a ella y a su esposo juntos y por separado, además de a la niña.
Mi experiencia como sospechosa de maltrato es peor. Entiendo y acepto que el personal de salud debe denunciar sus sospechas y en todo caso, supongo, tomar medidas de precaución; pero no creo que esté bien que traten a alguien como culpable de nada. No creo que esté bien y sin embargo, tampoco me queda claro si se puede o se debe actuar "como si nada" frente a quien una piensa que ha lastimado a una criatura... Al final prefiero saber que se preocuparon por el trato que mi hija estaba recibiendo. Supongo que es cuestión de elaborar protocolos, de mayor preparación. O tal vez no haya modo de cubrir todos los frentes: presunción de inocencia, salvaguarda del niño, prevención del delito, etc.
Todo esto me lleva a pensar hasta qué punto estamos dispuestos a meternos en el lío de señalar, denunciar o intervenir en el caso de un niño maltratado. Para los médicos, enfermeras o profesores hay un deber profesional e incluso leyes que obligan a prestar atención e intervenir. ¿Y todos los demás?
Es fácil ser valientes escribiendo en el blog o comentando en redes, pero no lo es en la realidad material.
- A veces, por la duda; sobre todo en una sociedad donde todavía se considera aceptable gritar y pegar a los niños para disciplinarlos. ¿Dónde está el punto en el que hay que hacer algo? ¿Y qué es lo que hay que hacer? ¿Cómo, dónde? Si se denuncia y la criatura es separada de su familia, ¿realmente será lo mejor?
- A veces, el miedo es lo que detiene. No solo el miedo a estar en un error o a pasar una vergüenza, sino el miedo a sufrir una agresión también, por parte del maltratador o la maltratadora. Ya sé que suena terrible: yo, mujer adulta, no defender a un niñito o niñita por temor de que la otra persona adulta me lastime también. Pero pasa: primero porque habemos cobardes; luego porque en algunas comunidades con mucha violencia se aprende que los otros pueden ser verdaderamente peligrosos -"no sabes con quién te estás metiendo"-.
- Y está la comodidad, que también suena terrible. No intervenimos, muchas veces, por no perturbarnos, por no perder nuestro tiempo u otros recursos en un problema ajeno. [Justo el meollo del problema está en que lo veamos como "ajeno".] Pero no es tan simple.
Se entiende que es despreciable o cuando menos cuestionable no ayudar a un niño para no perder la comodidad. Sin embargo, hay que decir que en la mayoría de los casos, esta "comodidad" no es cómoda. Quiero decir que no se trata de que yo me haré de la vista gorda mientras medio matan a una criatura porque quiero permanecer en mi tumbona bebiendo limonada. Creo que lo de no incomodarnos, muchas veces, quiere decir tratar de conservar nuestra forma de vida, que suele ser fruto de todos los años de nuestra existencia y además, con lo que sostenemos a nuestros hijos. De todas formas está mal no hacer lo que se debe hacer; pero no es por no estropear el peinado.
Me pregunto hasta dónde me metería yo y no me queda tan claro.
Entre lo que me queda claro está que: además de intervenir cuando es necesario, hay que dejar que los otros intervengan.
Hace meses, entrando al carril de la caja del supermercado, choqué con la carriola en un mueble, pero ni caso hice; la verdad es que me acostumbré a esas torpezas. Una señora me dijo, con tono apremiante, algo así como "pobre niña, se estremeció". No recuerdo las palabras exactas, pero esa era la idea. Su tono era acusador. De inmediato, me asomé con B, le pregunté si se había lastimado y me disculpé con ella. La señora, entonces, mencionó el bonito peinado de la niña, en tono conciliador, mientras emprendía la retirada. Apenas pagué, lamenté no haberle dado las gracias. En realidad, me molestó un poco; no más que un poco y no más que un par de segundos, pero sí me molestó. Luego, mi idea de que lo correcto era dar las gracias se transformó en verdadero agradecimiento.
Todos deberíamos cuidar y defender a los niños de todos.
Silvia Parque

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