Revista Diario

¿Qué pasó Pitonizza? Antes eras chévere

Publicado el 28 septiembre 2018 por Decorarmonia Priscilla Locke @decorarmonia

Las ideas pueden cambiar. Los principios prevalecen. Los últimos años de mi vida han venido cargados de acontecimientos que me hicieron cambiar muchas ideas. Mas sin embargo, la esencia de quien soy no va a cambiar nunca: no tolero las faltas a la libertad y a la justicia. Mi blog ha sido desde hace más de 12 años mi pequeña plataforma donde expongo mis opiniones de lo que considero verdadero y justo. Así, mis lectores más antiguos han visto la evolución de mis ideas, desde mi inconformismo religioso hasta la militancia en causas que pensaba correctas. Sin embargo, nunca es tarde para cambiar de opinión, aunque esto me traiga como consecuencia pérdida de lectores, followers e incluso amigos.

Ante la actual decadencia de la sociedad, y tras reflexionar en lo que es verdadero y justo, se fue cayendo una venda de mis ojos. Primero se me cayó la venda del ateísmo de Internet, que me hacía negar la divinidad de manera necia y arrogante. La no creencia lleva intrínseco un vacío difícil de llenar, y es causa de desesperanza, cinismo, y pesimismo. Luego caí en cuenta que seguía cegada en un relativismo cómodo y narcisista del “haz lo que quieras”, que busca arrasar con todas las tradiciones y que iguala al hombre con las bestias. Similar a no creer a que algún dios pone reglas y ordena en el universo, el relativismo liberal despoja de consecuencia a los actos, negando de ese modo la realidad.*

Honestidad intelectual

Así como no me importó perder popularidad cuando me volví atea militante, ahora no me importa perder más al resistirme a ser políticamente correcta, pues iría contra mis principios, contra lo que es verdadero y justo. Es incoherente decirse defensora de la libertad, y seguir una corriente de pensamiento que despoja la libertad de expresarse de otros.

El feminismo por ejemplo, dice buscar igualdad entre los sexos, de modo que este movimiento no se basa en la verdad sino en una igualdad ficticia, hombres y mujeres somos complementarios por tanto diferentes. Por tanto, me es imposible adherirme a este movimiento, pues está basado en una irrealidad. Quizá al principio de mi vida en Internet me dije feminista. En el 2008 abrí un foro en el que me escribían mujeres que vivían maltrato familiar, a quienes ayudé con mis palabras a zafarse de sus cadenas mentales y superar el yugo machista. “Pitonizza punto com es un blog feminista”, decían entonces. Mas el tiempo ha demostrado que el feminismo no fue una respuesta al machismo, por ello rechazo la etiqueta de feminista, nunca lo fui, nunca lo seré.

Tampoco pude nunca adherirme al movimiento abortista, nunca comulgué con las nauseabundas razones por las cuales abortar es un “derecho de la mujer”. No importa el derecho a la vida del embrión. No importa la opinión del papá. No puedo apoyarlo.

Cuando fui afín al movimiento LGBT, lo veía razonable. Lesbianas, gays, bisexuales y transexuales deberían tener iguales derechos que los heterosexuales. Tengo muchos amigos homosexuales, la mayoría artistas, todos buenas personas. Me parece justo, —y aún me lo parece— mas hoy no puedo seguir siendo afín a este movimiento. Se añadieron muchas letras más a su acrónimo, para dar cabida a conductas fantasiosas y géneros fluidos. Se glorifica la inestabilidad emocional de quien hoy se siente hombre y mañana tucán del Amazonas. Se pretende otorgar derechos, modificar el lenguaje y cumplir todos los caprichos de quien se vio en el clóset de los tucanes toda la vida, y hoy abraza el orgullo tucán, en marchas coloridas que exhiben en público conductas tucanescas que nunca pensamos ver fuera en plena calle. Los orgullosos y valientes tucanes imponen a quienes no podríamos nunca adivinar su “género” a que les preguntemos antes para tratarlos como tucán, so pena de prisión por discriminación al colectivo Tucán.

