Revista Talentos

¿Qué fue del sentido común?

Publicado el 17 noviembre 2014 por Perropuka

¿Qué fue del sentido común?
Cochabamba es el único lugar del mundo donde la comida busca al hambriento y no al revés. Prácticamente no hay sitio en esta “ciudad de la presencia de Dios” que no haya sido colonizado por los puestos de comida callejera. Con seguridad, se puede afirmar que aproximadamente en cada cuadra del centro existe un snack o cualquier otro merendero al paso, más o menos organizado. Demás está decir que obviamente los numerosos mercados cuentan con su sector de comidas donde se puede calmar el ardor del estómago por precios módicos. 
Sin embargo, a pesar de la variada oferta de estos sitios fijos, las aceras se ven invadidas desde hace algunos años por toda suerte de comerciantes ambulantes de alimentos, que no tienen mejor ocurrencia que estorbar el movimiento de peatones, apostándose en cualquier lugar, especialmente en las esquinas. Si en las calles pululan puestos o carritos de hamburguesas, rellenos de papa, empanadas, sándwiches de todo tipo, anticuchos a la brasa, o las apestosas tripitas retostadas de noches quietas, es consecuencia de que el ciudadano común siempre está predispuesto para llevarse a la boca cualquier cosa en todo momento. Las condiciones de manipuleo, higiene y comodidad son lo de menos. Es que aquí no se come, se traga como si no existiera mañana. Da lo mismo hacerlo a pasos de una rejilla de alcantarilla o arremolinados en torno del vendedor como una auténtica piara. Cualquier calle importante ofrece estos insólitos espectáculos de gente moviendo la mandíbula grotescamente, de pie o sentados sobre banquitos casi al ras del piso.
No se salvan ni las plazas, pasajes urbanos, veredas de tiendas elegantes, puertas de instituciones públicas, colegios e institutos y otros sitios de gran afluencia que se han convertido paulatinamente en improvisados engullímetros, a la vista y paciencia de las autoridades. Hacer fila al mediodía detrás de unas ollas humeantes, así disciplinada y educadamente, es lo que la distingue de una tropa de miserables en épocas de hambruna. Habrase visto algo tan surreal como visitar una galería de arte y, justo en la puerta, toparse con un vulgar comedor callejero a media mañana… ¿una performance de arte conceptual, quizás?
Pensábamos, siguiendo la lógica o respetando un mínimo sentido común, que había por lo menos alguna excepción al fenómeno. Observar que gran parte de la acera del hospital público Viedma haya sido invadida por varios puestos de comidas (en una ocasión vi humeantes chorizos como en feria de barrio) es el culmen del despropósito y, encima, dificultando la entrada a uno de los accesos principales (foto superior). He visto que sólo la entrada de emergencias estaba despejada, el resto copado por vendedores de tarjetas telefónicas, refresqueras, pastilleras, etc., un día de estos van a montar un puestito de devedés piratas ofreciendo la colección del Dr. House. 
Como sea, no sé si en algunos países vecinos se ofrece esta singular invitación a los parientes de los enfermos a darse un atracón de comida (con toda seguridad contaminada) y, de paso, aprovechar la coyuntura para internarse de una vez. No me extrañaría que los propios médicos y enfermeros se aproximen alguna vez para saciar sus antojos. Estamos hablando del complejo hospitalario más concurrido de la ciudad, catalogado como el nosocomio de referencia por las autoridades sanitarias. Y ya vemos que en sus mismas resfriadas narices se permiten estas prácticas insalubres y atentatorias a la inteligencia humana. ¿Y dónde está el Colegio Departamental de Médicos y otros gremios relacionados que cierran los ojos ante estas aberraciones? Con estas estampas queremos luego equipararnos al primer mundo, jurando y rejurando que no tenemos nada que envidiar. Parece que a nadie le afecta que cuando salen reportajes de la televisión europea sobre las condiciones de nuestros hospitales nos vean con ese tono de que acaban de visitar un país enclavado en África.
Entretanto, se dice que en Silicon Valley empiezan a temblar ante el nuevo sueño de Su Excelencia, que pronto será una palpitante realidad: con el auspicio de los espíritus tutelares, de entre el polvo y los tocones de eucalipto, brotará la fábrica de conocimientos y tecnología sureña jamás vista (ni en filmes tan emblemáticos como Terminator), que producirá avances revolucionarios para beneficio de la humanidad entera y más allá. Ni el MIT norteamericano, ni mucho menos el Tecnológico de Monterrey habían sido tan ambiciosos. Bienvenidos a Chicharron Valley.
¿Qué fue del sentido común?

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Perropuka 231 veces
compartido
ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta El autor no ha compartido todavía su cuenta

Dossiers Paperblog

Revista