Revista Literatura

Que la culpa sea del otro

Publicado el 05 diciembre 2016 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970

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Foto: © Franz Christian Gundlach

Que es uno el que no enamora, que lo ha dicho Benedetti y punto.

En realidad el escritor habla de culpas. Culpa por no enamorar, como si no hubiera ya demasiados trapos sucios por los que sentir culpa.

Culpa por no escribir y abandonarse a las circunstancias de la rutina y el capitalismo, culpa por no accionar, por haber estado a cien metros del océano y no remojar ni una mísera uña en éste, por haber puesto expectativas en un cobarde y haberle dedicado más tiempo que el que le brindan a un condenado a muerte.

Y así podría seguir, rezando esta extraña pero familiar cadena de culpas, tan extensa e ilimitada que hiciera bajar al mismísimo dios para decir “Basta ya! Que me duele la cabeza.”

Y yo diría, como en un acto de defensa anti aérea: “Pues diosito, que de las cartas del cobarde no queda ni una letra, que a mis respuestas se las ha llevado el viento sur de la Patagonia, -aunque para ser más certeros y menos románticos la realidad es que terminaron en el basurín de la avenida principal de mi pueblo-, que no existe radar en el mundo que ubique una conexión donde no ha existido nada.”

Y luego, volvés a ser algo parecido a vos mismo. Creés que te estás rearmando como IronMan luego de caer en el desierto y te tirás en la pileta del escepticismo crónico, un territorio llano donde nada te asombra ni conmueve.

Si de un lado están los que no enamoran, del otro están los que no apostarían un solo peso por latir. Si algunos tienen el corazón muy ancho, otros muy estrecho, como Gibraltar, con la diferencia de que en vez de ser el epicentro de dos masas de agua, ahí no hay nada, ni siquiera arena de desierto.

Las noches son solitarias para quienes esperan algo o a alguien, y luego de mil y una noches, cuando ya sabés que las esquinas por donde dar la vuelta desaparecieron del planeta, la soledad es apenas una ocasional y fría ventisca polar de esas que se quitan con un buen chocolate caliente o con un sorbo de ron, así nomás, besando la botella por el pico.

Aturdido y luego de un tiempo, descubrís que eso del enamoramiento es como un agujero negro, ese que sólo Sagan o alguno de sus secuaces sabía bien a ciencia cierta de qué iba la cosa.

Se dice que  esos agujeros traen epidemia de amnesia y también de despertares; pero lo más importante, traen esperanza: sobre todo de que la próxima sea otro el que tenga la culpa.

Patricia Lohin

La culpa es de uno

 

Quizá fue una hecatombe de esperanzas

un derrumbe de algún modo previsto

ah pero mi tristeza solo tuvo un sentido

 

todas mis intuiciones se asomaron

para verme sufrir

y por cierto me vieron

 

hasta aquí había hecho y rehecho

   mis trayectos contigo

hasta aquí había apostado

a inventar la verdad

pero vos encontraste la manera

   una manera tierna

   y a la vez implacable

   de desahuciar mi amor

 

con un solo pronostico lo quitaste

   de los suburbios de tu vida posible

lo envolviste en nostalgias

lo cargaste por cuadras y cuadras

y despacito

sin que el aire nocturno lo advirtiera

ahí nomás lo dejaste

a solas con su suerte

   que no es mucha

 

creo que tenés razón

la culpa es de uno cuando no enamora

   y no de los pretextos

   ni del tiempo

 

hace mucho muchísimo

que yo no me enfrentaba

como anoche al espejo

y fue implacable como vos

   mas no fue tierno

 

ahora estoy solo

francamente

   solo

 

siempre cuesta un poquito

empezar a sentirse desgraciado

 

antes de regresar

a mis lóbregos cuarteles de invierno

 

con los ojos bien secos

por si acaso

 

miro como te vas adentrando en la niebla

y empiezo a recordarte.

Mario Benedetti

 


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