No puedo apoyar la aplicación de la teoría del género como constructo social, en especial cuando se adoctrina con estas ideas a niños en edades impresionables .Es aberrante pretender hormonar a un niño prepuber que pasa por una etapa de confusión. No puedo apoyarlo. Me parece perverso inculcar en un niño ideas libertinas que arruinan la inocencia al instar a un niño a masturbarse, “descubrirse”, de un modo forzado, con intenciones repugnantes como la aceptación de la pedofilia. Como madre me niego a arrasar con lo más bello de la infancia: la inocencia, algo que una vez que se pierde no se recupera jamás.

Si no piensas como yo, no eres mi amiga

La tolerancia a ideas ajenas es muy poco común. Sin embargo, todos dicen ser tolerantes, dicen abrazar la diversidad de pensamiento y se ponen un filtro de arcoiris en su perfil de redes sociales. Son justamente ellos quienes me dejaron de seguir no sin antes decirme que ya no soy su amiga. Ya no soy chévere. Ahora hago discursos de odio y apología homofóbica. Me dicen hipócrita porque en mi libro hay muchas historias de lesbianas, que quizá yo misma haya admitido cierta bisexualidad y hoy hago gala de prejuicios. Quizá sean rezagos de mi educación católica.

Me equivoqué contigo Pitonizza. Ya no eres inclusiva, eres intolerante e insensible. Es porque eres mayor, los jóvenes sí entienden el pensamiento progresista. 

Siempre contra corriente

Es muy común que las personas se aferren a sus ideas y pierdan el horizonte y los principios. El adherirse a colectivos y masas humanas da un cierto grado de respaldo, pues cuando las ideas se basan en la fantasía, los hechos las desbaratan, y el repetir el mantra fantasioso es la forma de proteger la seguridad del grupo. Hoy, nuevamente, me pongo del lado impopular. Como escuché por ahí, los pensamientos conservadores son la nueva contracultura. La moneda se ha volteado, antes se quemaban brujas, ahora se queman cristianos.

No puedo apoyar la quema de nadie. Las personas con pensamientos conservadores e ideas tradicionales deberían ser libres para vivir como quieran. Si un pastelero no quiere hornear un pastel con dos novios, ¿por qué obligarlo? No puedo apoyar imposiciones.

Y aunque sea hasta peligroso hoy expresar una opinión, no puedo callar la injusticia. No le falto el respeto a nadie con mi opinión, sigo gustando de expresiones coloridas y admirando a mis amigos gay, no por ser gay, sino por ser creativos y coloridos. Me gustan los colores, sin embargo no tolero las imposiciones.

Siempre defenderé lo que es verdadero y justo. Que cada quién sea libre de hacer lo que quiera, sin olvidar que los actos traen consigo consecuencias, y que los otros también son libres y entre esas libertades está la libertad a rechazarte.

Sigo creyendo en un mundo utópico donde todos vivamos en armonía, respetando nuestros espacios, propiedades y creencias. Es hora de evolucionar y entender que todos nos influimos constantemente, que la tolerancia es una avenida de dos vías. Respeto para que te respeten. Tú libertad y la mía son igualmente importantes.


* Un apunte sobre la coherencia

El otro día recibí una increpación a mis creencias. ¿Cómo es posible que veas racionalmente la fantasía feminista mientras crees en hadas y duendes? ¡Qué incoherente! La diferencia es evidente. Mi creencia es privada, la ejerzo en privado, y no la impongo, no la patrocino, no voy de puerta en puerta importunando a nadie. No me ofende que se burlen de mi creencia, porque mi creencia es tan mía que cualquier punto de vista externo es incompleto, por tanto, inexacto. Eres libre de parodiar mis creencias pues no me afecta. Mas no eres libre de imponerme tu pensamiento materialista por sobre algo tan abstracto e íntimo como lo es mi vida espiritual.

© 2018, Pitonizza Punto Com. Licencia de uso: Atribución-SinDerivadas CC BY-ND

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