Revista Literatura

Quien nombra llama

Publicado el 28 octubre 2018 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970
UGMU-011-01Ugo Mulas

“El invierno fue malo. Y creo que olvidé mi sombra en un subterráneo.”

Charly

Él nunca pronunció mi nombre. Eso pudo haber sido suficiente en su momento, como causa probable, como indico, como principio de certeza, como regla general, como señal, timbre, alarma de incendio.

Lo dejé pasar, como un hecho curioso.

Él nunca salió de los límites del ombliguismo. No preguntó, no hizo lo que hace el común de la gente de registrar al prójimo como un otro que cada tanto nos ocupa y nos preocupa.

Lo dejé pasar, después de todo el noventa por ciento de la población mundial es egoísta.

Él cerró la puerta con llave, no quise tener miedo. Él suplicó alguna inconsistencia, fui más rápida, giré la llave y huí.

Eso podría haber sido el primer y último capítulo de la historia. Podríamos no haber llegado a juicio, no haber roto los vidrios, gastado playlists, ni haber desperdiciado vinos baratos comprados en la vinoteca de la esquina.

Pero me dejé pasar. ¿Quién saldrá en mi defensa?

“Quien nombra, llama.” dice Galeano.

La inconsistencia de quedarse a pasear en una persona sin ser nombrado.

Firmar el contrato donde uno acepta casi no existir como para ser una molestia, pero así mismo prestar servicio.

La coherencia -que nace del instinto de supervivencia- de buscar incansablemente el punto de no retorno, encontrarlo, quemar las naves para no tener opción de volver atrás, asesinar certeramente al supuesto enemigo, que no tenga sustancia para convertirse en pasado, ni en hecho, ni en fecha, ni en suceso.

El crimen perfecto. Que la bala entre y salga formando un círculo perfecto sin derramar sangre.

Que quede lo aprehendido, mientras el presidente del jurado se para y lee el veredicto que en un cuarto obscuro deliberaron entre varios. Ya sé lo que va a decir.

El dolor de la autotraición se quema junto con los restos de adn de este invierno interminable. Ritual le llaman.  

Casi se prende fuego todo el edificio y ni sonaron las alarmas de incendio.

Falsa alarma.

Ahí yace lo amargo.

Patricia Lohin

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