Puntos y comas

Cubriría el papel de puntos y comas si valiese para algo. Lo adornaría de preciosas letras, de maravillosas cifras como hasta ahora he venido trayendo por aquí a compartir, más feliz que nadie con mis progresos.
Vendría y diría hoy: pues he vuelto a superarme, he vuelto a avanzar como si las palabras no tuviesen filtro ninguno que las contuviese, he vuelto a hacer que fluya.
Pero no, va a ser que no, no habrá de momento más comas o más puntos en esta historia, excepto los últimos que ya puse en las líneas que escribí, que no fueron las últimas ni mucho menos.
Ahora no sabría decir si ese punto que coloqué al final de esa oración con la que acababa el párrafo por el momento es un punto y seguido o un punto y aparte. Y de eso, desde que escribí esas últimas palabras, no ha pasado tanto, fue el quince cuando lo hice, que llegué a la mitad de mi meta en el CampNaNo: 12532 palabras. Muchas más de las que podía imaginar, por un momento pensé que, incluso, sería capaz de conseguir llegar a la meta final que me propuse, las veinticinco mil.
No creo que sea posible eso, no lo veo ahora claro. Llevo desde el quince sin poder escribir nada, no consigo centrarme y no quiero forzarme a escribir por escribir. No es un problema de la historia, ella sigue tan viva como siempre en mi cabeza, es más bien un problema de la que escribe estas letras, que está más dispersa de lo acostumbrado, pendiente de otras cosas.
Sonaría a excusa barata para dejarla, pero si habéis leído mi progreso a lo largo del CampNaNo habréis visto que lo he llevado muy al día y he estado reventando el marcador a diario. No tendría sentido dejarlo ahora, la verdad, si no fuese porque mi mente está en blanco desde hace unos días y no consigo que se reactive de nuevo.
Así que otro año será. Y lo que queda de mes, si a mi amada neurona le apetece, a lo mejor subo algo más el marcador. Pero tampoco aseguro nada porque ni yo misma lo sé. Y no sé, tampoco, qué seguiré escribiendo a a partir de ahora, ni a qué ritmo, ni cómo.