Quizás

Quizás tengas miedo a encontrarte con puertas cerradas; túneles sin salida; laberintos de los que no se puede salir; senderos donde no hay piedras para descansar; paisajes sin árboles; montañas sin cimas o trenes que conducen a ninguna parte. Quizás.

Por eso no llamas; no te metes en ellos; no entras en el laberinto; no emprendes el camino; no te paras a mirar si hay arboles y pasa de largo; no comienzas a escalar; no sacas billete. Quizás.

Sin embargo, hay puertas que se abren; túneles con salida; laberintos no tan complicados; senderos con piedras para sentarse y hacer un alto en el camino; paisajes con árboles e incluso cubiertos de mantos de flores y riachuelos donde beber; montañas donde no es difícil alcanzar su cima si uno es perseverante y trenes cuyo destino es unir dos corazones.

Quizás, solo quizás, sientes que nunca te amaron y solo es miedo. Ese miedo que paraliza, que esclaviza, que hiela la sangre, que deja helado el corazón. Ese demoledor miedo te ha hecho esclavo de las prisas, de las búsquedas, de no acabar nada de lo que empiezas, de romper almas y corazones, de esclavizar el tuyo, de continuar haciéndolo. Quizás.

Y por eso eres ciego y sordo y mudo cuando debes ver, escuchar y hablar. Y por eso ves, escuchas y hablas solo cuando quieres mariposas, margaritas, humedad y caricias. Quizás.

Quizás un día dejes de tener miedo y veas todo lo que hay a tu alrededor. Y entonces la veas a ella o lo veas a él. Sus corazones latiendo por ti; su sangre más roja que nunca, esperándote; sus cuerpos que te llaman; sus labios que desean besarte; sus brazos que quieren darte abrigo.

Esas puertas, esos túneles, esos senderos, esos paisajes, esas montañas, esos trenes. Quizás...