Revista Diario

Pregúnta(me), retórica

Publicado el 04 marzo 2011 por Anaesther
Pregúnta(me), retóricaLevantarse por la mañana y descubrir la gran pregunta. Qué hacer con tu vida. La incertidumbre acompañada de un tremendo pesar que te señala con dedo intimidante y acusador haciéndote sentir culpable. Muy culpable. Y es cuando la simplicidad de la vida evoluciona hacia un dramatismo enredado que tú mismo has tejido sin haberlo previsto. Como si te gustara el masoquismo psicológico. ¿El ser humano es capaz de entrelazar tanta telaraña para autofustigarse? Sí. Rotundamente. Somos sujetos melancólicos, vivimos en un profundo sótano de cautividad en el que intentamos trepar a gatas y a tientas hacia la planta baja para evitar que la tierra nos consuma. Y que nosotros nos sumamos con ella. En una ocasión alguien dijo que somos muertos en vida, deambulando por un puente de ilusiones en el que de vez en cuando se resquebraja alguna tabla y comprobamos peligrosamente la vertiginosidad del vacío. Hay momentos en los que estamos sujetos permanentemente a ese vacío por nuestros miedos. Probablemente infundados, seguramente sin argumentación alguna que los sustente. Pero existen y no podemos obviarlos.

Existe aquel tipo de personas aparentemente ajenas al miedo, a la dubitación y a lo sensible. Personas aparentemente frívolas, sensatas y realistas. Inocuos a ellos mismos. Creo que jamás llegaré a entender cómo se puede llegar hacia ese punto de inflexión, de pasotismo. La melancolía no se puede ocultar de manera tan sincera. Francamente, me cuesta llegar a creer que esa gente sea ajena a todo esto. A esa pregunta retórica que consume las ganas de seguir luchando por nada. A esas dudas que hacen que un día, de repente y sin previo aviso, te encante ser asocial. Te apasione huir de los demás por el miedo a no estar preparado para sobrellevar cualquier tipo de relación humana. Y renace aquel sentimiento de agobio que ya habías sufrido en tus propias carnes tiempo ha, y que te había producido una intensa repugnancia. En el fondo la vida no es más que un ciclo de golpes. Golpes cada vez más grandes. Tú me empujas a mí, yo te golpeo a ti, tú le machacas a él, y él le da una paliza al siguiente. Y todo eso por el no saber qué hacer con tu vida. Lo tienes todo, y no tienes nada. Y entonces te reconcome la idea de por qué coño no ser justo en esos momentos un libro abierto y dejar que los demás comprueben lo que quieres expresar. Eso que el maldito nudo de neuronas cerebrales no te deja soltar porque se ha colapsado. Eso que quisieras decirle a esa persona que piensa que la has olvidado, o a esa otra que te mira pero que realmente no te ve, o a esa, que sigue tus pasos día a día… O a esa que se te escapa dolorosamente… Ni siquiera tienes una explicación para ti mismo. Ni siquiera puedes autojustificar lo que estás haciendo. Eso te consume. Y es en ese momento cuando necesitas a todos, cuando no necesitas a nadie.

Ana Esther

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas