que te busquen en mi frente

Los muertos dejan cartas cuando saben que se van a morir. Las dejan acomodaditas en un cajón con letras grandes para despertar la atención del que junte sus cosas. En esas cartas, los muertos viven pidiendo disculpas por todo lo que no hicieron como vivos y que como muertos pueden reparar. “Perdón que no supe hacer”, “Te digo que te quiero”, “No llores”, “Seguí” dejan para que algunos vivos puedan no cargar con palabras nunca dichas por lo muertos cuando eran vivos pero que a través de la escritura, como muertos vivos, se animan a decir.  ¿Es reconfortante? ¿Para quién? ¿Para el muerto que no pudo decir y escribe esperando ser encontrado o para el vivo que tiene que leer lo que el muerto no dijo sin poder responder? Lo cierto es que los muertos que no dejan cartas, que no dicen, que son muertos que viven en lo que podrían haber dicho porque cuando se dieron cuenta que se morían, ya se morían; la carta que dejan a los vivos son ellos mismos muertos y como no dicen, dejan todas esas preguntas sobre lo que hubieran querido escribir.