Revista Literatura

Punto Limpio

Publicado el 10 agosto 2011 por Gasolinero

De los escasos años de trabajo en una multinacional italiana conservó un importante número de afiches publicitarios, en papel de excelente calidad con ilustraciones brillantísimas y fotografías de inmejorable resolución, como correspondía a la importancia de la compañía, sobre un fondo verde esperanzado, aunque amargo con el tiempo. Los conservaba enrollados en un cartucho protegido con papel de estraza. Este cilindro anduvo como la falsa moneda, hasta que él pensó en usar las carteleras para proteger el piso del futuro y dominguero repintado veraniego de las paredes de la morada.

Los fines de semana se fueron alargando, con visitas a establecimientos de orientales incluidas, llegando con la faena hasta mediados de agosto. Las hojas de el brillante papel se amontonaban en el garaje conforme una habitación era pintada, usando para la siguiente pliegos nuevos, Una vez acabada la tarea era necesario desprenderse de la basura producida, no poca por cierto, en los interminables y calurosos fines de semana de concienzudo y trabajoso remozado del habitáculo. Residuos de rodapié de madera, latas usadas de pintura y papeles, muchos papeles.

Para desprenderse del zanquín viejo pidió permiso a unos albañiles que estaban levantando una casa en la acera de enfrente, a unos metros, para echarlo en el contenedor de la obra. Los hombres accedieron de buen grado. El papel y las latas de pintura las metió en grandes bolsas negras de basura con la intención de transportarlas al llamado «Punto Limpio». Con el genero en el auto se encaminó al referido negociado. El pudridero está en un polígono industrial, entre las carreteras de Pedro Muñoz y Socuéllamos. Una vez dentro del recinto, del cubil sale el funcionario al cargo de la dependencia, mirándolo de arriba a abajo y con cara de haberle interrumpido cuando salvaba la Tierra (seguramente y dadas sus facciones, de la expansión del homo sapiens).

—¿Qué traes? —dice sin una micra de simpatía.

—Papel y botes de pintura. —responde nuestro héroe.

—Todo junto son residuos urbanos sin clasificar. Aquí no puedes descargarlo. —informa el cromagnon.

—Los separo, como es natural.

—A ver que vea el papel. —dice, bueno, ordena más bien.

Nuestro protagonista hace un agujero con los dedos en el saco de plástico y extrae el pico de uno de los carteles. El alegre covachuelista lo palpa y dictamina:

—Este papel es de una galga muy gruesa.

—¿Cómo dice?

—Es un papel muy recio, además, está manchado de pintura.

Por supuesto que está manchado de pintura —piensa nuestro protagonista— pero no dejará de ser papel ¿Y qué significa que es grueso? Que me mande al sitio del cartón, que seguro que es más gordo.

—Esto es basura industrial. —sentencia el perito en residuos.

—¿Y dónde la descargo? —inquiere lastimosamente nuestro amigo.

—Necesitas ir al ayuntamiento, a medio ambiente y solicitar un permiso, pagar las tasas y con el resguardo que te den, me lo traes y ya puedes descargar. —dice el tipo de corrido.

Nuestro amigo desesperado observa que frente a ellos, al otro lado de la calle, hay un contenedor verde de «residuos sólidos urbanos» (expresión aprendida durante la charla).

—¿Y si deposito las bolsas en ese contenedor? —pregunta como solución.

—Que te denuncio por dejar basura industrial en un contenedor urbano y fuera de hora, ademas. —dice sin despeinarse— Ahora, si descargas todo eso dónde no te vea…

Nuestro heroico protagonista abandona el llamado «punto limpio», pensando en que le han puesto ese nombre con toda la razón, pues si no dejan descargar basura nunca se manchará. En la siguiente calle para el coche frente a un contenedor y se deshace de su engorroso alijo, con la sensación de estar cometiendo un horrendo crimen.

Eligió un mal día para velar por Gea

www.youtube.com/watch?v=4wLQ9qxSg5I


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas