Revista Literatura

Regalos

Publicado el 23 diciembre 2015 por José Ángel Ordiz @jaordiz

Cada día, a la hora fijada de antemano, me despierta la música de la radio situada sobre la mesa de noche. El ya no servir para casi nada me permite practicar lo que siempre deseé: acostarme cuando me apetece y levantarme cuando me place.

"Reposo, mucho reposo; cuanto más repose, menos medicamentos tendrá que tomar, y eso que saldrán ganando su estómago, su hígado y sus riñones".

"De acuerdo; eso haré, descuide".

Le sonreí al médico, procuré que no se me notara en el rostro la alegría; al fin podría dormir y vaguear a mis anchas, como los millonarios.

"Y beba, beba".

¡Carajo! Con lo que a mí me gusta el vino tinto. ¿Sería un especialista en trastornos óseos o un diablo personificado y titulado que pretendía mi alma?

"¿Que beba?".

"Sí, agua, mucha agua; cuanto más agua beba, mejor".

Agua, qué desilusión.

"Huele a tabaco".

"¿Cómo dice?".

"Que fuma, ¿no es así?".

"Sí, algo".

Fumaba y fumo en las tres versiones: algún que otro cigarrillo cuando no tengo cerca un puro o una pipa bien cebada (en pipa, una mezcla de tabacos daneses, estoy fumando mientras esto escribo).

"Ni algo ni nada a partir de ahora, ¿me oye?".

No era un diablo, no.

"Pero el tabaco...".

"Se lo agradecerán sus pulmones".

Anda ya, hombre de Dios, para eso me meto en un ataúd y reposo eternamente.

Miró a mi joven y hermosa asistenta y me temí lo peor. Pero nada relativo al sexo salió de su boca. El que salió de su consulta como un tiro fui yo (algunas mujeres, en su bondad, tienen tendencia a proteger y hay ciertas protecciones femeninas que no deseo).

Hoy me despertó una canción de George Michel, Last Christmas, muy socorrida por estas fechas navideñas aunque su letra (según mi políglota amiga, mucho más prudente que mi secretario) no sea precisamente un villancico.

Cuando una mujer le decía a Gabriel García Márquez Qué atardecer más bonito, le contestaba él sin dudar: Te lo regalo (no es de extrañar que en sus prosas haya tanta poesía).

Yo, torpe discípulo suyo (no doy para más; lo siento, maestro), antes de ir a reposar, os regalo la canción que hoy me despertó.

Posdata: No sé vosotros y vosotras, pero yo voy a pedir a los Reyes Magos nieve templada. ¿No son magos? Pues eso, que hagan lo que los químicos aún no sabemos hacer.

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